Ahora que el sushi es uno de los platos más extendidos del planeta (bondades de la globalización), le toca el turno a otra preparación japonesa, en este caso del mundo de la repostería, que está haciendo furor en Occidente: un postre a base de harina de arroz llamado mochi. Por eso no es de extrañar que, además de ser el broche a una buena comida o cena en un restaurante japonés, nos los ofrezcan en otros que nada tienen que ver con el país nipón o nos los encontremos en los lineales de los supermercados.
Por supuesto, también son tendencia en España. Detrás del éxito en nuestro país de este dulce de forma redondeada y textura gelatinosa, que se presenta en múltiples sabores y colores, está la startup Niji, creada en Barcelona en 2015 y que produce 3.000 mochis al día.
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Todo comenzó por el marcado espíritu emprendedor de su fundadora, Agnesa Novitchi, que siempre deseó tener un negocio propio. Tras instalarse en Barcelona procedente de su Moldavia natal y abrir en la capital catalana una tienda de ropa que finalmente no prosperó, esta licenciada en Administración y Dirección de Empresas no cejó en su empeño de montar algo por su cuenta. «Me costó salir del bache, pero nada cae en saco roto y de aquella experiencia aprendí lo que no hay que hacer a la hora de emprender», cuenta Novitchi, de 36 años, a Hablemos de Empresas. «Mi mente, siempre trabajando, cambió el foco y empecé a pensar qué otra cosa podía idear, hacer, vender…».
En un viaje a Moldavia surgió el clic. «Vi un puesto de mochis de toda clase de sabores y, sobre todo, colores, acostumbrada como estaba a una oferta muy limitada: de fresa, chocolate y poco más. Me enamoró y pensé: ‘Esto tiene que funcionar en Barcelona«, relata la empresaria, que había visitado Japón en su viaje de novios.
Un año hasta dar con la receta ideal
Antaño, los japoneses elaboraban los mochis para celebrar acontecimientos importantes como el nacimiento de un hijo, la construcción de una casa, una graduación o el Año Nuevo (cuando no pueden faltar). Era habitual prepararlos en las casas, como parte de una ceremonia que ocupaba a toda la familia. El relleno de su masa pegajosa y elástica -hecha con harina de arroz glutinoso- era de anko, una pasta de judía roja dulce. Sin embargo, con el paso de los años y debido a su gran acogida, los mochis han ido incluyendo numerosas alternativas al anko en su interior.
Los primeros mochis que Novitchi empezó a elaborar en la cocina de su casa en Barcelona ya no iban solo rellenos de judías rojas, sino que incluían mousses actuales y adaptadas al gusto europeo. Tras dar con unas cuantas buenas recetas de mochis que innovaban en sabores, pero fieles a la tradición de su textura y forma, esta emprendedora pasó a prepararlos para un restaurante japonés, lo que le permitió ir recibiendo casi instantáneamente el feedback de los clientes y de los dueños y trabajadores del local.
«Tardamos un año en dar con la receta ideal porque, aunque la masa es muy fácil de hacer, tienes que encontrar la proporción exacta de ingredientes para que no quede seca, no se rompa y se mantenga en perfectas condiciones. A partir de ahí, puedes rellenarla casi con cualquier cosa, depende de la creatividad y saber hacer del repostero».
Un complicado camino para abrirse paso
Tras «ese esfuerzo de I+D», Novitchi elaboró un plan de negocio que le permitió obtener un crédito de la Empresa Nacional de Innovación (Enisa). Con él puso en marcha un pequeño obrador con un objetivo claro: vender sus mochis artesanales directamente al emergente sector de los restaurantes japoneses en Barcelona. Pero ganarse su confianza no fue sencillo. «Me decían que si detrás de estos postres no había un cocinero japonés, era complicado. Ahora, yo siempre iba con mis muestras y, cuando las probaban, no había marcha atrás», recuerda orgullosa la fundadora de Niji, que significa «arcoíris» en japonés, un guiño a lo colorido del producto y a la imagen de marca.
Hoy Novitchi ha conseguido que estos adorados pastelitos formen parte de las cartas de postres de decenas de restaurantes, no solo de Barcelona, sino también de Valencia o Madrid. También los ofrecen a hoteles, para eventos y a empresas de catering.
«A medida que íbamos creciendo, mucha de la gente que probaba nuestros mochis preguntaba que dónde los podía comprar, así que abrimos un tienda en la calle Vallespir, 141, en la que tenemos también la opción de delivery«, prosigue la responsable de Niji. Y es que sus fans son sus “mejores comerciales”, asegura. «Van a sus restaurantes japoneses habituales y les comentan que por qué no tienen los mochis de Niji, con lo ricos que están, y ¡los propios establecimientos nos los acaban pidiendo!».
Calidad, innovación y cuidado de los detalles
En la actualidad, Niji emplea a 28 personas -10 trabajan en el obrador- y desde su nacimiento casi ha triplicado cada año su facturación. Un volumen de negocio que se verá incrementado en los próximos meses gracias al acuerdo que ha firmado con El Corte Inglés y que le ha permitido abrir cinco córneres de venta de mochis: dos en Barcelona, dos en Madrid y uno en Valencia.
¿La clave de su éxito? Novitchi responde rápido: «La calidad de los mochis, que son artesanales, nuestra innovación en variedad y el cuidado de todos los detalles, no solo en lo que se refiere a ofrecer un buen producto, sino a brindar al cliente una buena experiencia de compra».
Crecer en Madrid y dar el salto internacional
Para hacer frente a su expansión, Niji logró en 2019 que Caixa d’Enginyers le concediera un préstamo que le ha permitido trasladar la producción a un obrador de mayores dimensiones en Cornellà de Llobregat. «El anterior se nos quedó pequeño; no damos abasto, tenemos mucha demanda de restaurantes y del cliente final en la tienda. Las pasadas Navidades, nos las pasamos trabajando casi 24 horas», señala Novitchi, que hace malabares para compaginar su dedicación a la empresa con el cuidado de su hija pequeña.
Aunque su sueño es que Niji se convierta, con el tiempo, en una multinacional, sus planes de futuro inmediatos pasan por crecer en Madrid -«donde hay mucho mercado»-, «mirar a Portugal» con visos de dar el salto internacional e incluso lanzar una línea de tiendas franquiciadas para la venta de sus mochis multicolores de 22 sabores. “Aunque buena parte de todo ello dependerá de la financiación”, matiza.
Japón aún queda muy lejos, pero esta joven empresaria está convencida de que a sus bocados dulces de limón y jengibre, de frambuesa y rosa, de tres chocolates o del típico anko, entre otros, no le faltarían fans. «Ponemos un córner de nuestros mochis en Japón y alucinan. Tienen mucho éxito entre los japoneses que vienen a España y los prueban. Son gente muy tradicional, pero a la vez muy moderna, sobre todo los más jóvenes». Es lo que tiene la globalización con sus caminos de ida y vuelta.
Imágenes | Niji