La fatiga de Zoom existe: qué es y cómo evitarla

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Reuniones de equipo. Sesiones informativas con los jefes. Conversaciones de café. Formaciones. Quedadas con los amigos. De la noche a la mañana, hace algo más de un año todos estos espacios sociales pasaron a resumirse en una sola palabra: Zoom.

En marzo de 2020, cuando al mundo no le quedó más remedio que refugiarse entre cuatro paredes para contener la primera ola de la pandemia de COVID-19, la realidad de muchas empresas pasó a ser virtual. El teletrabajo había llegado para quedarse y las videollamadas se convirtieron en una constante en el día a día de muchos empleados y en prácticamente la única forma de contacto con el mundo exterior.

Entre todas las aplicaciones existentes, Zoom ganó popularidad de forma rápida. De acuerdo con los datos facilitados por la propia empresa, la plataforma llegó a superar picos de 300 millones de usuarios diarios durante lo más duro del confinamiento. En marzo de 2020 se produjeron más de dos millones de descargas de la aplicación al día. Como consecuencia, los beneficios de Zoom se han disparado: la compañía ha cerrado 2020 con más de 3700 millones de dólares en ventas, un 40% más que en 2019.

Sin embargo, el auge de Zoom ha tenido una cara B. Resulta que las videollamadas constantes no eran todo beneficios y que la pantalla no era exactamente un sustituto de la interacción social. Los últimos doce meses han sido también un año de fatigas; y, entre todas ellas, cada vez ganan más protagonismo la fatiga de Zoom.

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¿Qué es la fatiga del Zoom?

Quien más, quien menos ha experimentado fatiga de Zoom, aunque fuese utilizando cualquier otro software de videollamadas. En realidad, el término fatiga de Zoom empezó a popularizarse en los primeros meses del confinamiento para describir esa sensación de cansancio e incluso extenuación tras una videollamada. Ahora las primeras investigaciones científicas han demostrado que es algo real.

El equipo del Virtual Human Interaction Lab de la Universidad de Stanford (Estados Unidos) ha sido el primero en llevar a cabo una amplia investigación sobre el fenómeno. En un paper publicado el pasado mes de febrero, el director de este centro y doctor en psicología cognitiva, Jeremy Bailenson, ha expuesto las cuatro causas que han identificado y que explican por qué las videollamadas nos producen un tipo especial de fatiga.

Demasiado contacto visual y cercanía

Los seres humanos tenemos una gran cantidad de normas no verbales que rigen nuestra comunicación. Las videollamadas se saltan dos de ellas: la distancia interpersonal y las miradas directas. La sensación de estar recibiendo atención visual constante, estemos o no hablando, y la incapacidad para regular la distancia con el resto de personas son dos de los motivos que agotan nuestro cerebro. Este está buscando siempre una alternativa en una situación de la que no tiene escapatoria.

Barreras al lenguaje no verbal

El excesivo peso de la mirada es, en realidad, una excepción. Según Bailenson, las videollamadas dificultan muchos de los gestos que las personas utilizamos para enfatizar nuestro discurso o expresar nuestras emociones. Como consecuencia, se produce un sobreesfuerzo. Nuestro cerebro está siempre buscando gestos alternativos y trabajando extra para interpretar los nuevos gestos de los demás.

El cansancio del efecto espejo

“En el mundo real, si alguien te estuviera siguiendo con un espejo constantemente, de modo que mientras hablas con la gente o tomas decisiones […] te estuvieses mirando en un espejo, sería una locura. Nadie lo haría”, señala Bailenson. Para el investigador, esto sucede en las videollamadas, ya que nos vemos a nosotros mismos con una frecuencia mucho mayor de lo habitual.

No moverse no ayuda

Quietos, sentados frente a una pantalla con muchas caras, observando una cámara de frente, ni muy lejos ni muy cerca. Todos tenemos claro cómo debemos comportarnos durante una videollamada. Y es de una forma muy diferente a la que lo haríamos durante las reuniones presenciales. En ellas, los cambios de postura y los movimientos son frecuentes. “Existen muchas investigaciones que señalan que cuando las personas se mueven, se desempeñan mejor cognitivamente”, añade Bailenson.

Cómo evitar la fatiga de Zoom

La fatiga de Zoom se manifiesta como algo más que estrés y cansancio tras la jornada laboral. Los síntomas son variados e incluyen dificultad para mantener la concentración y retener información, problemas para ocupar el momento presente y participar de las relaciones sentimentales con nuestro entorno cercano, frustración e irritabilidad e, incluso, síntomas físicos como tensión muscular, dolores e insomnio.

Para reducir las probabilidades de sufrir fatiga de Zoom, la experta en salud laboral y buenos hábitos de trabajo Liz Fosslien detalla en ‘Harvard Business Review’ una serie de buenas prácticas.

La fatiga de Zoom tiene mucho que ver con una situación para la que nuestro cerebro no está preparado. Más allá de la pandemia y los agobios y frustraciones que conlleva, pasar todas nuestras relaciones sociales a la esfera virtual ha resultado más duro de lo esperado (para algunos más que otros). Una serie de buenas prácticas y, sobre todo, usar Zoom y programas similares con moderación puede ayudarnos a sobrellevar una de las muchas fatigas de este 2020.

Imágenes | Unsplash/Gabriel Benois, Charles Deluvio

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