Nueve de cada diez inversores de capital riesgo valoran factores medioambientales

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Dice la consultora PwC en su reciente informe ‘Private Equity Responsive Investment Survey 2019’ que el 91% de los inversores de capital riesgo tienen en cuenta factores orientados al medioambiente. Tanto a nivel interno como en las marcas en las que invierten. Se valora a las empresas orientadas hacia valores de respeto medioambiental.

Este cambio frente a inversiones del pasado, orientadas puramente a beneficios económicos, supone un antes y un después. También aporta datos interesantes que empresas pequeñas como las pymes y las startups pueden usar en su progreso. La economía está cambiando hacia ‘lo verde’. Veamos cómo.

El dinero ‘verde’ del capital riesgo

El capital riesgo se encuentra en el ideario colectivo en el extremo liberal de los sistemas capitalistas. A menudo se habla de él como venture capital (VC) y consiste en la inversión de capital en pequeñas empresas con un elevadísimo potencial de revalorización. Va ligado a un riesgo muy elevado, por lo que en la práctica suponen apuestas del mercado en busca de una alta rentabilidad.

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Por ello es interesante conocer que nueve de cada diez de los responsables de estas grandes firmas, entrevistados por PwC, ya aplican políticas ESG en sus empresas. ESG del inglés Environmental, Social, and Governance: medioambientales, sociales y de buen gobierno.

Además, también lo hacen a la hora de invertir el dinero de sus fondos. Esto significa que entre dos startups que opten a la misma ayuda, con perfiles similares, aquella que esté involucrada en la sostenibilidad medioambiental tiene más probabilidades de entrar en una ronda de financiación.

Si este enfoque resulta interesante es porque los grandes fondos de capital riesgo valoran a nivel contable (y con valor positivo) la existencia de políticas sostenibles o sociales. Antes, las obligaciones medioambientales restaban en la contabilidad.

Sostenible: de un trámite burocrático a un plan de marketing

El cambio con respecto al pasado es acusado. Como ejemplo, en muchos proyectos sigue siendo obligatorio el análisis de impacto ambiental mediante una matriz de impacto. Esta pondera el impacto ambiental de un proyecto y busca minimizarlo.

Hace apenas unas décadas estas memorias de valoración de impacto ambiental se realizaban como trámite burocrático obligatorio. Se mantenían ocultas entre las páginas del proyecto en forma de anexo. Ahora este anexo ha ganado la categoría de «anuncio”. Lo verde y lo social se exhibe, promociona y convierte en un plan de marketing.

El motivo es que, con respecto al capital riesgo y la opinión pública, da puntos. El 81% de los entrevistados por PwC afirmaron que estos factores ESG son analizados en sus cuadros de mando al menos una vez al año. Además, el 35% de los encuestados afirman que ahora cuentan con equipos dedicados a estos aspectos. En 2016 solo lo tenían el 27%. Esto habla del fenómeno como tendencia.

Capitalismo verde y alineación de valores

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Con frecuencia se escuchan sentencias como que “el capitalismo va en contra de la naturaleza” o que “el mercado de valores no es sostenible”. No es descabellado: una empresa que venda tornillos (es un ejemplo) no puede hacer crecer su fábrica hasta el infinito. Existe un tope físico a partir del cual el entorno se resiente. De modo que hay que aportar valor sin mermar el entorno.

Las startups están posicionando el mercado del capital riesgo a favor de factores como la reducción de emisiones (83%), los objetivos de desarrollo (67%) o los derechos humanos (60%). Es decir, ya hay sectores capitalistas liberales —orientados puramente a la rentabilidad económica y al retorno rápido del capital— que incluyen valores sostenibles en sus porfolios.

Lo verde vende. Por un lado, los clientes finales de las B2C demandan productos y servicios más sostenibles. No solo de menor impacto ambiental. También están muy bien posicionados aquellos proyectos que ayudan a recuperar o restaurar una naturaleza perdida.

Una vez que estas empresas de primera línea cambian su enfoque hacia el usuario, empiezan a demandar aguas arriba de la cadena de valor productos, servicios y procedimientos que eviten ese impacto o que promuevan buenas prácticas empresariales con respecto al medioambiente y otros valores sociales. La demanda ‘eco’ se extiende, a veces con consecuencias que debemos analizar con ojo crítico.

Pymes orientadas hacia la sostenibilidad

Cabe la posibilidad de que el capital riesgo utilice una tendencia para aumentar el valor de un producto. Ya se ha visto cómo ocurría con la inteligencia artificial y cómo startups usaban el reclamo de este término para tener más papeletas en las rondas de financiación. Una adulteración del capital riesgo.

Con esta posibilidad en mente, que el mercado reaccione hacia una sensibilidad más respetuosa con el medioambiente, como puede ser la reducción de emisiones, ya supone un punto positivo. Aunque el resultado esperado sea el de maximizar beneficios, al menos ahora el capital riesgo valora respetar la naturaleza como activo. Y eso es un punto a favor para todos.

Imágenes | iStock/Witthaya Prasongsin, iStock/ipopba

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