Convertir un implante electrónico subcutáneo del tamaño de un grano de arroz en un ordenador completo. Esto es lo que pretende Juanjo Tara, un almeriense de 34 años que en 2016 fundó DSruptive, una empresa dedicada a diseñar el hardware de estos dispositivos inteligentes para mejorar al ser humano a través de la tecnología. Un proyecto en línea con la filosofía del transhumanismo, que proclama que en el futuro todos seremos mitad hombres, mitad máquinas.
A principios de la década de 2010, este ingeniero informático decidía dejar su trabajo en una empresa aeronáutica en Madrid para explorar nuevos caminos en el extranjero. Se marchó a Suecia -el paraíso de los implantes- a cursar un máster en innovación y, tras terminarlo, se metió de lleno a investigar la tercera era de la computación, en la que todo está hiperconectado.
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Mientras trabajaba en Arduino, la plataforma de hardware abierto, empezó a fraguarse su idea de emprendimiento. «Veía que a mi alrededor todo se estaba volviendo inteligente con los smartphones, las smartcities, las smarthouses.., y nuestro cuerpo se estaba quedando obsoleto en este sentido, así que me dije: ‘¿Por qué no desarrollar dispositivos subcutáneos que superen los límites de la biología?», cuenta Tara a Hablemos de Empresas.
En 2015, en una conferencia celebrada en Malmö (sur de Suecia), este joven se puso, mediante un sencillo procedimiento, un implante bajo la piel para poder realizar pagos.
Poco después, él y su actual socio en DSruptive, Patric Lanhed, realizaban la primera transacción con criptomonedas del mundo con solo acercar una mano a un lector NFC, la tecnología inalámbrica, de corto alcance y alta frecuencia, que permite el intercambio de datos entre dispositivos. La demo de la tecnología que habían desarrollado, grabada y colgada luego en YouTube, tuvo una gran repercusión internacional.
«Viendo el boom, decidí centrarme en estas herramientas«, relata Tara. Tras recibir fondos del Gobierno sueco para investigar más a fondo esta materia y viajar a China para conocer de primera mano cómo se fabrican los materiales especiales de estos implantes, en 2016 echaba a andar DSruptive.
“Hoy somos una agencia de diseño de hardware, es decir, hacemos dispositivos a medida para nuestros clientes, que serán luego los encargados de llevarlos al consumidor final”, señala Tara, que desde 2018 cuenta con dos socios, el citado Patric Lanhed, y Hannes Sjöblad, uno de los mayores divulgadores del llamado biohacking.
El último prototipo que muestran a sus clientes es un hardware implantable más avanzado que los que venían usándose hasta ahora. Entre otras novedades, incorpora una luz LED. “Al iluminarse ante cualquier gestión, puedes comprobar, solo por contacto visual, que está funcionando”.
Estos implantes son una versión mejorada de los microchips. “Un chip es como un teléfono tonto, te permite llamar y enviar mensajes, pero nuestros dispositivos son como si te implantaras un smartphone”, asegura Tara. Hasta el momento, los chips solo guardaban información que podía utilizarse para una aplicación determinada (por ejemplo, para poder abrir la puerta de la oficina). Los implantes de Tara permiten almacenar diferentes datos y darles diferentes usos desde el mismo dispositivo.
Sin llaves ni tarjetas
DSruptive tiene su oficina en Epicenter, uno de los centros de innovación digital más punteros de Suecia, ubicado en el centro de Estocolmo y hogar de unas 300 empresas. En él, muchos empleados llevan implantes y los utilizan para acceder al edificio, abrir las salas de reuniones, imprimir documentos e incluso comprar snacks en las máquinas de vending. “Lo que hacen es, sencillamente, facilitarte la vida. Los puedes usar incluso para viajar en tren”, señala este ingeniero informático. Y es que la compañía ferroviaria estatal SJ se ha convertido en la primera empresa de transporte del mundo en permitir utilizar estos dispositivos como tiquet.
Probablemente, la idea de fundar DSruptive no se le habría ocurrido a Tara de haberse movido en otro contexto. Suecia lidera los progresos en este ámbito y se calcula que entre 4.000 y 5.000 personas llevan un chip bajo la piel.
“Es una sociedad altamente digitalizada -en Suecia los pagos en efectivo son ya una rareza-, que cree profundamente en el potencial positivo de la tecnología y no ve barreras morales o éticas”, dice Tara. Para los suecos, el biohacking es el paso natural. “Primero fueron los ordenadores de sobremesa, luego los portátiles, ahora los móviles y los wearables. Lo siguiente serán los implantes”, afirma rotundo.
Ser parte del próximo producto de consumo
Aunque en este asunto España se sitúa a mucha distancia de Suecia, “hay interés”, destaca este emprendedor. De hecho, en las Navidades pasadas se instaló en Almería para crear en su ciudad natal la oficina de I+D de DSruptive. “Mi idea es gestionar la empresa desde España, aunque tenga que estar viajando muy a menudo a Suecia”. De momento, busca ingenieros para el proyecto, a la vez que se pelea con la lenta y enmarañada burocracia, que contrasta con la sencillez de los trámites en el país escandinavo. “Montar un negocio allí es tan fácil como sacar un billete online de avión”.
Mientras sigue perfeccionando sus dispositivos y, por ende, ampliando el potencial físico y mental del ser humano, confiesa sus planes de futuro más inmediatos. “El teléfono móvil acabará muriendo, así que me encantaría, en los próximos cinco o 10 años, ser socio de grandes tecnológicas para hacerles el próximo producto de consumo: los implantes. También sueño con crear en algún momento mi propia línea de dispositivos”. El hombre, una vez más, con tecnología o sin ella, desafiando sus propios límites.
Biocompatibles y seguros
Estos dispositivos, del tamaño aproximado de un grano de arroz, se suelen implantar entre el dedo pulgar y el índice con un inyector tipo jeringa, un procedimiento parecido al que se utiliza para colocar piercings. “No es algo doloroso; no más, desde luego, que un análisis de sangre”, cuenta a Hablemos de Empresas Juan Melo, un emprendedor canario de 21 años que, al frente de Overload, comercializa en España dispositivos implantables de Dangerous Things, considerada la mayor proveedora de implantes con tecnología NFC del mundo.
En un año, asegura, ha vendido 100 dispositivos en nuestro país, cuyo precio medio se sitúa en torno a los 100 euros. ¿El perfil de sus clientes? Grandes amantes de la tecnología y del deporte. “Al surfista que va a la playa no le gusta estar pensando en las llaves que ha tenido que dejar en la orilla”, comenta este joven, con dos chips subcutáneos.
Llevar un diminuto pedazo de electrónica dentro del cuerpo levanta reparos y Melo rechaza posibles consecuencias para la salud y problemas de seguridad y privacidad. “Están revestidos de material biocompatible, por lo que no afectan el cuerpo humano. Además, y a diferencia del móvil, no llevan batería -son pasivos-, por lo que no tienen ninguna fuente de energía ni emiten ningún tipo de radiación. Todavía no se han reportado incidentes al respecto”, dice este estudiante de Informática.
En cuanto a su seguridad, “al no emitir ningún tipo de señal ni llevar GPS, no se pueden rastrear”. Robar información también parece difícil. “Para ello, se requiere un acercamiento a un centímetro de distancia, lo que lo hace complicado”. En su opinión, “hay dispositivos mucho más extendidos que son más fáciles de hackear”.
En caso de retirada, porque se les ha acabado la memoria o por otros motivos, la extracción es casi más sencilla que su implantación. “Al estar a un nivel tan superficial, solo es necesario un pequeño corte”.