¿Por qué los universitarios no se sienten capacitados para trabajar?

Empresa

El 60% de los universitarios no se sienten capacitados para trabajar y el 90% tiene claro que precisa de formación adicional. Este síndrome del impostor no está presente únicamente en España. La falta de adecuación entre formación universitaria y el mundo laboral es una brecha que crece rápidamente en todo el mundo, y la formación profesional tampoco logra cerrarla.

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Todo tipo de titulaciones, especialmente técnicas, se encuentran desactualizadas en materia de competencias. Los requisitos del mercado avanzan a un ritmo muy superior al que se imparten conocimientos, y la carencia de formación práctica en empresas durante el periodo formativo de los jóvenes agrava esta diferencia.

Síndrome del impostor al terminar los estudios

Cuando los estudios carecen de una base práctica, sobre todo en la fase final, los egresados que terminan con éxito el último curso sienten que, a pesar de todo el conocimiento adquirido, carecen de las habilidades prácticas necesarias para superar con éxito el día a día. Conocen la teoría, pero no disponen de experiencia en campos imprescindibles para funcionar en el mundo laboral.

Según una encuesta llevada a cabo por la Fundación Universidad-Empresa (FUE), “seis de cada diez estudiantes españoles creen que no están preparados a nivel profesional cuando salen de la universidad”. Este gran síndrome del impostor posuniversitario es más frecuente de lo que se había considerado en principio. Y lo cierto es que buena parte del mismo está justificado.

A pesar de que los titulados terminan la carrera con los conocimientos de los planes de estudio, parece que estos se quedan cortos a la hora de transmitir habilidades básicas (muchas de ellas habilidades ‘blandas’), como oratoria, negociación, gestión de equipos); y específicas, propias de cada campo que ahondan más en conocimientos técnicos.

Universitarios teóricos, profesionales prácticos

Los estudios universitarios y de posgrado (másteres, doctorados) tienen mucho caché, no solo en España. En las últimas décadas, la formación profesional (FP) ha visto cómo muchos jóvenes elegían carreras universitarias por presión social. Sin embargo, al terminar la carrera “casi un 30% de los encuestados [por FUE] estudiaría una FP en lugar de una carrera en la universidad si pudiera elegir de nuevo”. ¿El motivo? Hay más demanda y priorizan la parte práctica.

Según Carmen Palomino, directora de Operaciones de Fundación Universidad-Empresa (FUE), existe una diferencia de enfoque evidente entre universidad y FP. Mientras que en la segunda se adquieren competencias adaptadas al mundo laboral en tan solo dos años, la universidad es mucho más lenta a la hora de trasladar sus planes formativos (de unos cuatro años) a las necesidades actuales de la sociedad. Además, los conocimientos de grado no son tan específicos como pudiera parecer y necesitan a menudo posgrados.

En la encuesta, el 90% de los universitarios “opina que es necesaria una formación adicional para adecuar su perfil a lo que demandan las empresas”. Y parece ser que las empresas opinan de igual forma, motivo por el que el síndrome del impostor parece estar justificado y tiene una base real. No es fruto de la imaginación de los jóvenes, ni mucho menos.

Las empresas se ven obligadas a renunciar a habilidades

En un informe de 2018 del grupo Adecco se recogían dos datos sobre este tema. El primero era que el 10% de las ofertas laborales se quedaban sin cubrir por la falta de capacidades específicas de los candidatos. Estos sí disponían de habilidades generales propias de su titulación, pero no concretas de las usadas en el entorno laboral. Por ejemplo, saber programar es una habilidad general, pero saber programar en un lenguaje es una habilidad específica.

En el mismo informe destacaba que el 20% de las ofertas debían redefinirse para encontrar trabajadores que cumpliesen con el mínimo. Todo esto en una fase previa a negociar condiciones laborales, por lo que en este ámbito se puede descartar que las empresas no paguen lo suficiente. Al menos, a nivel global. De hecho, algunos puestos laborales de alta demanda y poca oferta tienen salarios desorbitados en muchas regiones. Y ni con esas.

Esto no quiere decir que no haya talento en España. Lo hay, aunque hace falta más, y parte del que se crea se va fuera antes incluso de considerar trabajar aquí. Como se escucha en ‘Empleo en ciberseguridad: ¿hacen falta más profesionales?’ del canal de ciberseguridad El Enemigo Anónimo, los expertos coinciden en que subir el salario ayudaría a retener talento. Aun así, no sería suficiente.

El salario es, sin duda, un parámetro relevante, pero no es el que más define la falta de habilidades específicas en España porque está pasando en todo el planeta a la vez, como muestra el gráfico superior del informe ‘Solucionar la Escasez de Talento’ de ManpowerGroup. Incluso países como Alemania o Singapur, con cifras salariales mucho más elevadas, tienen problemas.

Parece importante que las titulaciones universitarias dediquen recursos para establecer planes más flexibles con sus programas, y enfoquen estos recursos a formación práctica próxima a la demanda social de talento. Por descontado, este no será sencillo, y todo parece indicar que la falta de habilidades específicas lastrarán la innovación durante al menos una década.

Imágenes | iStock/Jacob Ammentorp Lund, iStock/Chainarong Prasertthai,

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