La desconexión digital no solo mejora la salud y el bienestar del trabajador, sino que al fin y al cabo repercute en la propia empresa, pues aumenta la productividad y genera un ambiente más propicio. Sin embargo, muchos profesionales no acaban de disfrutar de este derecho. [hde_related]
A principios de verano, un informe del portal de empleo Infojobs ponía de manifiesto que la desconexión digital sigue siendo una asignatura pendiente en España. Las cifras no admiten dudas: hasta un 75 % de los trabajadores de este país responden llamadas y correos electrónicos fuera del horario laboral.
Aunque el dato es mejor que en 2021, la pandemia y la popularización del teletrabajo, que ha desdibujado los límites entre el entorno profesional y familiar, han puesto más complicada a muchos la desconexión, y por tanto el descanso mental y la conciliación de sus tareas profesionales con la vida familiar y el ocio.
Incluso en verano, de acuerdo con Infojobs, los niveles de desconexión son bajos. En la piscina o en la playa, hasta un 64 % de los trabajadores asegura que no llega a olvidarse completamente de las tareas pendientes. Y una de cada cuatro personas reconoce que se conecta siempre que sea necesario mientras está bajo la sombrilla o viajando durante los meses de más calor.
Adiós al dolce far niente
Hace mucho que se acabaron los veranos eternos, de antes de internet y la conectividad móvil, los del aburrimiento y el dolce far niente (expresión italiana que se podría traducir por “el dulce hacer nada”). Tiempos casi impensables hoy, con los smartphones, tabletas y portátiles mostrando notificaciones y reclamando atención para ver la última foto de los amigos en las redes sociales, el último tuit del político de turno o la última ocurrencia del jefe, que no puede aguantar hasta la vuelta a la oficina y se dedica a avanzar el plan de negocio desde la hamaca de la piscina.
Pero la desconexión no se reparte igual por todos los perfiles profesionales. El peor parado es el de los hombres, de entre 45 y 65 años, autónomos y con cargo de responsabilidad. En el extremo contrario, el que más desconecta y olvida las urgencias de la oficina es el de las mujeres jóvenes (de 16 a 34 años) que trabajan por cuenta ajena y que no tienen responsabilidades directivas.
En general, a medida que un profesional asciende en la jerarquía de la empresa ve como su capacidad para desconectar también merma. Según el informe de Infojobs, hasta un 62 % de los directivos y gerentes en España afirma que se conecta fuera del horario laboral cuando es necesario, y un 55 % lo hace incluso en vacaciones. Mientras tanto, solo un 28 % de los empleados rasos está dispuesto a interrumpir su tiempo libre por una llamada o un correo relacionado con sus quehaceres laborales.
Reconocimiento legal de la desconexión digital
En todo caso, la desconexión digital es un derecho laboral reconocido legalmente en España. Y por partida doble. Y afecta a todos los empleados, incluso a los que trabajan a distancia. En concreto, se recoge en el artículo 88 de la Ley Orgánica 3/2018 de Protección de Datos Personales y Garantía de los Derechos Digitales (LOPDGDD) y en el artículo 18 de la Ley 10/2021 de teletrabajo y trabajo a distancia.
La legislación reconoce el derecho de los trabajadores a no conectarse a ningún dispositivo digital de carácter profesional o software de la empresa durante sus periodos de descanso y vacaciones. Y también a no contestar a las llamadas, mensajes de WhatsApp, correos electrónicos, videollamadas o cualquier otro tipo de comunicación digital del ámbito laboral y fuera del horario habitual de trabajo.
Las empresas, por su parte, deben respetar el tiempo de descanso, los permisos y vacaciones y desarrollar políticas internas para cumplir con la desconexión digital tras consultar con los trabajadores o sus representantes.
La falta de sanciones y el ejemplo francés
A pesar de contar con este reconocimiento legal, la desconexión no acaba de convertirse en un hábito generalizado en España porque, según los expertos, no va acompañada de sanciones y prohibiciones claras. Se trata más bien de “un derecho blando” que no está vinculada de forma directa con la seguridad y la salud en el trabajo. Tampoco ayuda el hecho de que los empleados no dejan el portátil o el teléfono móvil en la oficina cuando se van a casa y se olvidan de todo, sino que cargan con ellos a sus domicilios (muchas veces porque son de su propiedad), y eso diluye la frontera entre el trabajo y el ocio.
El interés del legislador español por la desconexión digital llegó después de la entrada en vigor en Francia, a principios de 2017, de la conocida como Loi Travail o Loi El Khomri (por el ministro socialista que la sacó adelante), que introducía este derecho por primera vez en la legislación laboral del país vecino. Y que era una respuesta al malestar de los empleados y al creciente número de casos de burnout (o trabajador quemado).
Pero también en Francia se apostó por una aproximación pragmática y exenta de sanciones. Y basada sobre todo en el consenso de empleados y empresarios, que están llamados a llegar a acuerdos salidos de una negociación conjunta. Allí se pensó que cada empresa es un mundo y que correspondía a cada entidad encontrar soluciones concretas.
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