¿Qué sabemos sobre los efectos de los robots en el empleo?

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Desde hace años, una cuestión clave si los robots crean empleo o lo destruyen. Hay estudios que conducen a diferentes respuestas que deberían ser exploradas. Y la pregunta en sí también es problemática. ‘Generar puestos de trabajo’ es un concepto demasiado amplio. La pregunta debería ser si la robotización produce puestos de trabajo de calidad. 

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El problema es que faltan datos estructurados. Aunque, de forma generalizada, la Federación Internacional de Robótica proporciona el número de instalaciones de robots a nivel mundial por año. Considera la maquinaria, la automatización en general y los robots propiamente dichos.

Sin embargo, no consigue clasificar cada robot instalado en una categoría industrial específica. De la información que se puede deducir de sus análisis, destaca el hecho de que, en 2020, 122 000 robots instalados del total de 383 000 (32 %) están incluidos en categorías industriales imprecisas. Sin la certeza sobre los datos relativos a las instalaciones de robots, resulta complejo establecer un paralelismo con el empleo que generan o destruyen.

Es más lógico argumentar que los aumentos de empleo registrados en todo el mundo, en los meses justo posteriores a los confinamientos por la pandemia, se deben a la recuperación de la producción. Y no al aumento de la robotización. Que la robotización haya influido es igual de plausible, pero establecer hasta qué punto es prohibitivo.

Es más que probable que los efectos de la tecnología en el trabajo varíen según la naturaleza de las tecnologías y el trabajo en sí. Esto se debe a que los efectos de la innovación en el empleo dependen tanto de las calificaciones del trabajador como de las capacidades de las tecnologías.

Los robots crean o destruyen empleo

El resultado parece ser, de momento, que las profesiones menos cualificadas están pagando el precio de la robotización. Los robots funcionan bien para sustituir a los humanos en tareas repetitivas, pero aún sufren en las complejas. Nada nuevo.

En 2021, el instituto de análisis italiano INAPP publicó un informe internacional en el que argumentaba que los robots crean y eliminan puestos de trabajo casi por igual. El título de la investigación, de hecho, es bastante emblemático: “Deja de preocuparte y ama al robot: un enfoque basado en actividades para evaluar el impacto de la robotización en la dinámica del empleo”. 

El informe concluye que, en ausencia de datos detallados para cada sector industrial específico, la robotización se debe considerar como neutra en esencia en la creación y destrucción de empleo. Esto, al menos, es cierto en Europa, mientras que en Estados Unidos se ha observado una reducción general de los puestos de trabajo.

El informe abarca el tema de manera más amplia. Por un lado, evalúa el impacto de la robotización en las categorías más sujetas a sustitución. Y no identifica ninguna variación destacable. Por otro, considera el impacto en los perfiles profesionales que se ocupan de la programación, instalación y mantenimiento de robótica y automatismos, cuya ocupación ha crecido un 50 % en la última década.

Lo interesante es que, según el mismo estudio, en las áreas industriales que más utilizan la robótica se han incrementado de forma más significativa los trabajos de especialistas. Este dato puede parecer obvio, pero, en una lectura más atenta, confirma que el menor coste de producción impulsa a producir más. Con efectos positivos sobre el empleo.

Un recurso que hay que gobernar

Los conceptos expresados ​​hasta aquí llevan a una conclusión general: decir que los robots crean o destruyen puestos de trabajo es engañoso. Los generan y los eliminan. Y dibujan una brecha entre profesiones más o menos reemplazables por robots, automatismos e inteligencias artificiales (IA) en general, y las que no lo son.

Los que dicen que los robots producen empleo, así como los que afirman lo contrario, están mirando solo un lado de la moneda. Además, casi siempre corresponde a una sola profesión o sector industrial. Por lo tanto, se tiende a contar solo una parte de la realidad.

Sea como fuere, en un marco en el que todavía es difícil sacar conclusiones definitivas, se insertan con fuerza las cuestiones éticas relacionadas con la robotización. Hay que preguntarse, por ejemplo, por los derechos del ser humano en la era digital. En concreto, por su capacidad de adaptarse y mantenerse integrado en la sociedad.

Por ejemplo, ya es evidente la necesidad de una mayor educación y formación para que los trabajadores adquieran las habilidades útiles para colaborar con los robots y la automatización en general. Un tema importante que también es observado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Según su observatorio, en España faltan capacidades técnicas y tecnológicas.

Por último, también se empieza a abordar la cuestión de cómo integrar las rentas de los humanos a quienes la robotización puede restringir las posibilidades profesionales. El cofundador de Microsoft, Bill Gates, ha propuesto gravar a los robots para financiar una especie de renta ciudadana universal. El debate acaba de empezar.

Por Alberto Barbieri

Imágenes I Aideal Hwa/Unsplash, Lenny Kuhne/Unsplash, Possessed Photography/Unsplash

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