La cultura emprendedora es señalada habitualmente como un factor tanto para el crecimiento económico de un lugar como para la supervivencia, el avance y el crecimiento de las empresas.
Sin ella los negocios se desvitalizan. Se convierten en la mera gestión de un patrimonio y un equipo humano con los que se realizan una actividad. No hay más ambición que continuar con lo que se viene haciendo. Sin embargo, cuando cobra presencia en una empresa, es capaz de transformarla continuamente.
¿Qué es la cultura emprendedora?
Podemos identificar la cultura emprendedora de una organización con la habilidad para emprender. Tiene un elemento de actitud, de proclividad hacia la iniciativa empresarial. Además, supone otro de aptitud, es decir, de capacidad para ir afrontando con éxito los retos que surgen en ese proceso.
En ese sentido, podemos señalar diversos factores que construyen la cultura emprendedora:
El hecho de tener ideas de negocio
Las ideas son el motor del emprendimiento. Todo negocio, toda nueva rama o reorientación de la actividad surge de ellas. En las empresas con mayor cultura emprendedora fluyen con facilidad, pero también se saben filtrar las mejores. Se tiene un cierto olfato y una capacidad para analizar su potencial.
La iniciativa de querer poner en marcha las mejores ideas de negocio
La tarea del emprendedor no es sencilla, supone esfuerzos, riesgos y sacrificios. No todo es tener ideas, sino la predisposición para querer convertirlas en realidades. La cultura emprendedora va moldeando las organizaciones de forma que tienden a involucrarse en nuevos proyectos.
La capacidad de trasladar las ideas a proyectos sólidos
La cultura emprendedora exige crear buenos proyectos. El diseño es muy importante, hay que elaborar informes, cumplir requisitos y trámites, alcanzar la financiación necesaria, dotar los medios materiales y humanos, encontrar clientes y socios, elegir a los proveedores más adecuados, dar a conocer las iniciativas y productos…
La puesta en marcha de los proyectos y el manejo de las situaciones imprevistas
Por sólido que sea nuestro proyecto, siempre surgen imprevistos. La cultura emprendedora anima a buscar soluciones y aprovechar oportunidades.
La cultura emprendedora va mucho más allá de la constitución del negocio
Poner en marcha un negocio y que funcione es, sin duda, una satisfacción. Es la prueba de que la idea era buena y se ha proyectado y ejecutado bien.
Sin embargo, las empresas que progresan tienen una vida propia, responden a los cambios en el entorno. Deben detectar nuevas necesidades de los clientes, conocer las tecnologías más modernas, adaptarse a las reformas legislativas, fortalecer y ampliar sus redes de contactos, atender a los cambios en los precios, etc.
La cultura emprendedora llama a un permanente proceso de transformación, al perfeccionamiento de los caminos ya emprendidos, a la superación de los retos de cada momento y a la apertura de nuevos proyectos e iniciativas innovadoras.
El empresario europeo del año como ejemplo de cultura emprendedora
Este año ha recibido la distinción de empresario europeo del año un español, Vicent Berbegal, fundador y principal directivo de Actiu. Una de las razones es, precisamente, su acreditada cultura emprendedora.
Comenzó en un pequeño taller de fabricación de muebles por encargo, pero tras unos años reorientó su actividad. Vio la necesidad de crecer para crear estructuras y departamentos propios de una empresa puntera. Supo adaptarse a las necesidades de cada época tomando como punto de apoyo el diseño. Dio el salto al mobiliario de oficina y de espacios públicos y hoy es una de las más importantes referencias de ese sector.
La capacidad para reinventarse es una constante entre los líderes empresariales. Muchos han sabido dar el paso de un proyecto pequeño a un negocio muy ambicioso a través de sucesivas reorientaciones de su empresa, aprovechando siempre todo cuanto han aprendido hasta ese momento.
Por Gonzalo García Abad