El mundo de los trabajadores parece dividirse entre dos tipos de personas radicalmente diferentes: por un lado, aquellos que disfrutan de su café para llevar en el bullicioso metro de la mañana, de los mojitos en las roof parties de los afterwork y de elegir cuidadosamente la ropa para su próxima reunión; por el otro, aquellos que disfrutan solo con la idea de esconder el pantalón del pijama mientras se reúnen por Skype y que no quieren ni oír hablar de ninguno de esos anglicismos: ni roof party, ni afterwork.
Pero no nos engañemos, la tendencia hacia cualquiera de estos extremos no depende de la profesionalidad ni de las ganas de trabajar de cada uno, y cada vez más empresas tienen claro que adaptar la forma de trabajo a cada uno de sus empleados puede ser una decisión más que acertada, sobre todo a la hora de mantener la motivación.
Los nórdicos (cómo no) tienen la definición
Hygge, esa mágica palabra que parece acercar el mito de la felicidad nórdica a nuestros hogares y que incluso se ha ganado una serie de televisión. Este concepto hace referencia a una forma de entender la vida disfrutando de las pequeñas cosas. Pero, por mucho que se repita últimamente, no es la única palabra danesa con la que nos debemos quedar si queremos entender la forma de pensar de nuestros vecinos del norte.
Con el objetivo de optimizar el rendimiento de sus estudiantes y trabajadores, los daneses dividen a las personas entre A-mennesker y B-mennesker (algo tan sencillo como gente A y gente B). La gente A es aquella que es más activa y despierta por la mañana, mientras que la gente B es aquella que necesita más tiempo para arrancar y que, por consiguiente, encuentra sus momentos más productivos a las últimas horas del día.
Así, con sus más y sus menos, los daneses intentan adaptarse a esta filosofía para sacar lo mejor de las personas y mantener su felicidad (y motivación) por las nubes. Ahora, hablemos claro, ¿cómo se refleja esto en la oficina?
Pues, por ejemplo, más de un tercio de los trabajadores daneses teletrabaja una vez al mes. Además, según los últimos datos, uno de cada diez lo hace tan a menudo que trabaja desde casa un día a la semana. Así, la visita del electricista o la reunión en el colegio no se interponen ni en los objetivos ni en la motivación del trabajador.
En el último año, el mercado laboral danés ha dado un nuevo paso hacia la flexibilidad de jornada y horarios. Lo que empezó como un experimento para los 45.000 trabajadores del ayuntamiento de Copenhague, se ha extendido ahora por el país. “El objetivo es que los jóvenes recién licenciados, si quieren ganar más dinero, puedan trabajar más. Mientras que los trabajadores que buscan más estabilidad o tienen hijos, quizá quieran bajarse el sueldo y trabajar menos horas. Es comprar calidad de vida”, explica Allan Pedersen, portavoz del partido SF en el ayuntamiento de Vejle.
Otro país nórdico, Suecia, ha estado experimentando con la reducción de la jornada laboral a seis horas diarias. La prueba no ha tenido los resultados esperados y algunas ciudades han decidido suprimir esta reducción de jornada por los elevados costes que generaba. Pero, aseguran, volverán sobre el tema cuando tengan una alternativa viable.
Flexibilidad, ansiada utopía
En España, la realidad es todavía otra: la mayoría de las empresas siguen basando su organización en horarios de fábrica que no se adaptan a la era digital. Un horario estricto, ligado a jornadas de trabajo de ocho o nueve horas diarias, a menudo genera frustración entre los trabajadores, que sienten que rendirían más con jornadas más flexibles o que podrían cumplir sus objetivos en menos tiempo del estipulado. Además, hoy en día, en que gran parte de las tareas se ha digitalizado, cada vez más trabajadores se plantean si el sistema actual sigue siendo el único viable.
Por ello, flexibilidad horaria, teletrabajo, la negociación del número de días de vacaciones o la posibilidad de tomarse excedencias son algunas de las iniciativas preferidas por los nuevos empresarios, cada vez más jóvenes, que parecen entender las diferencias entre sus trabajadores. Y no se equivocan a la hora de apostar por lo que se conoce como “salario emocional”. Según una encuesta reciente de Wave Application, un 76% de los trabajadores quiere horarios flexibles, priorizándolos a la mejora salarial (65%) y al crecimiento personal (55%).
La voluntad de mantener motivados a sus trabajadores, junto a la necesidad de evitar la fuga de talentos en un mundo cada vez más globalizado y competitivo, hace que muchas startups, pero también grandes empresas consolidadas, empiecen a apostar por la flexibilidad.
Pequeños intentos o grandes ideas de inspiración nórdica que, triunfen o no, representan la voluntad creciente de flexibilizar nuestros horarios y de conseguir que el trabajo pase a ser un elemento que se adapte a nuestro día a día, y no a la inversa.
Tania Alonso