Cada año, ocho millones de toneladas de plásticos terminan en el océano. En ponerle freno a esta alarmante cifra se esconden también oportunidades de negocio e innovación.
De estos 8.000 millones de kilos, menos del 20% se producen en el propio mar. La mayoría procede de la tierra y desemboca en los océanos a través de ríos y puertos. Es allí donde la organización neerlandesa Recycled Island Foundation ha decidido ponerle cerco. Hoy tienen proyectos en marcha en varios puntos de Europa y Asia. Pero todo empezó en el mayor puerto de mercancías del Viejo Continente: Rotterdam.
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“La mayor parte de los plásticos que llegan al mar lo hacen a través de los ríos y los puertos. En Rotterdam tenemos ambos. Así que la ciudad tenía potencial. Propusimos al Ayuntamiento frenar la contaminación recolectando los plásticos antes de que saliesen al mar y hacer algo valioso con ellos”, explica Ramon Knoester, fundador de la fundación. “Así obtuvimos el permiso para empezar y desarrollar la primera idea, los parques flotantes”.
Fue este primer proyecto el que les valió también la atención internacional. Mediante una serie de trampas para plásticos recogían basura del río y el puerto de Rotterdam. Esta se transformaba a su vez en una serie de estructuras flotantes que se convirtieron en un parque de 140 metros cuadrados inaugurado hace ahora un año en la zona de Rijnhaven.
Los inicios de Recycled Island Foundation
Sobre el papel, Recycled Island Foundation nació en 2014. Pero todo empezó a gestarse mucho antes. En el año 2004, Ramon Knoester lanzaba su propia compañía de arquitectura con la idea de cambiar las cosas. “Hacer cambios en nuestra sociedad, en nuestros hábitos, en el medioambiente”. Y en esas estaba cuando leyó un artículo sobre la acumulación de basura en el Pacífico.
“Entendí que era necesario buscar una solución. Empecé a preguntarme si sería posible reutilizar todo ese plástico que estaba flotando en nuestro entorno. Así que empezamos a darle vueltas a la idea de recoger el plástico y reciclarlo para crear nuevos hábitats flotantes”, explica Knoester. El primer esbozo de idea fue recoger el plástico del océano y hacer una gran isla de material reciclado. De ahí lo de Recycled Island Foundation.
“Pero la gran barrera era que recuperar el plástico en el océano es complicado y muy caro. Así que empezamos a buscar las fuentes más cercanas de contaminación. Empezamos a pensar en las costas, en las playas y en los ríos”. Al mismo tiempo, se dieron cuenta de que, sin educación ni sensibilización, el proyecto perdía sentido.
Las bases estaban puestas. Hoy la fundación cumple cinco años trabajando en Rotterdam y encarando su internacionalización.
Tres líneas de negocio (e innovación)
Recoger plásticos en ríos y puertos, trabajar para mejorar la reutilización y el reciclaje y educar y sensibilizar a la población acerca de este problema. Esas son las tres áreas de acción de Recycled Island Foundation. En todas ellas, el papel de la innovación es fundamental.
En la parte de recolección, la fundación ha desarrollado una trampa pasiva capaz de recoger el plástico en superficie bajo cualquier condición. Hoy tienen tres en uso en Rotterdam que recolectan alrededor de 20.000 kilos de basura al año. Es decir, un 30% de lo que, si no estuvieran allí, acabaría en el mar. El éxito de este proyecto en la ciudad de Países Bajos los ha llevado a instalar dispositivos similares en Bruselas y Ambon (Indonesia).
“La investigación y la innovación juegan un papel muy importante a la hora de adaptar estas tecnologías a las necesidades de lugares diferentes al puerto de Rotterdam”, señala Ramon Knoester. “También tienen un papel muy importante en el reciclaje y el desarrollo de productos con plásticos reciclados. Aquí todavía hay mucho espacio para innovar y mejorar”.
En este apartado, por el momento, el producto de mayor éxito es el parque flotante de Rotterdam. También están estudiando el uso del plástico para imprimir muebles. Y lo reutilizan en nuevas trampas para basura. Además, colaboran con universidades en la investigación de soluciones al problema de los plásticos (con la HZ University of Applied Sciences y la HAN University of Applied Sciences de Vietnam y la escuela de ingeniería EPF de Montpellier, Francia) e imparten seminarios y charlas en varios centros.
El reto de la sostenibilidad (económica)
“Aquí en Rotterdam hemos tenido éxito con los parques flotantes y las trampas de recolección de plásticos. Pero en otros lugares, aunque interese la recolección, probablemente haya que desarrollar otros productos”, puntualiza Ramon Knoester. “Aun así, las ventas de los productos del reciclaje son solo una fuente extra de financiación”.
La innovación no es barata y la fundación centra buena parte de sus esfuerzos en la captación de fondos. De los nueve trabajadores que tienen en el momento, dos trabajan a tiempo completo en tareas de fundraising. “Necesitamos partners externos y apoyo de otras fundaciones y de compañías. Ellos nos han permitido seguir investigando y empezar a implementar proyectos similares al de Rotterdam en otras áreas”.
Audi, Rabobank y otras empresas de los Países Bajos como Cargill o HEBO Maritiemservice han prestado su apoyo a la fundación. “Ahora mismo estamos intentando conseguir más atención internacional. Cumplimos cinco años en julio y es el momento de compartir los resultados del proyecto de Rotterdam y crecer internacionalmente”, añade el fundador de la Recycled Island Foundation.
Repetir la experiencia de Rotterdam, incluyendo los programas educativos, en otros países requiere una inversión mínima de 100.000 euros. “El principal desafío sigue siendo encontrar los apoyos y las colaboraciones adecuadas. De momento nos va bien, pero la financiación es una de las cuestiones que acapara más esfuerzos”, concluye Knoester.
Una de cada dos tortugas y el 90% de los pájaros marinos que aparecen muertos tienen plástico en sus estómagos. Los microplásticos han escalado ya la cadena trófica y son parte de nuestra dieta. La implicación de los gobiernos de todo el mundo y el compromiso de las empresas y los consumidores son necesarios para que esas cifras se conviertan en historia.
Mientras tanto, la Recycled Island Foundation intenta demostrar que es posible frenar la contaminación desde uno de los puertos más transitados del planeta. Y no perecer (empresarialmente) en el intento.
Imágenes | Recycled Island Foundation, Max Pixel