La reputación digital constituye un activo de indudable valor para los emprendedores, ya que, para muchas personas interesadas en sus negocios, los canales digitales constituyen un primer punto de aproximación a sus actividades. Para lograr fortalecerla, son muy importantes algunas características de los contenidos que se transmiten.
1. Mensajes útiles
El destinatario que recibe una información que puede aplicar para mejorar algún aspecto de su vida tendrá mayor interés en seguir nuestros contenidos digitales. Es probable, incluso, que encuentre por primera vez nuestra empresa buscando alguna información de su interés.
Además, cuanto más útil sea un contenido, más probable es que lo comparta con otras personas, lo que respaldará nuestra reputación digital.
2. Identificabilidad
Es importante construir un tono que identifique los valores de nuestro negocio. Debe transmitir claramente la idea de por qué no es perfectamente sustituible por otra.
En el mundo digital, las empresas que no aportan algo distintivo corren un serio riesgo de no ser visibles. Necesitamos que no solamente nos presten atención, sino que nos recuerden. En buena medida, la reputación digital surge de una suma de recuerdos.
3. Coherencia
Siempre hay que tener presente que la huella digital de una empresa marca un camino que puede ser rastreado. Una de las dificultades que pueden poner en peligro la confianza es la existencia de mensajes diferentes que puedan parecer contradictorios.
La coherencia no consiste en expresar siempre lo mismo, sino siempre lo más adecuado, conforme al proyecto y valores de la empresa. Puede haber cambios, pero hay que ser muy didácticos para que el salto sea comprensible.
4. Empatía
Al diseñar contenidos, siempre se debe pensar en el destinatario. Un error frecuente es mandar mensajes interesantes, pero no para el público que marcábamos como objetivo. En muchas ocasiones, se hace necesario diseñar varios formatos diferentes para distintos segmentos.
No solamente importa el contenido, sino también las formas. Por ejemplo, hay que trabajar mucho que el mensaje sea entendible para el público al que se dirige. Además, hay que buscar un punto de equilibrio en cuanto al volumen de información que se le ofrece. No debe ser desbordante, pero tampoco insuficiente.
5. Mensajes creíbles
La exageración es un enemigo de la reputación empresarial y, particularmente, de la reputación digital. Todo lo que digamos debe ser cierto y sostenible. De lo contrario, las críticas que recibamos, por ejemplo, a través de las redes sociales pueden ser implacables.
Para que resulten creíbles es muy importante que los mensajes dirijan adecuadamente la atención del destinatario y estén bien argumentados.
6. Sencillez
La sencillez hace más fácil comprender el mensaje, lo que facilita la confianza del destinatario. También facilita la interactividad. El destinatario que entiende lo que se le explica está en condiciones de preguntar aquello sobre lo que aún tiene dudas.
Gracias a la sencillez, nuestros mensajes pueden ser recibidos por públicos más amplios y reclamarán menos tiempo para ser entendidos y, no se nos olvide, en el mundo digital el tiempo es un valor muy preciado.
7. Actualización
Por un lado, el público quiere conocer nuestras actitudes ante las tendencias del sector. Necesita saber si las apoyamos, las rechazamos, tenemos algo que proponer, cómo nos adaptamos a los cambios, etc.
Pero, incluso en contenidos antiguos, es necesaria la actualización. No mantener al día lo que se publica puede hacer que nuestra reputación digital se resienta.
8. Compromiso con lo que se transmite
El mensaje transmitido debe ser un reflejo del compromiso de los productos de la empresa con las soluciones a los problemas reales de la gente.
Además de la lectura externa, el compromiso de los contenidos digitales tiene otra interna. El equipo humano de la empresa lo puede tomar como guía de los esfuerzos en los que participa.
La transformación digital ofrece enormes posibilidades de comunicación a las pymes. Construir una buena reputación digital requiere que cuidemos al máximo los mensajes que transmitimos.
Por Gonzalo García Abad