La crisis de salud pública generada por el coronavirus ha vuelto a sacar del cajón un término recurrente en el mundo financiero: cisne negro.
Pero quizá el verdadero riesgo no esté en el virus, sino en que se produzca un cisne verde.
La teoría del cisne negro fue acuñada por primera vez en 2007 en las páginas del libro ‘The Black Swan: the impact of the highly improbable’, escrito por el ensayista libanés Nassim Nicholas Taleb. Se trata de un concepto metafórico para referirse a los sucesos poco comunes e imprevistos para el público general, pero con una gran capacidad de impacto. Eventos prácticamente impredecibles que ponen el mundo patas arriba.
A principios de febrero, el prestigioso Bank for International Settlements advirtió sobre el riesgo serio de que se produzca, no un cisne negro, sino un cisne verde. Una posibilidad que señalan cada vez más analistas y gurús financieros. En este caso, el temor está causado por un posible efecto dominó en todo el planeta tras una crisis climática importante a nivel local.
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¿Qué es el cisne verde?
Cuando Michael Burry empezó a dar la voz de alarma en 2007, nadie le creyó. Según este neurólogo y gestor de fondos de riesgo californiano, el mercado inmobiliario de Estados Unidos era una burbuja e iba a estallar. A su voz se unieron la de otros como Meredith Whitney, Steve Eisman y Greg Lippmann. No dudaron en apostar por una crisis que estaban seguros que sucedería.
La burbuja estalló un año más tarde y con ella se desató la última gran crisis económica. Al público general lo pilló desprevenido. Su impacto fue tan profundo como imprevisto. La historia de Burry y compañía se convirtió en un libro y una película (‘The big short’ o ‘La gran apuesta’). Y los sucesos pasaron a reforzar la teoría del cisne negro.
Los sucesos locales pueden desencadenar crisis globales. El cambio climático está disparando las probabilidades de que se produzcan eventos meteorológicos extremos y catástrofes naturales en muchos puntos del planeta. Para los analistas del Bank for International Settlements, también conocido como el banco central de los bancos centrales, uno o varios de estos sucesos podría desencadenar una nueva crisis financiera internacional. Es por eso que han decidido acuñar el término cisne verde.
Los riesgos del cambio climático
“Los cisnes verdes o cisnes negros climáticos presentan muchas de las características de los cisnes negros. Los enfoques tradicionales para la gestión de riesgos que consisten en extrapolar datos históricos y en supuestos de distribuciones normales son en gran medida irrelevantes para evaluar los riesgos relacionados con el clima”, señalan los autores del estudio. Pero, ¿cuáles son los riesgos económicos del cambio climático?
- Impacto sobre la demanda. La incertidumbre respecto a algunos escenarios implica una reducción de la inversión y cambios en los patrones de consumo. El comercio se podrá ver afectado a todos los niveles por los cambios en los sistemas de transporte.
- Impacto sobre la oferta. El abanico de posibilidades contempladas va desde una caída en la productividad por las continuas interrupciones hasta un descenso de la producción agrícola y energética.
- Incremento de la desigualdad. Los países y las poblaciones con menos recursos son también las que más sufren los efectos del cambio climático. Esto puede acrecentar la desigualdad y la inestabilidad social.
- Mayor inestabilidad monetaria. Las consecuencias descritas pueden afectar a las capacidades de los bancos centrales para mantener la estabilidad de los sistemas monetarios.
- Incremento de los riesgos financieros. La inestabilidad financiera puede generarse mediante daños físicos que implican pérdidas reales (como, por ejemplo, las que sufre del sector asegurador frente a una catástrofe natural) o por culpa de la incertidumbre que afecta al funcionamiento de los mercados, la liquidez y el crédito.
¿Cómo frenar al cisne verde?
“Los cisnes verdes son diferentes de los cisnes negros en tres aspectos. Primero […] existe certeza sobre la necesidad de acciones ambiciosas a pesar de la incertidumbre”, sostienen los expertos. “En segundo lugar, las catástrofes climáticas son más graves que la mayoría de las crisis financieras sistémicas: podrían representar una amenaza existencial para la humanidad. En tercer lugar, la complejidad relacionada con el cambio climático es superior a la de los cisnes negros: las complejas reacciones en cadena y los efectos en cascada […] podrían generar dinámicas ambientales, geopolíticas, sociales y económicas fundamentalmente impredecibles”.
Ante esta situación compleja, el banco central de los bancos centrales llama a la acción. Para la institución, la coordinación y la planificación son claves.
- Los bancos centrales deben impulsar un cambio profundo a largo plazo con el objetivo de mantener la estabilidad de precios y financiera.
- Las instituciones financieras y las administraciones deben integrar los riesgos del cambio climático en las regulaciones.
- La labor de las instituciones financieras debe ser coordinada con la de los gobiernos, la sociedad civil, el sector privado y la comunidad internacional.
“Se necesitan decisiones que sin duda serán difíciles de tomar, pero que también serán esenciales para preservar la estabilidad financiera a largo plazo en la era del cambio climático”, concluyen desde el Bank for International Settlements. “Explorar nuevas políticas fiscales y monetarias que puedan abordar mejor los imperativos climáticos que se avecinan; considerar la estabilidad climática como un bien público global que necesita ser apoyado a través de medidas y reformas e integrar la sostenibilidad en los marcos contables a nivel corporativo y nacional”.
En definitiva, una de las grandes instituciones financieras del planeta repite el mensaje de fondo de la ciencia. El gran desafío del cambio climático no es salvar el planeta, sino salvarnos a nosotros mismos.
Imágenes | Unsplash/Raphael Schaller, Piyush Priyank, Markus Spiske