La sostenibilidad es, en esencia, rendimiento. La optimización de los procesos productivos y el aprovechamiento energético no solo refina la calidad del producto final. También reduce los costes y minimiza los residuos, el despilfarro y las emisiones. Por ende, hablar de sostenibilidad es hablar de transformación digital.
El enorme salto cualitativo que la llegada de la quinta generación de las telecomunicaciones (5G) supone para el internet de las cosas (IoT) jugará un papel clave en este ámbito. La entrada de esta tecnología en su siguiente etapa evolutiva significa que la automatización de las operaciones productivas pasará a ser gestionada por el mismo equipamiento. Esto facilitará la eficiencia energética y la reducción de la huella de carbono.
Internet de las cosas puede definirse como la interconexión de diversos dispositivos en red, capaces de reconocerse e interactuar, así como de enviar y recibir datos de la nube y transmitirlos a las personas. Por ejemplo, las neveras conectadas son capaces de comunicar al usuario las fechas de caducidad de los alimentos a través de su teléfono móvil, y las smart TV pueden filtrar la oferta de contenidos según los gustos de su dueño. Estos dos ejemplos, acotados al ámbito del pequeño consumidor, son una sencilla muestra del inmenso campo de aplicaciones de esta tecnología.
Disrupción en todos los sectores
El IoT es desde hace tiempo una herramienta imprescindible para la sostenibilidad en segmentos productivos como la logística y los transportes. En ellos, la necesidad de aumentar la eficiencia y reducir las emisiones de CO₂ es más directa e inmediata. La penetración de esta tecnología también es notable en sectores tan dispares como el financiero, el industrial y las manufacturas.
Entidades como el Foro Económico Mundial señalan al internet de las cosas como una de las puntas de lanza de la digitalización a nivel global. Esta misma organización sostiene que efectuar una automatización progresiva y a la par rápida de los procesos productivos y los servicios cotidianos será fundamental para rechazar el avance del cambio climático y llevar a cabo los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODS) fijados por la Organización de las Naciones Unidas.
De igual modo, el potencial disruptivo del IoT se traduce en un colosal valor añadido para todos los actores del mercado. Se estima que esta tecnología aumentará su peso en la economía mundial hasta los 14 billones de dólares para 2030, gracias al impulso del5G. Datos que demuestran, una vez más, que el enfoque sostenible no es una rémora para la competitividad y la productividad, sino el camino para alcanzarlas.
La influencia del IoT en el trabajo diario de las empresas permite trazar una ruta más simple y directa hacia la consecución de los objetivos, así como eliminar pasos en la resolución de incidencias y problemas. Todo ello representa un enorme valor añadido en la transformación ecológica de la economía:
- Resolución proactiva de incidencias. Cuando se produzca una avería o cualquier tipo de disfunción, el mismo producto será capaz de informar al servicio técnico, que podrá resolverla de inmediato. Una nueva forma de asistencia al cliente que supondrá el fin de los obsoletos e ineficientes call centers con todo su gasto energético, económico y de material.
- Logística avanzada. El transporte de mercancías ya está experimentando una auténtica revolución gracias al IoT. Los sistemas integrados en camiones, barcos y drones trazan rutas más cortas y rápidas evaluando la naturaleza de las mercancías, los riesgos del trayecto y la fecha de entrega comprometida. El retorno más importante, además de una mayor satisfacción del cliente, es la reducción de las emisiones.
- Industria automatizada. En el ámbito de los sectores industrial y manufacturero, la integración de sensores y dispositivos autónomos lleva el mantenimiento de las máquinas y la fluidez de las cadenas de montaje a un nuevo nivel. Esta mejora optimiza los costes de producción y reduce los residuos y el impacto carbónico.
Entornos inteligentes para un futuro verde
En el área doméstica, la domótica o gestión digital interna de los hogares asegura ungobierno del hogar más eficiente y respetuoso con el medio ambiente. Frigoríficos, lavavajillas, iluminación, climatizadores, alarmas y dispositivos de entretenimiento evalúan sus propias tareas y los medios a su disposición. A partir de esta información, que intercambian entre ellos y con el usuario, avanzan hacia la optimización de recursos.
El siguiente nivel es el de la ‘inmótica’, es decir, la automatización de edificios. Los inmuebles digitales o smart buildings incorporan una gestión integral y automatizada que, amén de facilitar la seguridad y la comodidad de sus habitantes, mejora de forma sustancial el ahorro energético y la reducción de la huella de carbono.
El control de la electricidad, el agua y el combustible en los edificios inteligentes se lleva a cabo a través de unas instalaciones conectadas a la red. Estas monitorizan al detalle parámetros como el consumo energético, la calefacción y los recursos hídricos y posibilitan la programación de su uso. El trabajo conjunto de los dispositivos de seguimiento y gestión garantizan un mejor funcionamiento general del edificio a un menor coste económico y ecológico.
Ampliando aún más la perspectiva, el asentamiento natural para los edificios inteligentes del futuro no puede ser otro que una ciudad inteligente. No se trata, en modo alguno, de la simple concentración de casas automatizadas en un mismo enclave, sino de la integración del internet de las cosas en la misma planificación urbanística.
El vertiginoso tránsito de datos a la velocidad que proporciona el 5G hará posible avances en todos los servicios municipales. Control del tráfico, transporte público, suministro de agua y alumbrado dispondrán de elementos autónomos que llevarán a un tránsito más fluido, organizarán los horarios en función del ahorro y velarán por la salvaguarda y el mantenimiento de los recursos hídricos.
Por José Sánchez Mendoza
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