¿Cuántas veces nos hemos arrepentido de hablar sin haber pensado antes lo que íbamos a decir? Para evitar que automatismos como estos nos provoquen más de un quebradero de cabeza, hay una estrategia que conocidos empresarios llevan poniendo en práctica desde hace años con gran éxito. Es la llamada ‘regla del silencio incómodo‘.
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Se trata de un concepto desarrollado por Justin Bariso, consultor, conferenciante y autor del best seller ‘EQ Aplicado, guía para la inteligencia emocional en el mundo real’. Consiste en quedarse callado durante 10, 20 o incluso más segundos ante una pregunta desafiante o incómoda en lugar de contestar de inmediato.
Una larga pausa para pensar en cuál será la respuesta que suele provocar una gran incomodidad en el interlocutor, que queda desconcertado ante tal silencio si no está acostumbrado a este tipo de interacciones. E incluso en la propia persona que hace el parón en un principio, hasta que se habitúa a ello. Una molestia que, a juicio de Bariso, vale la pena.
Una poderosa herramienta de inteligencia emocional
Según contó Bariso a la cadena británica BBC, «se trata de una poderosa herramienta de inteligencia emocional porque permite equilibrar el pensamiento y la emoción, en vez de reaccionar basándonos solo en los sentimientos».
Entre sus bondades también figura que, al silenciar uno el mundo exterior y quedar completamente inmerso en los pensamientos, se es capaz de llegar a la raíz de los problemas con más efectividad y dar con mejores soluciones. Asimismo, permite ofrecer respuestas mejor elaboradas y profundas, mantenerse en armonía con los valores y principios personales, decir lo que realmente se quiere manifestar y ganar confianza en uno mismo.
“Mentes inteligentes como Tim Cook o Jeff Bezos emplean la regla del silencio incómodo», dijo Bariso. El CEO de Apple, Tim Cook, es conocido por hacer largas pausas que, en el contexto de un diálogo, se pueden volver muy incómodas, relató el experto a la BBC. El fundador de Amazon, Jeff Bezos, también lo hace, continuó Bariso, pero, en su caso, acostumbra a tomarse bastante tiempo en leer informes en absoluto silencio al comienzo de las reuniones antes de iniciar la conversación.
En una ocasión, el antecesor de Cook, Steve Jobs, respondió a un ataque en público utilizando esta regla. Corría 1997 cuando Jobs, que hacía poco que había regresado a Apple, participaba en una conferencia con desarrolladores. Una persona del auditorio le espetó: «No sabes de lo que estás hablando». Jobs se quedó sentado en silencio, pensando. Tomó un poco de agua y, pasados cerca de 10 segundos, comenzó a responder, para, poco después, volver a hacer otra pausa de unos ocho segundos. Luego continuó con su larga respuesta, que dejó deslumbrados a los presentes.
No obstante, Bariso admitió que hay situaciones en las que esta regla puede jugar en nuestra contra, sobre todo en aquellas en las que se exige una respuesta rápida: «Pero esos escenarios son menores en número de lo que la gente piensa. La mayor parte del tiempo, tomarse 10 o 30 segundos antes de responder no hará mal«.
Una regla muy útil en la comunicación escrita
A juicio de Bariso, esta regla se ha vuelto especialmente útil en el mundo actual, tan dependiente de la comunicación escrita con el correo electrónico y la mensajería instantánea.
Ante un mensaje en Slack o WhatsApp, la mayoría sentimos la necesidad de contestar al instante o en unos minutos. Si no lo hacemos, comenzamos a sentir una presión abrumadora, como si de alguna manera estuviéramos siendo irresponsables o fuéramos a decepcionar a nuestro interlocutor.
Tal como manifestó el propio Bariso en un artículo en la revista de negocios estadounidense ‘Inc.’, “no hay que responder de inmediato. De hecho, es mejor cuando no se hace”. En su opinión, “la respuesta más rápida no suele ser la mejor. Se basa en una emoción temporal que está destinada a cambiar”. Es aquí cuando hay que evitar ceder a la presión externa e interna para responder e introducir el ‘silencio incómodo’, tomándonos el tiempo que necesitemos para contestar. “Es probable que no terminemos componiendo una obra de arte”, señaló Bariso, “pero en cualquier caso los resultados nos pueden sorprender”.
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