¿Hay más trabajo en la ciudad? Pros y contras de mudarse

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¿Merece la pena trasladarse a la ciudad? ¿Ofrecerá esta más oportunidades laborales? Cientos de miles de españoles y sus familias se hacen esta y otras preguntas análogas. Cada año, cerca de un 2,9% de la población cambia de residencia en busca de un futuro mejor. Tiende a hacerlo hacia las ciudades, donde históricamente ha estado el trabajo.

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La ciudad, núcleo de oportunidades

Con datos de 2019, el 15% de los trabajadores había cambiado de ciudad durante los últimos cinco años, según la Estadística de Movilidad Laboral y Geográfica (EMLG) del Instituto Nacional de Estadística (INE).. En 2020, pese a la pandemia, la cifra apenas varió. Y es que el cambio de trabajo o la búsqueda de oportunidades laborales es el motivo principal para moverse a otro municipio. Especialmente entre los parados.

El porcentaje de desempleados que ha cambiado de núcleo urbano lleva casi una década ‘constante’. Entre un 3,7% y un 4,7% de ellos se desplaza cada año en busca de nuevas oportunidades. Generalmente, hacia ciudades más grandes dentro de su propia provincia (el 32,3%), pero también optan por un cambio de comunidad autónoma (15,5%) u otro país (15,5%).

Actualmente siguen siendo las ciudades, especialmente las metrópolis, las que más puestos de trabajo per cápita ofrecen, y así son identificadas. Es lo que se conoce como ‘densidad de trabajo percibida’. Los miembros de una familia que cambian a una ciudad más grande tendrán más oportunidades de encontrar un empleo, e incluso de subir de salario, categoría laboral o mejorar condiciones.

Sin embargo, el auge del teletrabajo o la tecnificación de funciones agrarias (agricultura 4.0 y agricultura sostenible incluidas, especialmente combinadas) o industriales también ofrece oportunidades de trabajo de alta demanda junto a núcleos de población pequeños. La alta demanda de productos ‘de proximidad’ con distancias inferiores a 100 km convierten a estos destinos en lugares de interés.

Viajar a la ciudad hace que los costes aumenten

Un punto clave es que el coste de vida en entornos urbanos de alta densidad suele ser más elevado que el coste de vida en entornos dispersos, en parte porque en estos últimos el precio rara vez compensa el coste (sobre todo ambiental o de servicios públicos). Un baremo interesante es revisar el llamado ‘Coste de vida más alquiler’, métrica del Eurostat.

Entre las ciudades más caras en costo de vida más alquiler de España se encuentran Madrid (47,52), Barcelona (46,52), Bilbao (45,98), Palma de Mallorca (43,56) y Zaragoza (39,68). Precisamente, se trata de aquellos municipios donde más trabajo se genera y donde más demanda habitacional existe. El precio del alquiler aumenta, además, debido a la falta de construcción en algunas regiones.

Oportunidades familiares a futuro

La diferencia de coste de vida suele ser interiorizada como una inversión a futuro para las familias. De hecho, junto con encontrar trabajo para los padres, un motivo frecuente de traslado de un municipio a otro es mejorar las condiciones de vida futura de la siguiente generación, con foco en el acceso a una educación de calidad y próxima.

Dado que los centros educativos de formación profesional, universitaria o máster tienden a ubicarse en grandes ciudades o en sus proximidades, el coste tiende a valorarse como un peaje para obtener mejores condiciones de vida. Junto a estos centros de formación gravitan hubs empresariales y un mercado basado en la innovación, elementos que no pueden darse en municipios pequeños.

Innovación: nuevos trabajos ‘brotan’ por la masa crítica

Un fenómeno muy curioso que ocurre en entornos cada vez más densos, y esto incluye al pueblo frente a la aldea, por ejemplo, es que aparecen (to emerge, en inglés) trabajos que emergen si hay suficiente gente alrededor. Uno de los ejemplos más evidentes es pensar en un municipio tan pequeño que carece de tintorería. El número de prendas que necesitan lavado es bajo.

Pero a medida que van llegando nuevas familias, y el número de prendas lavables al día va aumentando, cada vez tiene más sentido abrir una lavandería local, en lugar de hacer que los habitantes se desplacen. Exactamente lo mismo ocurre con profesiones ‘nuevas’, como pueda ser la de ingeniero/a de robótica, especialista de seguridad o desarrollador/a de big data.

Los tres puestos anteriores no aparecerán hasta que en el municipio se usen robots, haya algo que ciberproteger o se manejen enormes cantidades de datos. Y eso requiere un número considerable de personas en el mismo lugar. Este fenómeno de emergencia lleva ocurriendo varios milenios, y por eso se dice que las ciudades fomentan la innovación.

Muchos pueblos o barrios periféricos tienen falta de cobertura de servicios

Como los inventos, la tecnología o los seres vivos, los municipios tienen también un ciclo de vida. Hubo un momento en que no había ningún municipio en cierta región, y llegado el momento (a menudo siglos después) este dejó de existir. El grueso de los municipios que alguna vez han existido no han sobrevivido a su declive y ya han desaparecido. Y esto presenta oportunidades.

La bajada drástica del precio del suelo, el aumento de la demanda de servicios asistenciales a mayores o la necesidad de un ultramarinos que cubra las necesidades son tres elementos frecuentes en municipios en recesión. Generalmente por pérdida de las generaciones más jóvenes y, por tanto, de la posible competencia. La desventaja es un mercado pequeño y decreciente.

En PAUs periféricos de nuevo cuño sucede algo similar, pero a la inversa: empiezan con apenas un puñado de familias a las que se van añadiendo varias decenas por semana durante años, y al principio carecen de servicios básicos. Al igual que es frecuente que los pueblos en declive pierdan su panadería, los PAUs emergentes aún no la tienen. Se trata de una oportunidad de negocio interesante.

¿Qué tipo de ciudad estás buscando para tu futuro?

A menudo conviene echar mano de datos fríos y métricas sintéticas que agrupan indicadores de calidad de vida, medioambiente, generación de puestos de trabajo, estilo de vida y un largo etcétera de factores relevantes.

Existen muchas formas de clasificar ciudades, aunque el ‘Índice IESE Cities in Motion’ está considerado uno de los mejores al atender multitud de factores. Según este baremo, en España las mejores ciudades son Madrid (#25 mundial), Barcelona (#26), Valencia (#60), Palma de Mallorca (#78) o Sevilla (#81).

Si se tiene en cuenta la demanda de la población joven, un estudio de CIA Landlord ubica Madrid (#13 mundial) como la primera ciudad española seguida de Barcelona (#18). En materia de calidad de vida, Barcelona (#43 mundial) es la primera ciudad española del índice ‘Quality of Living Ranking’, seguida de Madrid (#46).

Málaga (#54) destaca en la confluencia de calidad de vida y factor laboral, de acuerdo con el índice ‘Urban Work Life Index’. En este, las ciudades de Madrid (#41) y Barcelona (#42) siguen puntuando alto. Si se persigue la ciudad como un entorno de oportunidades futuras, el ranking ‘Smart City Index’ lista Bilbao (#24 mundial) como una de las ciudades que mejor aplica la tecnología. Detrás se encuentran Madrid (#45) y Barcelona (#49).

No cabe duda de que cada ciudad presenta unas características únicas en materia de generación de empleo y expectativas laborales, aunque en España estas tienden a concentrarse en Madrid, Sevilla, Barcelona, Zaragoza o Valencia.

Imágenes | iStock/kasto80, iStock/Alvaro Laguna

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