El bitcoin lleva con nosotros desde 2009, aunque haya saltado a la fama mundial en 2017, a medida que su valor se disparaba. De su mano, el blockchain también ha ido haciéndose un nombre, aunque algo menos conocido. La tecnología de las criptomonedas y las cadenas de bloques tiene mucho que ofrecer. Tanto que algunos ven ya una industria en ciernes, aparcando términos como burbuja o especulación.
¿Dónde está la burbuja?
“Las criptomonedas están en 1996 en tiempos de Internet”. Esa fue una de las frases más repetidas en el panel State of the crypto, token and blockchain market, durante el 4YFN 2018 en Barcelona, con expertos como Brendan Eich, de Brave Software, Richard Muirhead, de Fabric Ventures, o Henok Tekle, de Alphachain. Hoy en día, menos de un 1% de la población tiene criptomonedas, el mismo porcentaje que hace 20 años usaba Internet. A mediados de los 90 nacía Netscape y dos décadas después más de la mitad de la población mundial está conectada.
Así, criptomonedas como bitcoin o ethereum estarían solo al principio de su camino (al menos, a nivel usuarios). Lo mismo sucede con blockchain, una tecnología de bases de datos descentralizadas y seguras que tiene la capacidad de sustituir a los intermediarios de cualquier transacción internacional.
La alta volatilidad del bitcoin –una semana valía 14.000 euros, a la siguiente 7.000– le ha valido el calificativo de burbuja, de ser algo puramente especulativo. Para los participantes de la sesión del 4YFN, de existir dicha burbuja, aún estaría muy lejos de estallar. A día de hoy, la capitalización del mercado de criptomonedas suma 470.000 millones de dólares. La burbuja de las puntocom, cuando se pinchó, valía 70 veces más, por encima de los 33 billones de dólares.
Utility tokens, security tokens y la volatilidad
Como si de fichas de casino se tratasen, cada vez más startups atraen capital mediante la emisión de tokens. Estos son como criptomonedas, pero representan algo real en la empresa, como, por ejemplo, el acceso a un servicio. Se emiten a través de un proceso conocido como ICO (del inglés, initial coin offering) y su valor no está ligado a una moneda clásica (como el dólar o el euro), sino a una criptomoneda como el bictoin. El uso de este tipo de monedas digitales se está extendiendo cada vez más, pero también aquí hay debate.
- Los utility tokens son el tipo más usado de estas fichas. El motivo es que la empresa que los genera no tiene que ligarlos a ninguna propiedad real. Funcionan como un cupón que se podrá cambiar en un futuro por un determinado servicio.
Por intentar poner un ejemplo, totalmente hipotético, imaginemos que una nueva empresa llamada Spotify está vendiendo fichas para poder usar su servicio en el futuro. Decides comprarlas para financiar el arranque de esta nueva plataforma. Años después, esta empresa es una de las plataformas de música en streaming más grandes y tus tokens, basados en tecnología blockchain, se han revalorizado muchísimo gracias al aumento de la demanda. Así, las ICO serían como una especie de evolución del crowdfunding.
El gran problema de estos utility tokens es que están tan sujetos a la especulación y son tan volátiles como cualquier otro. Y la incipiente industria del blockchain quiere controlar esta volatilidad para ganarse la confianza del gran público. - Los tokens “seguros”. En este caso, la filosofía es la misma, solo que la empresa no liga los tokens a un servicio futuro, sino a un valor en propiedad en la empresa. Es, a grandes rasgos, como si se tratase de acciones o participaciones de deuda en una compañía tradicional.
Este tipo de monedas buscan ser más estables. Aunque estén igualmente sujetas a la especulación y al crecimiento, estas están ligadas al valor real de la compañía. Además, las autoridades monetarias de algunos países las han visto como un valor más fácil de regular. Quizá no esconden un enriquecimiento repentino como el de los que adquirieron bitcoins hace cinco años (de 11 a 11.000 dólares), pero pueden tener la llave del futuro de una nueva cripto-industria.
El impacto positivo de la regulación
Medidas extra de control y prohibiciones en Corea del Sur, China, Taiwán… la regulación de las criptomonedas en algunos de sus mercados más dinámicos ha sido interpretada como un anticipo de su desaparición. Sin embargo, la regulación podría tener un impacto positivo en la industria a nivel global.
El caso más claro es el de Suiza, donde se ha establecido un marco legal para las ICO y se están desarrollando diferentes formas de tasar y regular la actividad alrededor de las criptomonedas. El resultado (inmediato) ha sido el aumento del número de ICO en el país alpino. En 2017, se atrajo capital por valor de 550 millones de dólares, siete veces más que en China y lo mismo que en Estados Unidos.
El futuro: menos inestable y más tecnología
Si 2017 fue el año del ascenso a la fama, 2018 marcará el devenir de las criptomonedas. A medida que más gente quiera comprar y trabajar con estas monedas digitales y más empresas quieran utilizar las ICO para financiarse, el sistema tendrá que ganar en estabilidad y escalabilidad.
Hoy por hoy, existen dudas sobre si el sistema de transacciones basado en blockchain podría soportar muchas más operaciones de las que tienen lugar hoy en día. Así, 2018 no será, probablemente, igual a 2017 en términos de beneficios, pero será el año en el que se den los primeros pasos hacia la democratización del sistema, más administraciones y compañías apuesten por él, y se desarrollen nuevas regulaciones y tecnologías.
Juan F. Samaniego
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