En España y en el mundo occidental en general hay un problema grave de escasez de profesionales tecnológicos. O de eso que ahora llaman ‘talento’. Aunque es una cuestión que se puede revertir, como demuestra la historia personal de Alicia Míguez, que dejó su trabajo de camarera y hoy gestiona servicios cloud para empresas.
En los últimos años, millones de empresas han iniciado un proceso rápido de digitalización. Es una tendencia que, además, se ha acelerado en los últimos 18 meses con la pandemia de la COVID-19, que ha forzado a muchos empleados a trabajar desde casa y demandar desde allí servicios cloud y conexión remota a las aplicaciones corporativas. [hde_related]
El problema es que no hay suficientes informáticos que sean capaces de atender estas demandas de cambio en las compañías. Según la patronal tecnológica DigitalES, que engloba a las principales operadoras de telecomunicaciones que hay España, a día de hoy hay entre 70 000 y 75 000 puestos de trabajo sin cubrir en el sector. Y pronto serán 100 000, según esta asociación. De hecho, seis de cada diez posiciones que se abren no llegan a cubrirse, o cuesta mucho hacerlo. Este desequilibrio pone en riesgo la competitividad futura de las empresas españolas y su modernización.
En ámbitos como la ciberseguridad la falta de cualificación es alarmante. Según la asociación profesional ISC2, en todo el mundo se necesitarán tres millones de profesionales especializados en combatir ciberataques, y en España harán falta casi 30 000. Y todos los meses hay miles de empresas en portales como Infojobs reclamando un programador full-stack, un profesional versátil capaz de pelearse con las bases de datos y al mismo tiempo darle el acabado visual a una página web.
Los expertos creen que el problema tiene solución. Y pasa por una mayor colaboración entre empresas, administraciones, centros educativos de Formación Profesional y universidades. Además, consideran necesario atraer el interés de las estudiantes y mujeres a las carreras y profesiones técnicas. En un escenario generalizado de falta de vocaciones, es inviable resolver el problema del déficit de talento cuando la mitad femenina de la población no contempla la tecnología como una salida profesional.
Una conciliación imposible
Sin embargo, hay historias esperanzadoras y que pueden marcar el camino a muchos jóvenes de este país. Como la de Alicia Míguez, una madrileña de 30 años que hace poco dio un giro radical a su vida y se reinventó en el aspecto profesional gracias a la formación tecnológica.
Míguez no pudo hacer pedagogía en la universidad por falta de nota y desde los 20 años se vio abocada a trabajar en la hostelería para ganarse la vida. Sin embargo, en ese trabajo nunca llegó a sentirse a gusto. “En la hostelería, compaginar la familia con los horarios es muy complicado. Trabajaba muchas horas. De hecho, el sueldo que cobraba era casi lo de menos, porque no tenía tiempo para gastarlo”, recuerda.
Todo cambió durante un periodo de baja médica. Míguez asegura que tener aquella baja fue “una suerte” para ella porque le dio la opción de “plantearse las cosas”. “Estuve seis meses en casa y me convencí de que no podía volver al trabajo en el que estaba. Y empecé a mirar cursos y cursos”. Y en una de las redes sociales que seguía apareció un programa formativo de Microsoft y la Fundación Generation, creada por la consultora McKinsey, dirigido a jóvenes sin una particular cualificación.
Los aspirantes a entrar en este programa de formación debían estar inscritos en el Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE), tener menos de 30 años y “un mínimo nivel de inglés”. Y ella no se lo pensó dos veces. “La cuestión era renovarse o ser un ‘nini’ para toda la vida, y yo tenía claro que había que moverse”, proclama entre risas. Ella y otros 17 alumnos más empezaron a principios de 2020, en plena primera fase de la pandemia, un curso de administrador de Azure, la nube de Microsoft.
“La nube es un mundo distinto, pero muy intuitivo”
No fue sencillo para Míguez y para sus compañeros entrar en el mundo de la nube. Sobre todo porque muchos de ellos solo tenían conocimientos básicos de informática a nivel usuario. “La nube es un mundo totalmente distinto”, afirma. Aunque también reconoce que, en el fondo, tiene unos procesos muy intuitivos que, con atención, se pueden comprender y gestionar.
