La pirámide de Maslow, aplicada a la empresa

Empresa

Pocas obras de ficción han ilustrado mejor el funcionamiento de la pirámide de Maslow como ‘Los dioses deben estar locos’ (Jaimie Uys, 1980). La película retrata a una tribu aislada de bosquimanos cuya feliz vida da un vuelco cuando un helicóptero deja caer sobre sus tierras una botella de Coca-Cola. Inmediatamente atribuyen al objeto un origen divino y le dan múltiples usos: les sirve como lupa para hacer fuego o como soporte de curtido de pieles, entre otros. La ‘cosa’, que nunca antes habían visto ni mucho menos necesitado, se convierte en un artículo de primera necesidad. [hde_related]

Los anhelos son un pozo sin fondo: la consecución de una meta nos lleva, invariablemente, a marcarnos otro objetivo. Esto genera un permanente estado de insatisfacción que actúa como motor de progreso. De lo contrario, no habríamos descubierto la agricultura, navegado hasta América o pisado la Luna. 

Con esta premisa, el psicólogo Abraham Maslow diseñó su famosa teoría sobre la motivación humana, sintetizada en una pirámide que estratifica los distintos tipos de necesidades: una vez cubiertas las más elementales (en la base), se pasa a los siguientes niveles hasta llegar a las más avanzadas (en la cima). 

En el caso de los aborígenes de la película, la aparición de la botella fue el acicate que les hizo transitar del primer nivel al segundo. Sin embargo, este modelo no se limita al ámbito antropológico, sino que tiene aplicaciones en los más variados segmentos de la actividad humana, incluyendo el mundo de la empresa.

Las plantas de la pirámide

El funcionamiento de la pirámide es ascendente y unidireccional. Satisfechas las necesidades básicas, se desarrollan otras más sofisticadas; así se va subiendo por los distintos pisos hasta llegar al tope. Tenemos, en total, cinco niveles:

  1. Base: necesidades fisiológicas. Comunes a todas las personas y sobre las que se construyen todas las demás. Engloban todas aquellas actividades imprescindibles para evitar la muerte biológica: respirar, alimentarse, protegerse del frío y del calor extremos, etc.
  2. Seguridad. Asegurada la supervivencia física, las prioridades se orientan a conseguir lo necesario para garantizar la estabilidad y el futuro: techo, empleo, dinero… 
  3. Socialización. Si nuestra especie ha sobrevivido y prosperado, ha sido gracias a la colectividad. Para garantizar la cohesión del grupo, la evolución ha dotado a los seres humanos de un conjunto de pulsiones que les empujan a relacionarse con sus congéneres: la atracción amorosa y sexual, el afecto familiar y la amistad son algunas de ellas.
  4. Reconocimiento. Ya integrados en la tribu, nace la necesidad de afirmar nuestra importancia y valía, frente a los demás (posición, honor, reputación) y frente a nosotros mismos (autoestima).
  5. Cúspide: realización personal. Hemos llegado a la cima de la pirámide, donde se sublima la naturaleza humana y su hecho diferencial respecto al resto de especies. En este punto, el individuo es consciente de sus logros personales y está complacido con el desarrollo de su potencial.

De lo individual a lo colectivo

El camino que transita una persona a través de la pirámide de Maslow es perfectamente extrapolable a una sociedad. Según va quemando etapas en su desarrollo económico, la gobernanza irá cambiando sus prioridades, de la provisión de agua potable y saneamiento a la financiación de estudios de posgrado para los jóvenes más brillantes. En un punto intermedio estaría la implantación de instituciones de justicia, policía, etc.

Por consiguiente, desde una perspectiva de marketing podemos decir que cada una de las fases de la pirámide de Maslow es un nicho de mercado: las compañías adaptan su producto y su estrategia comercial al estrato de necesidad en que se encuentre la demanda.

La trayectoria de un proyecto empresarial también puede interpretarse bajo este prisma. Los distintos estratos de la pirámide son reconocibles en cada uno de los estadios de la evolución de un negocio, desde su nacimiento hasta su consolidación. Pongamos el ejemplo de una fábrica de tornillos:

En el entorno de trabajo

En el ámbito laboral, la carrera profesional también es fácilmente equiparable a la pirámide de Maslow. El trabajador arranca desde la base, con un empleo de perfil bajo que satisface sus necesidades de orden inferior, e irá subiendo con mayor o menor éxito según su nivel de compromiso, ambición y talento.

El catalizador que nos hace pasar de un piso a otro puede asumir muchas formas: en el caso de los bosquimanos de ‘Los dioses deben estar locos’, era una vulgar botella de vidrio. Para el empleado de una multinacional, puede ser un sueldo de muchos ceros, o un puesto de mayor responsabilidad y jerarquía. El motivo que subyace, sin embargo, es siempre el mismo, en el desierto del Kalahari o en la City de Londres: nuestra necesidad ancestral de trascender, de ir siempre más allá y dejar un legado.

Por José Sánchez Mendoza

Imágenes | Shutterstock: TarikVision, AAQ, pathdoc

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