El ‘low-code’ democratiza el desarrollo de ‘software’ en las empresas

Empresa

Aunque cada vez más se acortan los tiempos y los recursos necesarios para que las empresas creen de la nada una app o construyan una solución para gestionar cualquier proceso de negocio, la programación es un mundo ciertamente engorroso. Las llamadas técnicas agile, donde el trabajo de desarrollo se divide en equipos que colaboran y donde las soluciones evolucionan al paso de las necesidades, han mejorado mucho las cosas, pero fabricar software sigue siendo una actividad bastante compleja técnicamente, muy de prueba y error. Y muchas veces está abocada al fracaso. [hde_related]

Según un informe de IDG, en España un 12% de los proyectos de desarrollo que solicitan las grandes empresas al departamento de informática o a terceros nunca se ejecutan, mientras que un 13% queda sin terminar y un 21% se pone en marcha, pero no llega a estar a la altura de las necesidades. En fin, el desarrollo de aplicaciones y programas es frustrante.

El mismo estudio de IDG asegura que en Europa las grandes empresas suelen hacer, por término medio, 230 solicitudes de desarrollo de aplicaciones al año, y la mitad de ellas acaban en un cajón o en la basura. En gran parte de los casos, la falta de personal cualificado tiene la culpa de que estos proyectos no salgan adelante. Las empresas tienen exprimidos a sus equipos de informática. Muchas veces no tienen tiempo sino para mantener los sistemas existentes y no pueden dedicarse a innovar.

Un juego de arrastrar y soltar

Pero ¿qué diría un director de informática que no puede abordar la transformación digital de su compañía por falta de recursos y un buen día se encuentra con que todos los empleados son capaces de hacer desarrollo de software? Es de suponer que se pondría muy contento y sentiría un gran alivio. Pues bien, en cierta medida eso es hoy posible gracias al low-code.

El término es relativamente reciente. Lo acuñaron dos analistas de Forrester, Clay Richardson y John Rymer, en un informe publicado en 2014. En esencia, low-code remite a plataformas que permiten construir aplicaciones de una manera muy intuitiva y donde el desarrollo de código es mínimo.

Estas plataformas tienen una interfaz visual potente y los elementos vienen preconfigurados. Solo hay que arrastrarlos y soltarlos (lo que los ingleses llaman “drag and drop”). Además, el sistema facilita los conectores para que las partes funcionen, o incluso para que se entiendan con soluciones de terceros.

El low-code supone pues la democratización del desarrollo de software, que ya no tiene que depender de expertos, sino que puede ser asumido por cualquier empleado en la empresa, y sobre todo por aquellos que mejor conocen el negocio y por tanto la forma de interactuar con los clientes. Se podría decir que las plataformas low-code son la versión adulta de los intuitivos lenguajes de programación con los que muchos niños están dando sus primeros pasos en el mundo del software, como Scratch o Tynker.

De todas formas, no hay que confundir los entornos low-code con los No-Code. Los primeros suelen requerir ciertos ajustes a nivel de código para personalizar los proyectos. Por esta razón, en el universo low-code casi siempre es necesaria la asistencia técnica del personal informático de la empresa o de una firma externa.

Facilidad, rapidez, escalabilidad…

En todo caso, los expertos destacan las múltiples ventajas del low-code para las empresas, y hablan de facilidad (la inversión inicial en formación, configuración y despliegue es mínima), rapidez (permite lanzar aplicaciones en minutos, y no en meses) y la escalabilidad (se pueden adaptar las soluciones a un número creciente de usuarios y de emplazamientos geográficos).

En los últimos años han surgido muchas plataformas que facilitan el desarrollo de aplicaciones low-code en las empresas. Una de las últimas proviene de la mismísima Google, y se llama Google App Builder, muy orientada a la creación de apps para smartphones. Las plataformas low-code suelen tener versiones gratuitas, y en las versiones de pago los precios suelen partir de 9 o 10 euros por usuario y mes.

Además de Google App Builder, otras plataformas muy recomendables son las de OutSystems, que viene cargada de funcionalidades; Kissflow, que elimina completamente la necesidad de escribir código; Appian, muy usada para entornos móviles; o Zoho Creator, uno de los líderes del mercado, pero que, eso sí, no tiene soporte para integrar aplicaciones de terceros.  

Imágenes | iStock.com/Scyther5 / iStock.com/Z_wei / iStock.com/Gorodenkoff

Archivado en
Subir