Una cosa es la teoría y otra la práctica. Lo demuestra el hecho de que, pese a contar con una cultura corporativa, las empresas suspenden a la hora de ejecutarla. Y es que, aunque el 83% de sus líderes consideran que es clave hacer partícipes a los empleados de las nuevas decisiones que se toman en la empresa, solo un 9% lo lleva a la práctica, según el estudio ‘Los nuevos retos del liderazgo’, de la consultora de Recursos Humanos PeopleMatters.
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Qué es la cultura corporativa: definición
Todas las empresas, de una forma u otra, tienen una cultura organizacional. El problema es que muchas no lo saben de forma consciente, no la han determinado, no se han planteado hacerlo, no está consensuada, etcétera. Definida formalmente, podemos decir que la cultura corporativa o empresarial es el conjunto de símbolos, creencias, valores, costumbres y prácticas de un grupo de personas que forman parte de una organización. Se trata de esa personalidad propia que diferencia a una organización de otra y que se refleja en cómo las personas interactúan entre ellas y con los clientes, y en cómo desarrollan sus tareas.
Más que difícil, determinar y promover la cultura corporativa es laborioso, pues requiere tiempo y es un proceso que nunca termina. Lo primordial es tener las ideas muy claras sobre la que se quiere instaurar y, en consecuencia, poner en marcha una estrategia estable a medio o largo plazo. Después, habrá que ser coherente con lo que se haya definido y, con el paso del tiempo, si bien los principios difícilmente cambian, sí que será necesario adaptar el comportamiento de la organización a los cambios en el entorno, conservando la esencia y los ejes rectores de la empresa.
Misión, visión y valores
Por eso es importante empezar por fijar bien la misión, la visión y los valores de la organización:
- A grandes rasgos, podemos decir que la misión hace referencia a la razón de ser de la empresa, al motivo de para qué existe en el mundo.
- En lo que respecta a la visión, se trata de lo que desea conseguir de cara al futuro; tiene que ser algo realmente alcanzable y que no llegará por generación espontánea, sino que habrá que luchar para lograrlo.
- Por último, los valores son la forma de ser de la empresa, los rasgos que la definen. Se trata de unos cuantos puntos o pautas que deben ser conocidos por todos los empleados, desde el más alto cargo hasta el trabajador recién llegado y, por supuesto, puestos en práctica por cada uno de los miembros de la organización.
Es clave tomarse un tiempo para definir adecuadamente estos tres elementos, que deberán comunicarse eficazmente tanto a nivel interno como externo, pues van a reflejar quiénes somos, hacia dónde vamos y la manera en que vamos a afrontar ese camino. De lo contrario, nos desviaríamos de la dirección por la que queremos ir, con riesgos significativos para la obtención de resultados favorables.
Pasar de la teoría a la acción
Ahora bien, toda esta filosofía de la empresa debe superar las barreras del papel y ha de ejecutarse, motivando e inspirando a cada trabajador de la organización. En este sentido, desde un primer momento es conveniente que los líderes de la empresa compartan sus sueños con los trabajadores, conectando con ellos desde el corazón, no tanto desde la lógica y los números, generando entre ellos un sentimiento de lealtad y orgullo, así como un sentido de pertenencia a la organización.
Además, en la definición, puesta en marcha, mantenimiento y actualización de la cultura organizacional, hay que hacer partícipes a los trabajadores. Al sentirse tomados en cuenta, su compromiso aumentará. Algo a lo que también contribuirá la creación de espacios de crecimiento profesional, físicos y no físicos, desde áreas de trabajo compartido o entornos agradables de trabajo, a planes de carrera o evaluaciones de desempeño que midan más que la productividad.
Asimismo, es esencial que las empresas pongan mucha atención en las conversaciones que se generan en su interior, tanto formales como informales. Desde altos ejecutivos hasta el personal de base, hay que asegurarse de redirigir constantemente las conversaciones para que estén alineadas con la cultura empresarial.
En esta línea, es de vital importancia que haya una coherencia entre lo que dicen y hacen los empresarios y ejecutivos, que en ocasiones proclaman los valores de la empresa, pero se comportan de manera opuesta. Junto a ello, los procedimientos y políticas dictan a veces comportamientos contrarios a la cultura corporativa, lo que hay que evitar a toda costa en aras de la consistencia.
Además, no solo se debe elegir a un candidato por sus habilidades técnicas y experiencia. También es importante tomarse el tiempo necesario para escoger a los que encajen mejor con la cultura organizacional, algo que se puede comprobar, por ejemplo, durante un periodo de prueba en el que se coloque al aspirante en situaciones especialmente diseñadas para ver su reacción y, por tanto, su idoneidad. Y tampoco estaría mal trabajar el estilo de liderazgo para que fuera más abierto e inclusivo y la cultura del reconocimiento, tanto de los logros como de los errores, que deberían ser vistos como oportunidades de aprendizaje.
Ventajas de la cultura corporativa
Los beneficios de contar con una cultura corporativa sólida y compartida por todos los miembros de la empresa son muchos. A nivel interno, los trabajadores se identifican con la organización y está demostrado que, a mayor grado de identificación, mayor compromiso, motivación y, en definitiva, mayor productividad y eficiencia. Además, se logra captar y retener el talento, y los empleados se convierten en los mejores embajadores de la empresa en la sociedad. A nivel externo, al transmitirse eficazmente la personalidad de la empresa y su forma de hacer las cosas, clientes reales y potenciales la reconocerán con facilidad y logrará diferenciarse de la competencia, lo que, al fin y al cabo, la llevará a destacar, a ser más conocida y, por ende, a crecer.
En resumen, ejecutar de forma satisfactoria la cultura empresarial se traduce en ventajas competitivas y posicionamiento de mercado. Por esta razón de peso, sería un grave error dejarla a la deriva.
Imágenes | Austin Distel (Unsplash) | Dylan Gillis (Unsplash) | Mimi Thian (Unsplash)