El ‘edadismo’ tiene marcha atrás: nos lo cuentan tres personas que se han reinventado a los 50

Empresa

Cumplir años se penaliza en muchos casos en las empresas. El ‘edadismo’ o discriminación laboral por edad está extendido. Sin embargo, muchos expertos dicen que en un país como España podría ser una solución a problemas como el de las pensiones. Además, las empresas se enriquecerían con las muchas habilidades que da la experiencia y que no aporta un título académico. [hde_related] 

España es un país muy envejecido. Ni con la pandemia de la COVID-19, que se ha cebado con los mayores, esta tendencia se ha revertido. Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), en 2021 se ha vuelto a registrar un máximo de envejecimiento en la población del 129%. Es decir, ya se contabilizan 129 mayores de 64 años por cada 100 menores de 16. En 1999 la población menor de 16 todavía era mayor que la de jubilados.

Esta evolución demográfica tiene consecuencias sociales, económicas y políticas de calado. Por no hablar del sistema de pensiones, cuya sostenibilidad está en entredicho por este desequilibrio. La relación cotizante-pensionista se cerró en 2020 en 1,9, un índice que está en caída desde el año 2007, cuando era de 2,7, según datos de Adecco.

A la luz de estas cifras, son muchos los expertos e instituciones que reclaman una apuesta por retener y reubicar el talento sénior en las empresas. Para que el cumplir años no suponga un factor de discriminación laboral. A esta discriminación de las canas, tan extendida, los anglosajones la llaman ageism y la Organización de las Naciones Unidas (ONU) dice que es un problema global. En España hablamos de edadismo. Y se refleja insistentemente en las cifras del paro, que muestran, por ejemplo, que el 56% de los desempleados de más de 45 años lleva más de un año buscando trabajo sin éxito.

En Hablemos de Empresas queremos, más allá de los números y las estadísticas, dar una visión positiva contando las historias de tres personas que, a pesar de que se acercan a los 60, han logrado reconducir su vida laboral. Con esfuerzo y superando contrariedades, eso sí, pero demostrando que la edad no es obstáculo para ser útil y aportar a las empresas y a la sociedad. Es un aviso para los departamentos de recursos humanos

José Miguel: “Somos una casilla de Excel que se pone en rojo”

A José Miguel Espárrago lo despidieron de la tecnológica Indra en abril de 2020, justo el mismo día en que cumplía 31 años de antigüedad en la empresa. Sin embargo, este ingeniero de 60 años, experto en equipamiento para el sector de la defensa (como cámaras térmicas, sensores y radares) tiene también una larga experiencia comercial, y casi no tuvo tiempo de parar. 

Al cabo de dos meses le contrató SDLE, una ingeniería española que desarrolla proyectos para la OTAN y la ONU. “Por mediación de un compañero de Indra llegué a mi nueva empresa. Hice una entrevista y me pidieron un plan de negocio, y les gustó”, recuerda Espárrago, que dice que ahora está liderando un proyecto “muy ambicioso” de tres años de duración consistente en la instalación de equipos de comunicación en vehículos militares. Eso sí, reconoce que su salario se ha reducido significativamente con el cambio. 

Espárrago dice que en su nueva empresa está desarrollando proyectos muy similares a los que sacaba adelante en Indra y que por eso su adaptación ha sido rápida. En todo caso, lo que más le ha costado es asimilar la forma de hacer las cosas de su nueva compañía, o lo que él llama “la burocracia”. Además, su propósito es mantenerse al menos cuatro años más en su nueva compañía y jubilarse allí, aunque tiene intención de ir promocionando dentro de la empresa si es posible. 

Este ingeniero se queja, como el resto de entrevistados para este reportaje, de que el edadismo es un fenómeno generalizado, aunque él insiste en que se da, sobre todo, en las grandes empresas de este país. “En el fondo eres una casilla de Excel, y cuando se pone en rojo esa casilla, a los gestores les salta la alarma y te quitan de en medio. Tienen algoritmos que les dicen que estás amortizado y ya no interesas”, afirma, rotundo. 

Él lo vivió en carne propia. En 2018 logró contrataciones por valor de 13 millones de euros para Indra, y en 2019, cuando mejor desempeño estaba teniendo, lo apartaron y al poco tiempo lo despidieron. Sin embargo, Espárrago cree que las empresas se pierden mucho si relegan el talento sénior. “Cuando tienes 30 años de experiencia puedes entender cualquier proyecto. Esa carrera también te permite saber estar ante un cliente y saber venderle, algo que los jóvenes con título universitario desconocen. Moverse ante un cliente es algo que no te lo da una formación reglada”. Es otra forma de ver el talento

Yolanda se reinventó después de 20 años de bibliotecaria

Durante 20 años, Yolanda Romero trabajó como bibliotecaria. En 2013, en lo peor de la anterior crisis económica, finalizó el último contrato que tuvo en una biblioteca. Tenía 50 años y el panorama en ese sector, dominado por la precariedad y la inestabilidad, no era nada alentador. 