En todo caso, el resultado fue para ella más que óptimo. Al cabo de seis meses, y después de aprobar el curso, ya estaba contratada por una empresa (Inetum, antes Informática El Corte Inglés). Y con unas condiciones que nada tenían que ver con las que había tenido en sus anteriores trabajos. “Ahora tengo horario de 8 a 5. Y tengo la tranquilidad de tener toda la tarde libre y los fines de semana y festivos, que es algo que no pasa en muchos sitios. Antes mi día libre era el miércoles, y tenía que dar gracias”.
Además, por requerimiento de su empresa, ha ampliado su área de trabajo y hoy también es capaz de gestionar para los clientes las nubes de Amazon Web Services (AWS) y de Google. “Gestiono máquinas virtuales y redes, que son las cosas más básicas, porque luego están los arquitectos por encima”, explica.
Míguez no se equivocó de curso. La gestión de entornos cloud es hoy una de las áreas con más demanda de profesionales, según Randstad Technologies, el área de Randstad especializada en soluciones de recursos humanos del sector de las nuevas tecnologías. Los administradores de nube pública son, junto a los ingenieros expertos en big data y data scientist, los expertos en ciberseguridad y los desarrolladores full-stack, las profesiones tecnológicas más requeridas del momento en España.
El miedo a estropear las cosas
Hay muchos motivos por los que la brecha entre oferta y demanda de empleo tecnológico está lejos de cerrarse. Se habla de falta de vocaciones en los estudios técnicos (ingenierías sobre todo). También de una escasa colaboración entre empresas y centros docentes. Y de que la Formación Profesional sigue siendo la hermana pobre del sistema educativo en España, a pesar del bombo oficial. Por no hablar de la falta de interés de las mujeres por las carreras tecnológicas.
Y Míguez añade otro problema que resta y que ella detectó en el curso que le permitió dar un giro a su vida. Uno de índole psicológica y que puede afectar a la autoestima. “Mucha gente le tiene mucho respeto a la informática. Hay miedo a tocar algo y, por lo que sea, cargarte lo que ya está hecho. Todos los que están en esto deben entender que si hay que equivocarse, hay que equivocarse. Administrar Azure en el fondo es muy intuitivo, pero todo se complicaba mucho cuando el profesor me dejaba sola para que yo hiciera las cosas”.
En cualquier caso, esta administradora de la nube no se conforma con lo que ha hecho y ya está pensando en seguir formándose, siempre que su familia (tiene una hija de un año) se lo permita. “En el futuro, y cuando haya pasado la pandemia, me gustaría hacer un grado superior de administración de sistemas informáticos en red, para tener una base más tecnológica. Y no descarto hacer una carrera”. “Por expectativas que no sea”, explica entre risas.
Un cuñado que ha seguido el mismo camino
Míguez está de acuerdo con que “hacen falta informáticos por todos sitios”. Y, de hecho, ya ha convencido de ello a algún familiar, que ha acabado siguiendo sus pasos. “Yo me saqué el curso a principios de 2020 y a mediados de año, nada más acabar, empecé a trabajar. Pues bien, en ese tiempo, mi cuñado se quedó sin trabajo. Y a principios de 2021 salió otro curso del estilo, aunque esta vez dedicado a la administración de Microsoft Teams. Y yo le dije que era una buena opción profesional y que le daría la posibilidad de tener un buen horario, con sus días libres y sus tardes libres. Entró en el curso y ya está trabajando”.
La historia de reinvención profesional de Alicia Míguez puede servir de ejemplo para muchos jóvenes que hoy están desempleados o tienen trabajos precarios y mal pagados. Y que, gracias a la tecnología, podrían reconducir su vida profesional. La economía y las empresas los necesitan urgentemente.
Imágenes | Alicia Míguez, Pexels.com/Kevin Ku, Freepik.es/natanaelginting