Reducir los residuos invisibles, un reto a tener en cuenta por todas las empresas

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Los residuos invisibles son una responsabilidad manifiesta para todos los negocios. Hay que ofrecer soluciones, sin escudarse en la conducta de otros. El beneficio no solo es ambiental, sino también de mejora de la calidad de los procesos y las relaciones con terceros.

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¿Qué son los residuos invisibles?

Vivimos en un mundo gobernado por el comercio. Producir bienes y servicios cotidianos reclama la colaboración de muchas empresas. Lo vemos en las listas de ingredientes de productos de gran consumo. Son amplias, de orígenes variados y detrás de cada uno de ellos suele haber una cadena de proveedores, cada uno con sus propios residuos. 

Y algo muy semejante pasa con maquinaria, electrodomésticos, equipos y dispositivos electrónicos, muebles, materiales de construcción, elementos de transporte… Todos necesitan componentes con una producción en varias fases de transformación y generación de residuos.

Los residuos invisibles nos invitan a pensar en los que se producen a lo largo de toda la cadena. Como emprendedor, se debe llamar la atención de lo que hacen tanto los proveedores como los clientes empresariales y todos los que siguen en la cadena, no solo los consumidores.

Además, la perspectiva temporal ha de ser completa. Nos fijamos también en qué sucede más allá de la venta. Si se generan nuevos residuos durante el consumo, si hay opciones de reutilización y qué impacto tendrían, el análisis de los procesos de reciclado, de retirada, etcétera. Es, por tanto, una apelación a una visión integral de los residuos. 

En consecuencia, la atención a los residuos invisibles genera también por necesidad una serie de movimientos en contra del lavado de imagen verde. De nada sirve decir que reducimos nuestros residuos si, al tiempo, tomamos decisiones que favorecen que estos se generen en otros puntos de la cadena.

¿Por qué se debe implicar nuestra empresa? 

La sostenibilidad es una prioridad para todas las empresas. Ya sea por convencimiento, por anticiparse a una normativa cada vez más exigente, por reputación frente a los consumidores, por depuración de procesos… Razones no faltan.

Los rezagados corren el riesgo de sufrir un aislamiento. Tanto sus proveedores como sus clientes desconfiarán de las empresas que no libren la batalla de los residuos invisibles. Comenzarán a buscar alternativas en nuestros competidores y, si no las encontrasen, buscarían un sustitutivo. 

Estar en discordancia con la naturaleza es un ‘lujo’ que no podemos permitirnos. La sostenibilidad ambiental es imprescindible para sobrevivir en el medio plazo en el ecosistema empresarial. La batalla por la reducción de residuos es de conjunto y quien no esté dispuesto a participar en ella quedará aislado.

Los rezagados en esta batalla contarán con muchas dificultades. Les será más difícil competir con pioneros en la reducción de residuos, que habrán acumulado un gran conocimiento. No hay tiempo que perder. El cambio exige no solo determinación, sino soluciones prácticas que permitan encajar los procesos. Si las encuentran antes otras empresas, contarán con una ventaja de costes.

Cómo empezar a reducir residuos invisibles

De poco sirve reducir los residuos si los terceros no lo conocen o no pueden tener pruebas de nuestros avances. Querrán saber el ritmo de avance y la capacidad que mostramos para cumplir compromisos tanto actuales como futuros.

Por ende, es prioritario trabajar en la trazabilidad de los residuos. Debemos conocer cómo, cuándo y dónde se generan y la forma en que se gestionan. Hay que disponer de datos en tiempo real.

A continuación, debemos introducir esos datos en procesos comprensibles desde el exterior. Se pueden seguir protocolos estandarizados de gestión de residuos y participar en la innovación de los procesos. En todo caso, debe quedar muy claro qué se va a hacer en cada momento.

Además, es necesario aportar confianza. Cuando compartimos datos, deben ser verificables y no manipulables. Es recomendable lanzar señales creíbles de que trabajamos en la buena dirección.

Y, una vez nos hemos mirado en espejo, tenemos que analizar cómo gestionan sus residuos las empresas, administraciones, organizaciones y consumidores con los que nos relacionamos. Hay que estudiar cómo podemos facilitar que reduzcan los suyos

Cómo nos puede ayudar la tecnología

Por suerte, el momento actual facilita la implicación en la batalla contra los residuos invisibles. Son muchas las tecnologías que tienen algo que aportar para conjuntar a las empresas.

La explosión de los sensores nos permite contar con datos en tiempo real de cada tipo de residuos. Podemos analizar datos como posición, características físicas y químicas, trayectoria, conexión con diversas fases del proceso…

Toda esa información puede viajar a la nube. Allí las pymes pueden compartir recursos para prever y gestionarlos con grandes empresas o con proveedores de servicios. Es posible alcanzar una capacidad muy superior de análisis.

Las técnicas del big data prometen descubrirnos muchos patrones ocultos de desperdicio. Observaremos con mayor nitidez los puntos críticos para la mejora. Incluso en aspectos sencillos que pueden habernos pasado desapercibidos hasta ahora.

La cadena de bloques será decisiva en la credibilidad de la implicación de los intervinientes de la cadena de suministro. La dificultad que incorpora para modificar los registros de lo que sucede permitirá marcar quién cumple contratos y compromisos.

Son solo algunos ejemplos, pero está claro que la reducción de residuos invisibles tendrá dos bases decisivas: la organización y la tecnología. Juntas han de ser capaces de generar el ambiente necesario para reducir la presión de los residuos de toda la cadena.

Imágenes | SUNBEAM PHOTOGRAPHY, Martin Eriksson, Giuseppe Famiani, Tammy Brooks

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