El lenguaje de la economía y los negocios es muy dado a los palabros en inglés. Uno de los últimos en circular -aunque en realidad hace referencia a una cuestión de siempre- es el de learnability, o la capacidad que tenemos para aprender alentada por la curiosidad que mantenemos más allá del colegio o la universidad.
La idea que promueven los evangelistas del learnability es que la empleabilidad -otro palabro, lo sentimos-, es decir, las posibilidades que tenemos de que alguien nos dé un empleo en el largo plazo, y el desarrollo profesional, dependen de nuestra capacidad para seguir aprendiendo y adaptándonos a las circunstancias cambiantes en el trabajo.
Un término que viene de lejos
En realidad, el learnability siempre fue crucial, y ya se lo tuvieron que desarrollar los amanuenses cuando Gutemberg inventó la imprenta, o los dueños de carros tirados por caballos cuando se popularizó el ferrocarril, o los serenos encargados de encender las farolas de la ciudad cuando llegó la luz eléctrica, o las operadoras de telefonía que se pasaban el día pinchando ágilmente clavijas metálicas para dar paso a una conferencia cuando los sistemas de conmutación se perfeccionaron. Y en el futuro inmediato va a ser un asunto decisivo para los taxistas, que ya ven su modo de vida amenazado por los nuevos modelos de Uber o Cabify, o para las secretarias, que empiezan a escuchar a sus jefes dando órdenes a asistentes virtuales como Siri o Cortana.
Sin embargo, hay que reconocer que el despegue de una tecnología y su popularización es un proceso que se ha acelerado enormemente en las últimas décadas, y esto hace que cada día sea más crucial cultivar el learnability para cualquier empleado de cualquier sector de actividad. Conviene recordar que la televisión tardó 50 años en extenderse a todos los hogares, mientras que al ordenador personal le llevó dos décadas hacer la misma travesía, al teléfono móvil menos de 10 años y hoy cualquier red social o herramienta como WhatsApp se convierte en un fenómeno global en muy pocas primaveras, o a veces en tan solo unos meses.
Ciclos de aprendizaje cada vez más cortos
Este cambio vertiginoso se nota en el empleo. Según un informe de la empresa de colocación ManpowerGroup, el 65% de los trabajos en los que participará la generación Z (los nacidos a partir del año 2000) no existe todavía. De este modo, una renovación y aprendizaje constante se convierten en cruciales para la generación de oportunidades laborales. Raúl Grijalba, presidente ejecutivo de ManpowerGroup en España, asegura que “la empleabilidad ya no depende tanto de lo que se sabe, sino de lo que se puede aprender, porque los ciclos de aprendizaje son cada vez más cortos”.
“La digitalización impacta en las competencias y habilidades de cada puesto y para aprovechar las nuevas oportunidades que se crean, la curiosidad y la capacidad de aprendizaje son fundamentales. También las organizaciones deben adaptarse. Solo tendrán éxito aquellas que sean capaces de combinar talento, competencias y tecnología”, explica Grijalba.
Hay que tener en cuenta que las últimas tecnologías, sobre todo los últimos desarrollos en inteligencia artificial, serán capaces de realizar tareas rutinarias manuales y cognitivas, como, por ejemplo, responder a un cliente en un call center. Hay quien dice que hasta un 45% de las tareas de los puestos de trabajo actuales podrían automatizarse con la tecnología actual. Por ello, las grandes empresas ya no buscan tanto candidatos que sepan ejecutar tareas, como que tengan las ganas y la capacidad para adquirir nuevos conocimientos y mejorar sus competencias rápidamente.
Es lo que ya hacen compañías modélicas y muy admiradas como Google. El ex director ejecutivo del buscador, Eric Schmidt, deseaba contar con muchos versatile learning animals, o grandes aprendices versátiles. Google, como otras grandes multinacionales, están fascinadas con los knowmads, otro palabro que viene de la contracción de know (conocimiento) y nomads (nómadas), en realidad, personas que pasan con facilidad de un campo de interés a otro.
Visto de otro modo, las empresas del siglo XXI quieren aspirantes a un puesto de trabajo que tengan claro lo que pueden hacer por la compañía, y no tanto lo que la compañía puede hacer por ellos. Quieren emprendedores dentro de sus paredes, aunque luego la burocracia no les deje sacar adelante sus proyectos. Y para ello, nada mejor que contratar a un personal con la capacidad de aprender intacta. Es la versión laboral de la famosa frase que el presidente John F. Kennedy pronunció el día de su investidura, allá por el 20 enero 1961: “No preguntes lo que tu país puede hacer por ti; pregunta lo que tú puedes hacer por tu país”. Pues eso.
Por Juan Cabrera