Autónomo, persigue tu ‘ikigai’

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Autónomos

El ikigai, dentro de la cultura empresarial japonesa, es un concepto de equilibrio profesional ligado a la realización personal. Trabajo, competencias o habilidades que resultan de la intersección de aquello que el mundo demanda, lo que te gusta hacer, aquello en lo que eres bueno y por lo que incluso pagarías. Y no es fantasía, es un término empresarial real.

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En Occidente lo llamamos convertir tu afición en tu profesión, algo nada de sencillo. Con cada condición de las mencionadas ,se añade un nivel extra de dificultad. Dicho esto, alcanzar el ikigai como autónomos es hoy día más posible que nunca porque nunca antes hemos tenido más oportunidades para emprender por nuestra cuenta.

El ikigai y el diagrama de Venn

Clásicamente se ha representado el ikigai japonés como un diagrama de Venn. Es decir, como un sistema de círculos que representan conjuntos que se intersectan (cortan) unos a otros. Por ejemplo, para una criba curricular quizá nos interese el total de trabajadores con varios idiomas o competencias.

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Como en el ejemplo anterior, cada nivel añadido (sabe programar, conoce el producto, tiene dotes de negociación, etc.) aporta una gran diferenciación con respecto a otros candidatos. Pero también mucha más dificultad si buscamos un candidato específico. El ikigai tiene cuatro componentes básicos.

Los cuatro pilares básicos del ikigai

Imaginemos que colocamos en un folio todos los trabajos que existen. Desde vendedor de seguros a explorador del Ártico. Por supuesto hablamos de una conceptualización, no de una lista. Lo siguiente que haremos será dibujar un círculo bastante grande con el siguiente título:

Lo que te gusta hacer. El concepto de trabajo hasta el siglo XIX era de resignación: uno debía hacer lo que tenía que hacer; no importaba si la tarea nos gustaba o no. A lo largo del XX hubo una ligera orientación a los gustos y los estudiantes podían elegir entre un conjunto de carreras. El mercado del siglo XXI se presenta como altamente vocacional, ahora elegimos en qué formarnos.

Ya que tenemos un trabajo, lo mínimo es que nos agrade, ¿verdad? El problema es que tenemos que lidiar con actividades extra. Por ejemplo, puede que nos apasione vender coches eléctricos pero que detestemos lidiar con la burocracia o la contabilidad de dichas ventas. En un segundo círculo secante que corta al primero, colocaremos estos dos apartados:

Aquello en lo que somos buenos. Ya sea de manera natural o mediante experiencia, hay ciertas actividades que se nos dan bien. Hay quien tiene un talento innato para los negocios y quien ha necesitado emprender cinco veces para conseguirlo. Al conjunto entre ambos círculos, el ikigai lo llama «pasión”.

Aquello por lo que pagarías. Con un tercer círculo, de nuevo secante a los dos ya dibujados, englobaremos nuestros hobbies. Un ejemplo en este punto podría ser disfrutar de la lectura (la pagamos) para redactar sinopsis (en lo que tenemos cierta maña), siempre que escribir estos resúmenes nos guste. Entre los dos últimos círculos, el ikigai dibuja nuestra “profesión”, entendida como profesionalidad.

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Estos tres conceptos están muy relacionados pero no tienen por qué coincidir. Por ejemplo, podemos ser muy perspicaces trabajando con bases de datos, pero que nos aburran profundamente. O nos encanta ir de escalada, y pagamos por ello, pero no valemos como monitores. A esto se añade una dificultad más:

Lo que el mundo necesita. La actividad elegida ha de tener salidas, estar demandada. De lo contrario, nuestras capacidades, aunque sean extraordinarias, no aportarán valor. Es la respuesta a la clásica pregunta de adelantarse a las necesidades del mercado. El ikigai cierra los círculos con la “vocación” y la “misión” personal.

La complejidad de encontrar tu ikigai

Si estamos poco formados, no tenemos lo que el mercado necesita. Si lo que el mundo nos pide no se nos da bien, nos encontraremos en una coyuntura similar. En caso de que algo se nos dé bien pero no nos guste, realizarlo no nos hará felices. Y así podríamos continuar con todas las intersecciones fallidas del ikigai.

Su complejidad radica en que hemos de mantener un equilibrio entre sus cuatro pilares, y en que cada uno de ellos es complejo por separado. Dicho esto, como autónomos, tenemos muchas oportunidades de realizarnos profesional y personalmente, que es sobre lo que trata el concepto japonés. De ser felices.

La mayoría de nosotros tenemos al menos un pie en uno o dos de los puntos clave del diagrama. Si tenemos trabajo, seguro que nos encontramos en “lo que el mundo necesita”. Es muy probable que además seamos buenos en ello. Que nos guste y sea nuestro pasatiempo ya es menos frecuente, pero puede conseguirse.

Las técnicas de gamificación extienden el concepto de lo que es divertido a ámbitos que antes no lo eran; añaden más patas a nuestro ikigai. Otra alternativa es el emprendimiento, en el que pasamos de algo que nos motiva y gusta, como un hobby, a una profesionalización remunerada.

La formación es una tercera vía, esta vez para convertirnos en competentes en aquello en lo que no tenemos mucha habilidad. Mucho más difícil es que nuestro actual trabajo, divertido y que se nos da bien, se convierta en nuestro hobby (por el que pagaríamos). La voluntad y un buen entorno de trabajo pesan mucho en esta última ecuación, que no es imposible.

Por Marcos Martínez

Imágenes | iStock/LightFieldStudios, Marcos Martínez, iStock/marekuliasz, Devanath

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