Mientras tratan de recuperar el tiempo perdido y hacer remontar sus negocios después del parón impuesto por el coronavirus, la mayoría de autónomos, emprendedores y pequeños empresarios viven inmersos en la incertidumbre de no saber qué pasará en las próximas semanas en caso de producirse rebrotes importantes.
Muchos de ellos acostumbraban a cogerse vacaciones todos los años, por cortas que fuesen, pero en esta ocasión y dadas las circunstancias, no lo harán. Según la Federación Nacional de Asociaciones de Trabajadores Autónomos (ATA), tan solo uno de cada cuatro trabajadores por cuenta propia, el 27,4%, disfrutará de algunos días de descanso a lo largo del verano, frente al 53,8% de 2019, por el impacto de la pandemia en la actividad económica.
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Sin embargo, si nos lo podemos permitir, y en la medida de nuestras posibilidades, deberíamos tratar de desconectar de todo este bucle de negatividad y pesimismo. No solo para recuperarnos algo anímicamente y tomar perspectiva de la difícil situación que venimos viviendo desde el estallido de la crisis, y que tuvo su punto álgido con el confinamiento, sino para tomar fuerzas ante los nuevos retos que puedan surgir de aquí a que acabe el año.
Ante este horizonte tan poco definido y no precisamente halagüeño, mantenernos alejados unos días de las preocupaciones y la rutina se hace más necesario, si cabe, que en otros periodos estivales tanto para nuestra salud física como mental. Los beneficios son evidentes.
Las vacaciones desestresan
Tomarse un respiro es una buena forma de combatir el estrés, que nos desgasta a todos los niveles: nos hace más vulnerables frente a agentes externos que deterioran nuestra salud y, a nivel mental, nos hace más rígidos y dificulta nuestra concentración. Por eso, las vacaciones suponen un paréntesis que debería ayudar a equilibrarnos física y mentalmente.
Eso sí, para ello tenemos que ser capaces de cambiar el chip, porque unos días en el pueblo o la playa no habrán servido de nada si no dejamos de anticipar problemas y dar mil vueltas a las cosas, impidiendo el debido reseteo.
No hay consenso general sobre el número exacto de días que se requieren para desestresarse de verdad -depende básicamente del tipo de trabajo y de nuestra manera de ser-, aunque los expertos sitúan ese tiempo entre los 7 y los 15 días seguidos.
Permiten recuperar los buenos hábitos de sueño
El ritmo cada vez más acelerado de nuestras vidas o la omnipresente tecnología hacen, entre otros condicionantes, que cada vez le robemos más horas al sueño. Según datos de la Sociedad Española de Neurología (SEN), solo uno de cada tres españoles duerme las horas necesarias durante los días laborables, que son las que le permiten a cada uno funcionar adecuadamente en la jornada siguiente y que suelen ser ocho horas de media.
El descanso no es una pérdida de tiempo y regenera el cuerpo, activa la memoria y nos ayuda a desarrollar el ocio, que tanto nos complementa como seres humanos. De esta manera, las vacaciones son una magnífica oportunidad para dormir las horas que realmente necesitamos y ayudarnos a sentirnos mejor. En este sentido, es aconsejable establecer durante las mismas horarios flexibles con pocas obligaciones, apagar el despertador y dormir hasta que nos despertemos de forma natural. Al principio puede que durmamos hasta 12 horas o más, pero luego solo lo haremos el tiempo que realmente necesitamos.
Fortalecen las relaciones
A menudo priorizamos nuestro trabajo y nuestras obligaciones sobre las relaciones humanas, dejando de prestar la atención que merecen familiares, pareja o amigos. Las vacaciones nos ofrecen el tiempo y la relajación necesarios para estrechar lazos con quienes teníamos más olvidados, compartiendo con ellos experiencias que nos ayudan a fortalecer los vínculos afectivos. Y es que, de acuerdo con numerosos estudios y expertos en felicidad, la interacción social, la amistad y las relaciones con la familia se colocan como uno de los pilares básicos a la hora de tener una vida equilibrada, sana y feliz.
Nos hacen más creativos y productivos
La desconexión que nos proporcionan unas buenas vacaciones influye en la manera en la que nos incorporamos a nuestras obligaciones. Por un lado, un cuerpo y, sobre todo, una mente descansados y sin altos niveles de estrés ayudan a verlo todo desde otra perspectiva, a generar nuevas ideas y a encontrar formas ingeniosas o innovadoras de resolver los problemas. Por otro lado, regresar despejados nos otorga la resistencia mental necesaria para continuar trabajando, lanzarnos con más ímpetu a la consecución de nuestros objetivos y dar lo mejor de nosotros mismos, haciéndonos más productivos.
Sin duda, tan importante es trabajar como descansar, que nos ayuda a resetearnos, cargar nuestras baterías y comenzar septiembre con más energía y vitalidad. Nada cae en saco roto y, aunque esos efectos beneficiosos de las vacaciones parezcan diluirse a los pocos días de regresar, seguramente tengan un recorrido mucho más a largo plazo en el plano físico y mental.
Imágenes | Sven Scheuermeier (Unsplash) | Xavier Mouton Photographie (Unsplash)