Las empresas ya no solo dependen de fórmulas de financiación tradicional para conseguir fondos para sus proyectos. En los últimos años han surgido alternativas como crowdfunding, crowdlending y crowdequity, todas ellas alternativas de financiación colaborativa, pero con particularidades que debemos conocer para adaptarlas mejor a nuestras necesidades. [hde_related]
Uno de los principales problemas es que muchas veces todas estas figuras se engloban bajo el concepto de crowdfunding cuando las diferencias son importantes. En puridad, el crowdfunding es micromecenazgo, un modelo de financiación en el que diferentes personas realizan pequeñas aportaciones para un proyecto determinado. A cambio no se recibe ningún tipo de beneficio económico, sino recompensas de distinta índole, desde el producto final que se financia a visitas guiadas, por ejemplo.
A priori es una forma de financiación colaborativa muy ventajosa. Recibes el dinero que necesitas para poner en marcha el proyecto y a cambio lo que entregas tiene un coste muy inferior. Pero hay puntos en contra importantes. El principal es que se trata de una financiación muy limitada a un proyecto que normalmente está muy ligado a iniciativas culturales o iniciativas científicas. Con todo ello se quedan fuera muchas de las necesidades de la empresa.
Crowdlending, financiación colaborativa e inversión
El crowdlending, como su propio nombre indica, también se constituye con pequeñas aportaciones pero en este caso en forma de préstamo. Se ofrece un producto atractivo, tanto para la empresa que necesita la financiación como para los que realizan las aportaciones, los inversores, que con ellas buscan obtener una rentabilidad por encima de la que ofrecen productos tradicionales como depósitos.
[hde_summary] Todas estas formas de financiación ofrecen alternativas que siempre hay que comparar en su coste con formas tradicionales [/hde_summary]
Es en este equilibrio donde el crowdlending tiene sus ventajas: más rentabilidad para quien invierte y menos coste para el que necesita financiación. Por ello el punto fundamental para la empresa es comparar entre el coste de una operación de crowdlending y el resto de las opciones de financiación.
Hay que tener en cuenta la existencia de otros dos tipos de costes en esta financiación, uno implícito y otro explícito. El primero son las comisiones u otros gastos que se pagan a la plataforma que realiza todo el proceso de crowdlending, como evaluar tu propuesta, captar las aportaciones, realizar el ingreso a la empresa y la devolución posterior a los prestamistas. El segundo, que no se consiga esta financiación porque no se logre el total de aportaciones solicitadas. En la mayoría de los casos esta financiación es “todo o nada”; es decir, si no se consigue captar el 100% solicitado no se constituye el préstamo.
En este sentido, las plataformas evalúan las operaciones y, normalmente, además de la descripción las califican. Acorde a estos datos, se establece el tipo de interés de la operación que puede tener distintas finalidades, desde la compra de un bien a financiar un activo circulante, como descuento de facturas o pagarés.
Crowdequity, para el que empieza un negocio
Un préstamo crowdlending supone que, desde el principio de la operación, o al poco tiempo si tiene algún tipo de periodo de carencia, hay que devolver parte de lo recibido con sus intereses. Esto hace que sea un producto para empresas en funcionamiento, con capacidad económica suficiente -ingresos- para hacer frente a los compromisos de pago.
Por todo ello, para las nuevas empresas o las startups, el crowdlending no es la mejor manera de financiarse. Mejor optar por el crowdequity. Esta fórmula conlleva una inversión a largo plazo, en el capital de la empresa, que genera estabilidad y que no requiere devolución hasta que la compañía entregue dividendos, es decir, cuando ya tenga beneficios.
Este tipo de inversión se suele centrar en nuevas empresas y, por tanto, no deja de ser una inversión de riesgo en la que es clave tanto la elección de las inversiones como diversificar entre distintos proyectos. Por todo ello, la empresa que requiera financiarse a través de crowdequity debe cuidar al máximo un par de aspectos:
- El primero es hacer su oferta lo suficientemente atractiva. El inversor en crowdequity no busca tanto dividendos como que el valor de su inversión crezca. Por todo ello debe presentar información fiable y veraz que justifique la creación de valor futura y por tanto las expectativas de que la inversión se multiplique.
- En segundo lugar, es importante tener un equilibrio entre la necesidad económica y el control de la empresa. A diferencia de un préstamo crowdlending, lo que entregamos a cambio de estos fondos es una parte de la empresa, aunque se diluya en muchas pequeñas aportaciones. Es importante saber hasta qué parte estamos dispuestos a ceder y si lo hacemos con alguna característica especial. Por ejemplo, que estas acciones tengan todos los derechos económicos, pero no políticos (de decisión).
En definitiva, las tres formas de financiación colaborativa, con sus pros y sus contras, nos proporcionan más alternativas. No son a priori ni mejores ni peores que la financiación tradicional. Para aprovecharlas, debemos analizar sus características y utilizarlas en aquellos momentos en los que nos proporcionen mayores beneficios.
Imágenes | Pixabay Tumisu / Essow Kedelina