Fechas de entrega: ¿motivan o incitan a la procrastinación?

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Todos perdemos el tiempo cuando tenemos que hacer algo que no nos despierta excesiva emoción. De repente, como por arte de magia, recordamos que debemos limpiar el ordenador de archivos temporales, y, de inmediato, nos ponemos a ello, colocamos el cajón de los calcetines o llamamos a nuestra madre, aunque la hayamos visto el día anterior. Casi cualquier cosa con tal de retrasar esa tarea importante que lleva días esperando para después sufrir las consecuencias de la procrastinación.

En esa lucha contra algo que es intrínseco al ser humano, pero que nos hace sentir mal, marcarse plazos puede ayudarnos a encontrar la motivación suficiente como para coger ‘al toro por los cuernos’. Ahora bien, ¿cómo fijarlos? Porque diferentes períodos de tiempo tienen efectos distintos. Es, al menos, lo que se desprende de los resultados de un estudio reciente publicado en la revista académica ‘Economic Inquiry’.

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¿Mejor sin deadlines?

Fue realizado por Maroš Servátka, de la Escuela de Negocios Macquarie (Australia), y tres investigadores, Stephen Knowles, Trudy Sullivan y Murat Genç, de la Universidad de Otago (Nueva Zelanda). Consistió en invitar a 3276 personas, elegidas al azar, a completar una breve encuesta online a cambio de una donación de 10 $ (unos 10,27 €) a una organización benéfica. A algunos participantes se les dio el plazo de una semana, a otros de un mes y a otros no se les dio ninguno.

Las conclusiones arrojaron que las personas que no tenían fecha límite para hacer la encuesta obtuvieron la tasa de respuesta más alta (8,3 %), seguidas de aquellas que contaban con una semana (6,6 %). Solo el 5,5 % de los participantes a los que se les dio el plazo de un mes rellenaron la encuesta. ¿El motivo? «Aunque en teoría una fecha límite larga nos da más tiempo para terminar una tarea, a menudo significa que la posponemos una y otra vez, hasta que al final nos olvidamos de ella por completo», aseguró Servátka en una entrevista en ‘Harvard Business Review’.

Entonces, ¿por qué no se ve de la misma manera la falta de un tope de entrega? Es decir, como una invitación a procrastinar. «La gente tiende a interpretarlo de la forma opuesta, en el sentido de ‘¡haz esto lo antes posible!’. La urgencia y la presión están implícitas. No les dijimos que tenían una cantidad ilimitada de tiempo para enviar la encuesta; solo no mencionamos una fecha. En teoría, las dos cosas son lo mismo, pero en la práctica se obtienen resultados muy diferentes», explicó. 

Según el investigador, se podrían aplicar las conclusiones de este estudio a un contexto organizacional, como el de las empresas. “Este enfoque podría dar buenos resultados en caso de solicitar un favor a un colega, como pedirle comentarios sobre una propuesta. Si no le decimos cuándo necesitamos que nos haga el favor, es más probable que lo atienda de inmediato”. 

Falta de control sobre las emociones

Más allá de la conveniencia de fijar plazos cortos de entrega o no poner fecha límite para evitar la procrastinación, son muchos los investigadores que han intentado encontrar sus causas. Y, a juzgar por algunos de los estudios más recientes y relevantes, posponer tareas ineludibles para hacer otras más entretenidas podría ir más allá de la pereza y de una mala gestión del tiempo

En 2018, un grupo de científicos alemanes encontraron que las causas habría que buscarlas en el cerebro. Tras escanear los de 264 personas, a las que también encuestaron acerca de sus comportamientos, llegaron a una conclusión. La amígdala, una estructura cerebral que procesa nuestras emociones y controla la motivación, era más grande en aquellos que acostumbran a postergar las tareas y no abordarlas sin rodeos. Además, en estos casos, las comunicaciones entre la amígdala y otra parte del cerebro, el córtex del cíngulo anterior, que permite bloquear emociones y distracciones para mantenernos centrados, eran más deficientes. 

Según este trabajo, publicado en la revista ‘Psychological Science’, estas personas pueden sentir más ansiedad por las implicaciones negativas ligadas a la realización de una determinada tarea. Por lo que tienden a dudar y posponer las cosas.

Otro estudio anterior, realizado en 2013, ya había relacionado también la procrastinación con la regulación de las emociones. De acuerdo con esta investigación, dejar para mañana lo que podemos hacer hoy es enfocarse más en “la urgencia inmediata de administrar los estados de ánimo negativos” que en la tarea. Así lo manifestó Fuschia Sirois, uno de los autores del estudio. Y esto podría deberse a que en misma es poco placentera, como tener que limpiar la casa. O a sentimientos más profundos que se nos despiertan en relación con esa labor, como dudar de uno mismo, tener baja autoestima o sentir ansiedad o inseguridad.

5 estrategias para vencer la procrastinación

Hay muchas recetas para tratar de combatir la procrastinación, pero todo pasa por que, como reacción visceral que es, la parte lógica de nuestro cerebro se acabe imponiendo a la emocional. De lo contrario, volveremos a elegir ver vídeos de gatitos en TikTok en lugar de ponernos a redactar ese dichoso informe que hay que acabar antes del viernes. 

En este sentido, resultan interesantes las cinco estrategias contra la procrastinación que el experto en la materia Chris Bailey propuso en un artículo en la revista ‘Harvard Business Review’.

Si es así, trata de verlo de otra manera para que la idea de completarlo te resulte más atractiva. 


Imágenes | Magnet.me (Unsplash) | Bethany Legg (Unsplash) | Csaba Balazs (Unsplash)

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