En 2050, el 40% de la población española tendrá más de 65 años, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Lo que suele verse como un problema puede (y debe) abordarse como una oportunidad para la economía y la sociedad. Es lo que defiende ‘La revolución de las canas’, el libro escrito al alimón por Antonio Huertas, presidente de Mapfre, e Iñaki Ortega, director de Deusto Business School.
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Un nuevo paradigma para el que ambos han acuñado el término “ageingnomics” o, lo que es lo mismo, la “economía del envejecimiento”. Eso sí, advierte Ortega, la “mayoría de nuestras estructuras sociales no tienen en cuenta la irrupción de la longevidad” y España “debe saber adaptarse” para sacarle el máximo partido. Porque en la revolución de las canas -y ahí está el reto- no se trata de ser viejos más tiempo, sino jóvenes más años.
Tanto usted como Antonio Huertas ven la longevidad como una oportunidad para la economía española.
En la España de principios del siglo XX, solo uno de cada 100 habitantes llegaba a los 65 años. Hoy, el 95% de las personas los supera. Sin embargo, en los últimos tiempos el debate sobre el envejecimiento de la población ha alcanzado tintes cuasi apocalípticos, en lugar de verse como una buena noticia. Y para gestionar con éxito los cambios en la pirámide poblacional, hay que dejar de hablar sobre los problemas y riesgos para empezar a poner el acento en las soluciones y las oportunidades.
¿Cuáles son esos aspectos positivos?
El alargamiento de la esperanza de vida permitirá que millones de personas mayores sigan trabajando, ahorrando, creando y consumiendo, lo que hará posible que nazcan nuevas industrias para servirles y nuevos emprendedores, muchos de ellos séniores, que encuentren oportunidades donde nadie pensó que podía haberlas.
La salud, las finanzas, la vivienda e incluso el mercado laboral, la educación y las ciudades son ámbitos que se transformarán en íntima conexión con la tecnología para adaptarse a la irrupción de la longevidad.
Los séniores son más leales y tienen más experiencia y ética en el trabajo.
Parecen respaldarles los datos.
Efectivamente. Hoy la mitad de los españoles mayores de 65 años son dependientes; en breve uno de cada dos turistas en el mundo será de la generación de las canas. Todas las proyecciones nos indican que la pensión pública cada vez será menor; la población urbana de mayores crecerá un 70% en la próxima década; y dos de cada tres viviendas no son accesibles en la actualidad, pero a la vez los robots servirán a los mayores como cuidadores, conductores o asesores financieros.
En este contexto de unos inéditos patrones de envejecimiento, apostamos por poner el acento en su dimensión económica como una oportunidad para el desarrollo.
¿Los mayores de 55 años son hoy casi los que más consumen?
El 40% del consumo mundial lo realizan los mayores de 65 años y en Europa las personas de entre 50 y 75 años tienen un 12% más de poder adquisitivo que el resto de edades. La OCDE ha acuñado el término “silver economy” o “economía plateada” para referirse al conjunto de las oportunidades derivadas del impacto económico y social de las actividades realizadas y demandadas por la población mayor de 55 años. Hoy ya representa el 25% del PIB de Europa, pero en 2025 supondrá el 37,8% de sus empleos.
¿La sociedad actual ‘esconde’ a los mayores?
Así es. Un eslabón de este proceso de ocultamiento es la destrucción del empleo sénior por parte de las empresas. En España solo el 44% de la población activa de entre 60 y 64 años trabaja, frente al 54% de Reino Unido, el 58% de los Países Bajos, el 59% de Alemania o el 72% de Suecia. No hay razones que justifiquen que solo un 17,39% del total de los empleados de las empresas encuestadas por People Matters tenga 55 o más años. Otro dato: la Fundación Adecco constató que la mitad de los currículums de mayores de 55 años son descartados.
Es un contrasentido porque las políticas públicas apuestan por retrasar la edad de jubilación y limitar las jubilaciones anticipadas.
El dividendo demográfico que suponen los trabajadores séniores no podrá serlo mientras no se eliminen algunos estereotipos respecto a ellos que una encuesta reciente de la Fundación Laboral San Prudencio ha conseguido echar por tierra. Los séniores no son más absentistas, pero sí son más disciplinados; no tienen resistencia a aprender cosas nuevas; ni son menos productivos, ni tienen más accidentes. En cambio, sí son más leales y tienen más experiencia y ética en el trabajo.
¿Cómo lograr que las estructuras sociales creadas con el viejo paradigma de una vida en tres etapas (juventud, madurez y vejez) se adapten y permitan que este nuevo futuro llegue cuanto antes?
Con la colaboración entre sector público y privado. El Estado tendrá que organizar el nuevo modelo, promoviendo el ahorro para que los futuros jubilados tengan capacidad económica suficiente para que mantengan su nivel de vida y continúen aportando al consumo nacional. Además, habrá de flexibilizar el mercado laboral para dar entrada a los mayores con nuevas fórmulas que permitan encajar a esas personas de 70 años o más que van a querer seguir siendo activas, por citar solo algunos de los retos del sector público.
En cuanto a las empresas, deberán adoptar esos cambios, introducirlos en su funcionamiento y desarrollar estrategias para aprovechar las oportunidades que la economía del envejecimiento va a permitir, creando, con ello, más actividad económica y, por tanto, empleo.
Los millennials y posmillennials tendrán también que asumir este nuevo paradigma y acostumbrarse a que la gente mayor sea la que más consume y la mayoría de la población.
Por eso en nuestro libro, medio en broma, medio en serio, hemos llamado viejennials a los nuevos mayores, porque se parecerán mucho a esos millennials y trabajarán codo a codo con ellos. Todos los que han nacido a partir de 1965 pasarán a formar parte de esta generación de las canas. En 1990 el porcentaje de las personas de más de 60 años en el mundo era del 9%, en 2013 era casi un 12% y en 2050 serán el 21% de la población.
La bioquímica Margarita Salas fue la primera española en formar parte de la Academia de Ciencia Estadounidense con 69 años y Nelson Mandela llegó a ser presidente de Sudáfrica con 76.
Los viejennials serán un nuevo grupo social con buena salud, en plenitud de capacidades y dispuestos a mostrar al mundo su experiencia en todos los ámbitos. Si agregamos, además, la capacidad de compra de estas personas y les consideramos hipotéticamente como si de un país se tratase, el resultado de esa nueva nación de personas mayores tendría un PIB equivalente a la tercera economía del mundo. ¿Quién se atreverá a no tener en cuenta a estos viejennials?
Imágenes | Portada: Deusto Business School, iStock