‘Millennials’, hijos de las crisis

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La generación millennial es una generación fruto de dos crisis económicas. Entraron al mercado laboral tras el crac mundial de 2008 con salarios inferiores a los de sus padres a su edad y, lejos de recuperarse, la crisis económica derivada por la COVID-19 ha impactado más en ellos.

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Si sufrir una única crisis ya marca la economía y posibilidades de una generación, ser golpeada por dos supone una receta perfecta para la estratificación social y precariedad laboral vitalicia. Así lo confirman todos los estudios e informes publicados hasta la fecha.

‘La generación de la doble crisis’

La crisis económica de 2008 impactó gravemente a la generación millennial, que por aquel entonces se encontraba en mitad del ciclo de formación profesional o en la carrera universitaria. ¿El problema? Como todas las recesiones, su recuperación es lenta y no afecta igual a todos los grupos de edad.

Según datos del INE tras aplicar el IPC, la diferencia de salario anual de 2008 a 2017 fue del −20% para los jóvenes de 20 a 24 años y del −15% para los de 25 a 29 años. La generación de sus padres, de 40 a 44 años y de 45 a 49 años, ‘solo’ perdió un 6% y 5% de salario, respectivamente. Pero, aunque estas últimas generaciones también fueron golpeadas por los vaivenes económicos, su estabilidad fue mayor.

Cuando los millennials aún no se habían recuperado de esta crisis en sus primeros años laborales, recibieron su segundo golpe: la pandemia de coronavirus. Y es que esta última está afectando más a los más jóvenes, según los últimos informes del INE. Algunos datos particularmente descorazonadores son:

El reciente informe ‘La generación de la doble crisis’, publicado por EsadeEcPol, analiza a fondo la dificultad juvenil para emanciparse, disponer de estabilidad suficiente para tener hijos o para acumular riqueza. A esto se suma que las oportunidades laborales son para ellos más escasas debido a la cronificación de la precariedad.

¿Por qué los millennials no tienen oportunidades laborales? Así es el ‘efecto cicatriz’

La juventud, entendida como el periodo que abarca de los 20 a 30 años, es un momento clave para la estabilización profesional. Históricamente, ha sido un momento de formación que apuntala el futuro. Pero, como también ocurrió en crisis pasadas en las que los jóvenes fueron uno de los colectivos más perjudicados, los actuales millennials tienen cada vez menos oportunidades.

A pesar de estar altamente formados en nuevas competencias, uno de los graves desafíos es la imposibilidad de adquirir experiencia. La crisis de 2008 supuso un freno en su carrera profesional y les relegó a trabajos a menudo no relacionados con su formación, y hasta ahora les ha sido difícil entrar al mercado laboral.

Por un lado, los puestos disponibles ya están ocupados por generaciones previas, y los nuevos son precarios o están siendo automatizados. Por otro lado, nuevas generaciones con mayor formación sí han logrado penetrar en el sistema laboral a medida que terminaban sus estudios, hacia 2015. Los millennials se encuentran atrapados en medio de un fenómeno conocido como ‘efecto cicatriz’, una forma de ‘trampa de la pobreza’.

Según este fenómeno, del que se tiene una reciente publicación de Fundación ISEAK para España, la probabilidad de seguir en un trabajo precario una vez se ha accedido a uno es muy elevada incluso habiendo pasado cinco años. Al igual que la bonanza (es más fácil emprender cuando ya se es rico), la precariedad tiende a cronificarse para las diferentes generaciones.

Como sintetiza un reportaje de la BBC a través de respuestas por desgracia frecuentes para los millennials:

Brecha salarial para los millennials

En febrero de 2020, poco antes del anuncio de la pandemia, un estudio del Banco de España titulado ‘Tendencias laborales intergeneracionales en España en las últimas décadas’ ya constataba cómo la generación nacida en 1987 (los millennials) tenía las cifras más altas de rotación laboral y salarios ligeramente más bajos que los de sus padres y abuelos.

En parte, debido a que estas generaciones trabajan menos horas al año, como señalaba el estudio ‘Perdidos en la recesión: el empleo y los ingresos de los jóvenes en España’ (2021), de Fedea. En este se analizaban las cicatrices generacionales en el caso de nuestro país. Sus resultados eran esperables: entrar al mercado laboral durante una crisis reduce las posibilidades de encontrar empleo y aumenta la probabilidad de tener un primer salario bajo.

Aunque “la educación superior constituye una precondición para acceder al empleo cualificado y, en consecuencia, para mantener o mejorar la propia clase social” (‘Juventud en España 2020’, de Injuve), esta condición no es suficiente, y se vuelve casi irrelevante en momentos de crisis. El ‘efecto cicatriz’ es persistente, crónico y, por desgracia, afecta a los hijos de la generación que lo sufre.

Por desgracia, se estima que este tipo de recesiones podrían arrastrar sus consecuencias generacionales durante periodos de 20 a 30 años (toda una generación), según varios estudios de la Federal Reserve Board of Governors estadounidense, así como universidades como Yale, Rochester o Carnegie Mellon, en línea con la reciente publicación de Fedea.

Imágenes | Wes Hicks,

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