La confianza empresarial es uno de los elementos más importantes en cualquier tipo de actividad. Por ello, aunque no figure en la contabilidad por no cumplir los requisitos de la definición de activo, ni los criterios de registro o reconocimiento, es uno de los elementos intangibles que deben cultivarse. Veamos cómo se hace y qué beneficios obtendremos.
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La confianza empresarial como palanca de cooperación
La cooperación es una de las fuerzas que mueven los negocios. Una empresa es, hasta cierto punto, un instrumento que debe encauzar muchas experiencias humanas hacia la colaboración. Ejemplos de ello son las relaciones laborales y los contratos con clientes y proveedores.
El reto radica en generar la expectativa de que la cooperación va a ser la mejor alternativa para cada una de las partes. Y, para lograrlo, se utilizan señales como la reputación, la experiencia pasada, las certificaciones, las auditorías y la estrategia de comunicación interna y externa, entre otras. Además, la confianza no solo se asienta sobre aspectos objetivos, sino también sobre otros de carácter más intuitivo y emocional.
La confianza de los trabajadores
En el caso de los trabajadores, la primera piedra para consolidar su confianza es la credibilidad del proyecto empresarial. Unos buenos procesos de planificación, gestión y control son requisitos para que el clima sea de expectativas favorables.
Además, hay que añadir al ‘cóctel de la confianza’ otros elementos más dirigidos a los propios trabajadores como el sistema de incentivos, prácticas motivadoras y una actitud empática, entre otros.
Por otro lado, la confianza en la empresa también se traslada a las relaciones entre compañeros. En los primeros momentos de una colaboración, es más fácil que se pueda confiar en los nuevos compañeros cuando se confía en la empresa. Además, se genera un entorno en el que se cree en la viabilidad a largo plazo de los lazos que se forman y, con ello, se está incentivando a la cooperación.
La confianza contractual
Para que una empresa pueda ganar valor y tamaño necesita abordar el reto de contratos más complejos. Por ejemplo, se prestan nuevos servicios o se venden bienes con los que tenemos menos experiencia, se añaden características complementarias, se trabaja en entornos geográficos distintos o para segmentos diferentes o, incluso, se traspasan las fronteras del país de origen.
Es habitual, por tanto, que nos enfrentemos a situaciones imprevisibles tanto con clientes como con proveedores. Desde esa perspectiva, la confianza anima a contratar y a superar juntos las dificultades que puedan surgir.
A partir de ese convencimiento, la confianza se convierte en principio y fin de las relaciones de colaboración entre empresas más estrechas. Gracias a ella, se apuesta por alinear esfuerzos y recursos en una misma dirección. De este modo, no solo se busca obtener beneficios mutuos, sino también potenciar la confianza hasta un punto en el que sea factible una asociación más intensa y fructífera. En definitiva, se crea un círculo virtuoso.
La confianza financiera
Las finanzas empresariales también se asientan sobre la confianza. Los inversores dejan en cada proyecto y en sus gestores una parte de su futuro. De hecho, palabras como ‘crédito’ vienen de que no solo se provee unos fondos, sino que también se otorga credibilidad al negocio o, al menos, a la posibilidad de recuperar el dinero con retornos que compensen los riesgos asumidos.
Por eso es tan importante realizar una buena presentacióncuando se pretende captar financiación. No solo se quiere convencer de que tenemos un buen plan, sino también de que su ejecución queda en buenas manos.
Como resultado, una empresa que genera confianza obtiene más financiación y en mejores condiciones. Los socios acceden a retener beneficios para reinvertirlos y a participar en ampliaciones de capital. Los proveedores de financiación ajena dan su aprobación más rápido, exigen tipos de interés más reducidos, solicitan menos garantías, facilitan plazos más largos, etcétera. Y todo ello se nota especialmente cuando se abordan proyectos complejos o arriesgados.
La confianza como factor estabilizador
De forma inevitable, todo negocio tiene que afrontar perturbaciones negativas del entorno. Como consecuencia, algunas expectativas no se cumplirán y, por lo general, será necesario practicar medidas correctivas. Además, es probable que haya que asumir algunos daños y establecer compensaciones y responsabilidades.
En ese proceso, la confianza se convierte en un factor clave de construcción y aceptación de soluciones. Es lo que sucede, entre otras situaciones, cuando nos reunimos con un cliente habitual, con un trabajador clave o con nuestros socios para abordar juntos un problema.
Además, los percances se convierten en una prueba de confianza. Cuando las partes saben hallar puntos de encuentro, la experiencia contribuye a reforzar la confianza para el futuro.
La confianza es un factor clave para el avance de los negocios. Su cultivo se transforma en relaciones más cooperativas y resilientes que contribuyen a la estabilización y promoción de la empresa.
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