Las lecciones de los grandes clubes de fútbol son muy ilustrativas de los retos del mundo empresarial. De hecho, nos hablan de enseñanzas que cualquier pyme o autónomo puede y debe aplicar.
Planes a corto y largo plazo
Los clubes de fútbol ‘miman’ el corto plazo. Si es necesario, cambian de entrenador, realizan fichajes en el mercado de invierno y toman las decisiones pertinentes para enderezar el rumbo.
Pero, al mismo tiempo, también sitúan la mirada en el largo plazo. Invierten en canteras, ojeadores, planifican con tiempo cómo lograr el fichaje deseado… Con ello, consiguen reducir el importe de los fichajes necesarios para acomodar la plantilla a sus necesidades. O, visto de otra manera, con el mismo dinero, pueden ser más ambiciosos en la incorporación de jugadores al equipo.
Esa perspectiva debe ser aplicable a cualquier negocio. A corto plazo, siempre hay algún margen de actuación y hay que mantener cierto control. De la misma manera, se debe planificar con tiempo suficiente inversiones, cambios en procesos, decisiones innovadoras… La planificación y el control son imprescindibles tanto a corto como a largo plazo.
Saben convertir clientes en prescriptores de marca
Los grandes clubes de fútbol entienden como nadie que un cliente es algo (bastante) más que un cliente. Es verdad que quien adquiere una entrada para un partido es, en realidad, un consumidor, pero ellos saben convertirlo en un aficionado, que es un concepto más amplio. El aficionado, de algún modo, es capaz de viralizar la marca y tiende a compartir con otras personas su pasión por el equipo.
Los clubes de fútbol, y los grandes de forma muy especial, saben convertir a esa persona que desde su más tierna infancia acude al estadio o ve un partido por la televisión, sin entender muy bien lo que observa, en un seguidor fiel para toda la vida. Incluso, algunos clubes rozan el más difícil todavía y consiguen un profundo respeto y admiración por parte de las hinchadas rivales.
Algo semejante deben saber hacer todas las empresas, por pequeñas que sean. Ese lazo con los clientes e, incluso, con sus allegados, es el eslabón que comunica la marca con otras personas. Quienes hablan con entusiasmo de nuestro negocio y no solo son fieles, son grandes ‘embajadores’. Su valor es incalculable, ya que generan una cultura alrededor de la empresa que se transmite entre familiares, amigos y conocidos.
La experiencia como una de las lecciones de los grandes clubes de fútbol
Cuando preguntamos a los aficionados de un equipo qué es lo que les gusta de él unos dirán que victorias y otros, buen juego, por ejemplo. En realidad, la mayoría buscan una experiencia, algo que trabaja las emociones para convertirlas en un sentimiento de pertenencia. La prueba es que sus seguidores están en lo bueno y en lo malo con el club.
Y ahí está una de las más importantes lecciones de los grandes clubes de fútbol. Saben llegar más allá de la proximidad, incluso hasta países muy lejanos. Y lo hacen porque construyen una historia a su alrededor, un puzle de elementos intangibles que transmiten a su público. Todos sabemos que hay algo especial muy difícil de definir, pero que es muy fácil de sentir entre los seguidores de cada equipo. Por eso cuidan tanto la previa, el ambiente durante el partido, el post partido…
Toda empresa debe ser consciente de que hay algo bastante semejante en su interior. Por impecable que sea la parte objetiva de la empresa, siempre hay elementos emocionales que hacen único relacionarse con ella. Si no se saben dominar, es muy difícil hacer prosperar la actividad.
La especial atención a los recursos humanos
Un estadio elegante, una equipación vistosa, los mejores medios para entrenar… Todo eso es muy valorable en un equipo de fútbol, pero la diferencia la marcan los jugadores y el cuerpo técnico.
Por eso no es de extrañar que toda la estrategia del club gire en torno a ellos. De hecho, una de las primeras lecciones del fútbol es que un equipo es algo más que once jugadores y unos compañeros en el banquillo y la grada. La labor del entrenador es generar sinergias que hagan posible crear entre todos lo que de forma individual sería imposible.
Ese es, en definitiva, el reto organizativo de cualquier empresa. Su plantilla está en el corazón de todas las decisiones. Saber elegirla y conjuntarla es lo que da sentido a la empresa. Es lo que proporciona un proceso interno que no podría alcanzarse solo con contratos entre partes independientes. Hay que aprender a gestionar los flujos de órdenes, datos e información y a establecer sistemas de incentivos para empleados.
Las lecciones de los grandes clubes de fútbol nos alertan de que los viejos retos de la gestión empresarial siguen más vivos que nunca. Hoy, el contexto y la tecnología marcan caminos que ningún negocio puede obviar, aunque cada uno deba elegir el suyo propio.
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