Puede que todos lo recordemos: vestirse para ir al trabajo se resumía (para ellos) en trajes, camisas abotonadas, gemelos, corbatas y (para ellas) vestidos entallados y faldas de pitillo. Este estilo se impuso durante mucho tiempo en muchos lugares de trabajo de oficina.
Los tiempos, sin embargo, han cambiado definitivamente a lo largo de los siglos XX y XXI, y con ellos la ropa que nos ponemos para ir la oficina. Cada vez más empresas dejan la obligación del traje de chaqueta y pantalón y apuestan por una apariencia casual: camisa de vestir o polo, pantalones de algodón con un cinturón y zapatos para ellos, falda, vestido o pantalón con camisa de vestir, polo o suéter para ellas.
Si vas de traje, trabajas en una oficina
Hace treinta, e incluso veinte años, la vestimenta para ir a la oficina no era ni siquiera una discusión. Tampoco solía haber mucha diferencia entre puestos y jerarquías de la organización. Pero también eran épocas en las que las personas se sentaban en su puesto durante toda la jornada.
Al final de la Segunda Guerra Mundial, la moda estaba en su apogeo con Chanel y los trajes de botones. Las mujeres usaban vestidos que se ataban la cintura con las faldas que fluían. Los hombres estaban elegantes con sus trajes a medida y sus zapatos pulidos.
Jacky Keneddy era la musa para ellas. La mayoría de los hombres llevaban un traje de franela gris. Don Draper es un buen icono de aquella época.
Pequeños cambios
Posteriormente, las faldas con vuelo marcando cintura de avispa se transformaron en trajes pantalones con hombreras. En los 70 se acabaron los trajes oscuros y la moda era algo divertido. Algunos de los mejores elementos de los años 60 fueron incluso exagerados. Algunas de las mejores prendas producidas en la década de 1970 quedaban perfectamente mezcladas con el estilo de los hippies.
Pero el color casi desapareció por completo en 1979. Los tonos de la tierra, los grises, los blancos y los negros estaban de nuevo en pleno vigor, ya que la gente aparentemente se había cansado de los brillantes tonos de principios de los 70. Pero también en los años 80, los hombres intercambiaban sus trajes inmaculados con los pantalones kakis, poniendo fin a la idea de que la ropa de trabajo era sólo para el trabajo.
Es decir, en general no había grandes cambios. El traje pantalón para ellos y la falda o vestido para ellas solía ser la tónica dominante. Las modificaciones radicaban más en el color, los accesorios o el tallaje.
Llega el business casual
En la medida en que el lugar de trabajo ha evolucionado, las empresas comenzaron a implementar lo que se denomina viernes informal, la oportunidad que tenían los empleados de vestirse sin traje de chaqueta y corbata pero sin dejar de mantener un aire de profesionalidad.
Algunas empresas se dieron cuenta de que permitir a sus empleados tener un poco de margen de maniobra con respecto a sus propias decisiones de código de vestimenta conllevaba que estuvieran más motivados y, por tanto, provocaba un aumento en la productividad.
El “friday casual” surgió en la década de 1960, concretamente en Hawai, cuando se quiso trasladar la idea de que la camisa hawaiana podía ser también de negocios. Una de las primeras empresas en apostar por el «viernes casual» fue Hewlett-Packard.
Pero fue en los noventa cuando esta tendencia de la ropa informal se normalizó. Tanto que hoy en día es prácticamente el nuevo uniforme de trabajo de oficina. Con la llegada del siglo XXI, se impuso el “business casual”. O, lo que es lo mismo, trabajar con más comodidad y sin un atuendo formal.
Comodidad ante todo
Atrás han quedado los días de corbata obligatoria para las reuniones. Hoy en día, los empleados están más centrados en la tarea que en la apariencia, priman la comodidad sobre el estilo, y prefieren vestir con ropa que les permita asistir a una reunión de negocios y luego ir a tomar una cerveza después del trabajo.
Richard Branson es uno de los directivos que ha perfeccionado el aspecto informal de negocios. Los nuevos directivos de las grandes empresas tecnológicas (Steve Jobs, Mark Zuckerberg) hacen sus presentaciones en vaqueros y camisetas, lo que para muchos sigue siendo desconcertante, puesto que se preguntan si algún día estará permitido ir con bermudas y chancletas a la oficina.
Lo que está claro es que vivimos en un momento en el que la noción de uniforme está cada vez más pasado de moda, al menos cuando se trata de los códigos implícitos de la vida profesional y pública.
Por Arantxa Herranz