Fiscalidad verde: un gran hito en la planificación empresarial

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La fiscalidad verde es una idea muy debatida. Un siglo atrás, los impuestos ‘pigouvianos’ (llamados así en reconocimiento de Arthur Pigou) ya generaron interés académico. En parte, estas nociones han inspirado algunos esquemas de la fiscalidad indirecta. Sin embargo, en los últimos años, ha sido el contexto de transición ecológica el que ha colocado el tema en las agendas empresariales.

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¿Qué es la fiscalidad verde?

La fiscalidad verde es una práctica que pretende ligar el nacimiento de las obligaciones tributarias a conductas, hechos o situaciones contrarios a la sostenibilidad ambiental. Por ejemplo, los relacionados con la contaminación atmosférica, la excesiva generación o mala gestión de residuos, los vertidos en el agua, los perjuicios para la conservación de los suelos, la sobreexplotación de los recursos naturales, las alteraciones en los ecosistemas, la ineficiencia energética, la producción de ruido…

Su funcionamiento no difiere demasiado de los tributos tradicionales. Debe haber una ley que marca un hecho concreto que, una vez producido, obligará a pagar y cubrir ciertos trámites. En ese sentido, la cumplimentación de modelos es muy importante, ya que se convierten en una fuente de información clave en el control fiscal.

Qué se pretende la fiscalidad verde

En primer lugar, como otros tributos, pretende recaudar dinero con el que sostener los gastos públicos. Desde ese punto de vista, cambia el foco. Ya no contribuyen tanto los ciudadanos, empresas y otras organizaciones residentes en un país y comienzan a pagar más los que no están en sintonía con la transición ecológica, procedan de donde procedan.

Esto es crucial en un contexto de amplia movilidad de capitales. Las empresas y las personas físicas pueden cambiar su residencia. Sin embargo, no pueden eludir con la misma facilidad compromisos ambientales, en especial en los principales países consumidores.

Por otro lado, actúa sobre las decisiones. Algunas prácticas de consumo o producción pueden suponer costes ambientales que no recaen en quienes ejecutan las acciones.

El objetivo del impuesto verde es hacer asumir a los responsables de las decisiones con impacto ambiental los costes sociales que no tendrían en cuenta en otro caso. Así, se reducirán las cantidades producidas o consumidas en perjuicio de la naturaleza y sus relaciones con el ser humano. Además, hay que tener en cuenta que la mayoría de los impuestos actúan de forma contraria: disminuyen intercambios ventajosos para la sociedad.

Las alternativas benévolas

Eliminar o reducir impactos negativos de las actividades empresariales en la naturaleza es posible sin impuestos. De hecho, una subvención que incentivase que las empresas cambien sus conductas puede lograr iguales resultados. 

Lo mismo se puede lograr con acuerdos sectoriales que cambien el entorno. Si en una rama de la economía la mejor respuesta para obtener beneficios es perjudicar la naturaleza, quizá un programa conjunto de compromisos, inversiones, cambios en reglas comerciales y legislación, etcétera, puede hacer que las decisiones cambien.

A priori, no es fácil saber cuándo se va a promover el cambio con impuestos y cuándo con subvenciones u otras alternativas más beneficiosas para las empresas afectadas. El reparto de costes y beneficios será distinto. Sin embargo, el resultado final, en términos de decisiones, ha de ser semejante: las empresas deben reducir sus impactos ambientales negativos. 

Los retos de la fiscalidad verde

No es fácil valorar los costes ambientales que hasta ahora no asumen sus causantes. Deben identificarse las acciones clave, ya que hay un gran entramado de relaciones dentro de los ecosistemas y los ciclos biogeoquímicos. Prácticas en apariencia inofensivas pueden estar en el origen de una cadena de efectos perniciosos. Otras que parecen más dañinas, sin embargo, pueden ser contrarrestadas por mecanismos naturales que tienden al equilibrio.

Un segundo reto es el del diseño de las obligaciones tributarias. Detrás de cada decisión suele haber una cadena. Por ejemplo, la contaminación producida por una empresa tiene toda clase de causas y repercusiones en las actividades de proveedores, trabajadores, inversores, clientes, etcétera. Pueden tomarse muchos enfoques: gravar a quien contamina, a quien consume los bienes producidos con procesos contaminantes, al proveedor de los materiales o fuentes de energía utilizados… 

Que los legisladores se decidan por una u otra alternativa tiene implicaciones operativas. El flujo de datos fiscales, los trámites y la presión fiscal indirecta serán diferentes. Las transacciones con proveedores y clientes pueden exigir nuevas tareas. Y puede que todo ello tenga un impacto en el traslado del impuesto a otros agentes en forma de mayor precio pagado o menor precio cobrado.

El poder de la anticipación

Pequeños cambios en la fiscalidad ambiental pueden derivar en grandes repercusiones empresariales. Quizá nuestro negocio no sea el sujeto pasivo de un nuevo impuesto, pero debemos estar preparados por si lo son un cliente empresarial, los consumidores, un proveedor, la competencia… 

Más allá de las obligaciones, la trazabilidad de los impactos ambientales negativos pasa a ser prioritaria. Detectar a tiempo un proveedor o un cliente que ha de cambiar sus comportamientos permite buscar alternativas. Facilita las transiciones e, incluso, los cambios radicales, ya que la ruptura de relaciones puede ser inevitable en algunos casos.

De hecho, aunque en nuestro país de residencia no se prevean grandes cambios en el corto plazo, lo que sucede en otras naciones puede impactar en toda la cadena de suministro. Para los pequeños negocios, eso se hace muy palpable cuando mantienen relaciones comerciales con grandes empresas. Poder colaborar en sus proyectos exige cumplimiento normativo ambiental y flexibilidad para adaptarse al nuevo marco de la fiscalidad verde.

Estamos ante una nueva tendencia fiscal de límites imprecisos, pero que debe cambiar muchos hábitos empresariales. Todos los negocios deben estudiar a fondo el impacto que tendrían en su entorno y estrategia los distintos escenarios de desarrollo de la fiscalidad verde.

Imágenes | Nikola Majksner, Sabeer Darr, Claudio Testa y Dave Hoefler en Unsplash 

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