Cada 15 de mayo, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) celebra el Día Internacional de las Familias. Esta jornada se creó para crear conciencia sobre el papel fundamental de las familias en la educación de los hijos, y también debe ser aprovechada para llamar nuestra atención sobre la relación entre familias y empresa. [hde_related]
La relación entre familias y empresas
Las familias han sido el agente decisor por excelencia a lo largo de los tiempos. En ese sentido, una de las elecciones más importantes ha sido la participación de sus miembros en la actividad empresarial, ya sea como trabajadores asalariados o autónomos, como socios que no se implican en la gestión, como consumidores de los bienes y servicios que se producen…
Como resultado, se ha ido produciendo una evolución paralela en la que ambas instituciones, familias y empresa, han ido ofreciendo respuestas a los retos de cada momento.
En gran parte, las soluciones son como piezas de un ‘rompecabezas’ de incentivos. Las empresas deben proponer iniciativas en las que la mejor respuesta de las familias y sus miembros sea actuar de forma alineada con los objetivos empresariales. Los negocios que lo consiguen son los que mayor probabilidad tienen de sobrevivir.
Así, se va construyendo una cultura corporativa que debe ser compatible con un equilibrio familiar. De lo contrario, lo más frecuente es que los hábitos y conductas de ambos colectivos se vayan reajustando.
Cómo intentan favorecer las empresas la estabilidad familiar
En la actualidad, las familias ocupan un lugar central en las iniciativas de sostenibilidad social de las compañías. En ese sentido, las conductas más responsables son las que intentan convertir a la entidad en un compañero de viaje en la educación de los niños.
Por un lado, las propias normas y convenios facilitan una cultura del cuidado. Se pueden obtener permisos y reducciones de jornada. Es una oportunidad para la humanización del clima de trabajo, en especial cuando la buena organización de las empresas facilita que la ausencia no genere repercusiones negativas en los compañeros.
El diseño de experiencias de consumo también tiene su espacio propio. Un aspecto importante es la promoción de aquellas inclusivas. En ellas pueden participar todos los miembros de la familia, incluidos los niños en cualquier etapa de su desarrollo. Cuando, además, las empresas promueven hábitos responsables en los más pequeños, acaban logrando reforzar la confianza de los mayores.
Los horarios y actividades son otra de las piezas clave del puzle. Las familias buscan respuestas empresariales que ayuden a conciliar todo tanto desde el trabajo como en las ofertas que reciben como consumidores. Para las compañías, es crítico también que los propios emprendedores y directivos eviten el conflicto entre su vida familiar y la gestión del negocio.
Este tipo de iniciativas utilizan a la empresa como palanca de los esfuerzos familiares para la crianza de los hijos. Sin embargo, por desgracia, hay muchos niños en situación de exclusión social. En esos casos, las empresas deben actuar como complemento e, incluso, como sustituto de acciones que las familias no pueden ejecutar.
Cómo favorecen las familias la sostenibilidad empresarial
La relación con las familias es uno de los mejores ‘termómetros’ de la sostenibilidad empresarial. Cuando el negocio promueve la armonía familiar está más cerca de ser viable a largo plazo.
Una de las razones de ello es que ambas instituciones son dinámicas. Van acogiendo diversas generaciones que tienen que encontrar en ellas un marco razonable y fructífero de relación.
Por tanto, es necesario desarrollar el sistema de incentivos adecuado para que se produzca una transferencia de conocimiento. En general, los mayores pueden aportar su experiencia a los jóvenes y estos pueden convertirse en intérpretes de las transformaciones sociales y tecnológicas. De forma conjunta, se acaba llegando a respuestas sobre cuándo, cómo y por qué deben implementarse cambios.
Las empresas que lo consiguen son organismos flexibles que encuentran soluciones prácticas a los principales retos de sostenibilidad. Los grandes planes tienen que ‘chocarse’ de manera necesaria con la realidad familiar. Se proponen iniciativas sostenibles, pero se debe observar, a continuación, cuál es la respuesta de los hogares y aprender de ella. En parte, en ello consisten cambios tan importantes como el ‘clientecentrismo’ y la humanización del ambiente de trabajo.
Por otro lado, esa dinámica propia de la empresa consistente en planificar y controlar, en aprender y generar conocimiento, es clave para la sostenibilidad de las actividades humanas desarrolladas en el ámbito familiar.
Así, las empresas que tienen éxito en esa tarea se convierten en un organismo regulador. Además de producir los bienes o servicios que le son propios, facilita un equilibrio social a largo plazo.
El efecto en el corto plazo
Todos estos cambios se producen por aproximaciones sucesivas. Hay errores y de ellos se aprende. Aunque una empresa sostenible debe saber generar la expectativa de encontrar el camino correcto.
Gracias a ello, consiguen el compromiso y la implicación de las partes interesadas. Los trabajadores se sienten orgullosos de prestar sus servicios, los consumidores son fieles y los socios no gestores confían en la dirección.
En definitiva, van tomando forma las decisiones que se producen en el seno de las familias y que las llevan a participar en la senda de cambios propuesta por la empresa. La traducción a corto plazo es clara: los planes siguen proyectando al exterior credibilidad y viabilidad.
Como vemos, la sana relación entre familias y empresa es clave para trabajar la resiliencia de los negocios. Gracias a ella, es mucho más sencillo resistir a las perturbaciones del corto plazo y tejer las relaciones que darán forma al futuro.
Imágenes | Tyler Nix, Benjamin Manley, Jessica Rockowitz, Lino Ogenio en Unsplash