En ese momento llegó la reinvención profesional de Yolanda. “Realicé un máster de marketing online y comercio electrónico, en tanto se extinguía mi prestación por desempleo. Al mismo tiempo, empecé a colaborar en la empresa de una buena amiga que se dedica al marketing y a la formación. Primero fue con un contrato y posteriormente como autónoma, lo que me permitió poder colaborar con otras compañías”, recuerda Romero.

Ella reconoce que le costó tener que “venderse” como autónoma, después de muchos años acostumbrada a un sueldo fijo como trabajadora en nómina. Y gracias a eso encontró un hueco en el mundo de la formación, que es a lo que se dedica ahora. En concreto, Romero forma a desempleados, en lo que se conoce como Formación Profesional para el Empleo. Y lo compagina con cursos de marketing online que organiza para pequeños emprendedores. 

Romero está convencida de que el edadismo es un problema generalizado en las empresas españolas. Y también es consciente de las duras consecuencias que tiene. “Lo peor es que nos convertimos en parados de larga duración con muy pocas posibilidades de volver a tener un contrato estable. Si al edadismo le sumas el hecho de ser mujer, ya tenemos la tormenta perfecta del desempleo”. 

Sin embargo, también cree que cada vez se visibiliza más la discriminación por edad y considera fundamental que las empresas valoren las capacidades de los profesionales senior. “Tenemos una enorme capacidad de adaptación. El hecho de haber pasado por distintas empresas, haber tratado con todo tipo de compañeros y habernos dedicado a diferentes ámbitos profesionales nos permite tener un grado de resiliencia mucho mayor que el que pueda tener un trabajador de mediana edad”.  

Marian Álvarez: cuando la solución es el autoempleo

En 2016 y ya con 50 años cumplidos, Marian Álvarez fue despedida por la firma de teléfonos móviles BQ. Allí había firmado el primer contrato fijo de su vida para llevar redes sociales y escribir contenidos para internet. Antes de ese momento, Marian, que tiene un currículum interminable y muy fragmentado, estuvo en la prensa escrita y en televisión, donde pasó una década, y llegó a ser guionista y hasta presentadora.

Después de la decepción de BQ, empezó a llevar la comunicación de varias empresas y organismos como autónoma. Luego, a la vista de que tenía la posibilidad de facturar más con la publicación de un libro y otras colaboraciones, montó una sociedad limitada unipersonal para tener un mejor tratamiento fiscal. 

Ahora, con 55 años, Álvarez tiene claro que le será muy difícil encontrar un trabajo fijo, algo que en la profesión periodística y a esa edad está reservado a los profesionales “de cierta fama y a los muy especialistas”. Y reconoce que ser empresaria es “pesado”, porque siempre está pendiente de facturas, impuestos y otros temas “que no son escribir, investigar y generar contenido”. 

Su perspectiva laboral para los próximos años consiste en mantenerse como freelancer “sin horarios, ni días libres, cumpliendo plazos y procurando no perder ni un solo cliente”. Ella es consciente de que, con el paso del tiempo, no le ha quedado más remedio que crear su propio puesto de trabajo, acogerse a la opción del “autoempleo”, como tantos profesionales séniores de este país.

Álvarez dice que la discriminación laboral por edad la ha sufrido en casi todas las etapas de su vida profesional. “No conseguí cobrar como una sénior hasta los 33 años. Y me duró poco. Tras abandonar la televisión a los 45 por un segundo embarazo, empecé a sufrir el edadismo contrario; ya era demasiado mayor”, recuerda. Y revela que en Ikea la rechazaron para el departamento de comunicación porque no se atrevieron a darle un puesto junior cuando ya tenía 39 años y un primer hijo (de tres), a pesar de que en la multinacional sueca se quedaron impresionados por su currículum.  

Esta periodista y madre de familia afirma que, tristemente, las dos últimas crisis han dejado a mucha gente de más de 45 años fuera del sistema. “No se valora que la experiencia es un grado. Y que cuando se necesita un trabajo, la gente está dispuesta a aceptar menos sueldo o menos categoría, y que con su experiencia puede hacer maravillas”.

Y recuerda que sus jefes en BQ, que eran mucho más jóvenes que ella, siempre le agradecieron lo que ella les aportaba a la hora de lidiar con situaciones, manejar el lenguaje y “sacar tiempo de donde no lo hay”. Capacidades que da la experiencia y, en su caso, su condición de madre. Los años, en su opinión, dan recursos no tangibles a las personas, y que para una compañía pueden ser “muy, muy rentables”. 

Imágenes | iStock.com/pixelfit

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