“Mi mamá me mima”. ¿Alguien se acuerda? Resulta difícil encontrar a un español nacido entre mediados de la década de los 60 y la de los 80 que no haya tenido que vérselas en algún momento de su infancia con los cuadernos verdes y amarillos de Rubio. ¿Cuántos veranos se han pasado muchos uniendo puntos con lápiz para conseguir la letra perfecta? Generaciones enteras han crecido en compañía de estos archiconocidos cuadernos valencianos de perfeccionamiento de la caligrafía y el cálculo, que forman parte ya del imaginario colectivo.
Hoy, la editorial fundada en 1956 por el profesor de mercantil y empleado de banca Ramón Rubio, que empezó imprimiendo los cuadernos en su propia casa y dándolos a conocer después colegio por colegio, vive una segunda juventud. El artífice es uno de sus hijos, Enrique Rubio, al frente de la empresa familiar, con el que esta ha experimentado una gran transformación al abrirse a nuevos públicos, innovar en materiales educativos y cuidar enormemente la estética de sus propuestas.
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Hacer resurgir la fortaleza de Rubio
Corrían los años 90 cuando Enrique, licenciado en Económicas, compaginaba su faceta como pintor con el trabajo en la editorial de su padre. Hasta que el docente procedente de Geldo (Castellón), que en la década de los 50 desarrolló su famoso método para mejorar los resultados académicos de los niños españoles y que en los 80 llegó a vender más de 10 millones de cuadernillos al año, sufrió un derrame cerebral. “En 1997, de la noche a la mañana, tuve que asumir las riendas de la empresa y ponerme las pilas”, recuerda Enrique.
En aquella época, con una cultura cada vez más visual y a las puertas de la generalización del acceso a internet, las portadas de los cuadernillos tenían mucho color para hacerlas más atractivas al público infantil. Pero, en esa apuesta, las características tapas verdes de los Rubio de caligrafía y las amarillas de los de cálculo iban perdiendo su identidad, a la vez que se diluía también la de la propia marca. “¿Rubio todavía existe?’, había empezado a preguntarme mucha gente. Aquello me dolía, pero me sirvió para decidirme a dar un cambio de rumbo”, relata el director general de la firma.
Entre otras muchas iniciativas, Enrique recuperó el color verde y amarillo de las cubiertas, pero, valiéndose de su sensiblidad artística, lo hizo bajo una estética renovada, con un toque vintage, que ahora despierta la nostalgia de los hoy padres. Igualmente, en las páginas interiores, los dibujos de las actividades se hicieron más coloristas y modernos.
Una evolución estética que Enrique acompañó de una evolución en los contenidos. “Los cuadernos de los primeros tiempos incluían referencias a la religión y al Ejército; en ellos, los niños jugaban con armas y las niñas con muñecas; había ilustraciones de cigarrillos… Eran producto de su época”, comenta.
A partir de los años 70, el método inventado por su padre empezó a ser considerado por muchos repetitivo y anticuado. “Al tomar las riendas de la empresa, me di cuenta de que, aunque todo el mundo conocía la marca, muchos la asociaban al pasado”.
Así que él y su equipo se centraron en renovar los contenidos, adaptándolos al sentir de la sociedad, y en educar en los valores afines a la marca a través de ellos. “Hoy, trabajamos la igualdad de género y hablamos de la importancia del respeto a la naturaleza, de la interculturalidad, del deporte o de llevar una alimentación saludable. En vez de contar pistolas, en las actividades inculcamos el reciclaje”, sostiene.
Cuadernos para mayores y padres
En pleno siglo XXI, casi 25 años después de coger el timón de la editorial y cuando se cumplen 65 años de su fundación, Enrique Rubio ha conseguido modernizar una marca histórica y mantenerla plenamente vigente. Es más, ha hecho de la digitalización una de sus mejores armas para crecer.
Y es que con la pandemia, cuando se dispararon las ventas online con los niños de Infantil y Primaria recluidos en casa y cuando la web llegó a tener hasta medio millón de visitas al mes, muchos se dieron cuenta de que la firma valenciana era mucho más que los cuadernos clásicos que forman parte de la educación académica y sentimental de generaciones de españoles. “Usuarios que entraban casi por necesidad para buscar material para sus hijos nos conocieron realmente; vieron que teníamos mucha más variedad de producto«, cuenta Enrique.
A lo largo de todo este tiempo, los pedagogos, diseñadores e ilustradores de la editorial han desarrollado nuevas colecciones para ayudar a trabajar la plasticidad cerebral, como las centradas en el aprendizaje basado en las inteligencias múltiples y el cálculo a través del método Singapur o el ábaco japonés.
Además, el catálogo de la empresa se compone también de cuadernos de estimulación cognitiva y destrezas motoras para personas mayores, cuadernos de vacaciones que incluyen actividades del niño con los padres, de aprendizaje de inglés o los que se han convertido en uno de los productos estrella: cuadernos de caligrafía creativa o lettering, tan de moda ahora en pleno auge de los dispositivos electrónicos.
“En 1997 contábamos con 60 referencias y ahora tenemos casi 400”, señala Enrique, “y las nuevas nos están haciendo crecer mucho”, apostilla. “La idea es ir generando productos que trabajen las competencias básicas de los niños en todas sus vertientes y cerrar el círculo del aprendizaje. Esto es, empiezas a escribir con Rubio, de adulto te reenamoras de la caligrafía con el lettering y, ya de mayor, aprendes a no olvidar con los ejercicios de estimulación cognitiva”.
La digitalización como arma para hacer crecer el papel
La reconversión de Rubio emprendida por Enrique hace gozar actualmente a la firma de una salud envidiable: cerró 2020 con un 50 % más de crecimiento, con una facturación de 3,5 millones de euros. En 2021 el efecto COVID no se ha desinflado y esperan vender un 10% más que el año pasado. Desde 1997 han crecido un 300% en ventas acumuladas y el canal online lo ha hecho un 700%. “A nosotros el comercio electrónico nos ha resuelto un problema: ninguna papelería puede vender nuestras 400 referencias, pero en la web lo puedes comprar todo”, apunta el responsable de la editorial.
A mediados de 2019 abrieron su primera tienda física en el centro de Valencia, un espacio interactivo y de gran sensibilidad artística, fusión de pasado y futuro, para sumergirse en el universo Rubio.
En unos meses se trasladarán desde la fábrica de Quart de Poblet (Valencia), desde donde se producen cuatro millones de cuadernos anuales, a las nuevas y más amplias instalaciones de Paterna, también en Valencia, y estudian dar el salto al exterior con la vista puesta en Latinoamérica. “La tasa de natalidad es cada vez más baja en España y hemos de pensar en otros públicos objetivos que no sean niños y niñas, y en otros países», explica Enrique.
Si echa la vista atrás, el hijo del fundador de la técnica Rubio se siente orgulloso -sus cuadernos son hoy un material didáctico de lo más actual-, pero también una gran responsabilidad por seguir ayudando a aprender y reforzar los conocimientos adquiridos en clase de una manera amena.
Enrique cree que, si hoy su padre levantara la cabeza, le echaría una “buena bronca” por todo lo que ha hecho desde que asumiera el liderazgo. «Estás loco’, me diría», manifiesta. «Pero luego, más calmado, estoy seguro de que me daría un abrazo«.
Imágenes: Cuadernos Rubio