A finales del siglo XIX, un joven inventor se puso en contacto con Western Union, la que por aquel momento era la empresa de comunicaciones más grande de Estados Unidos, para ofrecerles una patente del último producto que había inventado: el teléfono.
El joven se llamaba Graham Bell, y la patente cubría «el método de un aparato para transmitir sonidos vocales u otros telegráficamente causando ondulaciones eléctricas similares en forma a las vibraciones del aire que acompaña a dicho sonido vocal u otro». Era la patente del teléfono, un invento revolucionario que cambió por completo las comunicaciones de la época. Sin embargo, Western Union desestimó su compra, lo que se convirtió en uno de los errores empresariales más sonados de la historia.
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La invención del teléfono
Era el año 1875, cuando Graham Bell y su amigo Thomas Watson lograron enviar con éxito tres mensajes de voz simultáneos a través de las líneas del telégrafo, que por aquel entonces era el dispositivo a través del cual se llevaban a cabo las comunicaciones. Era una auténtica revolución en la época, y el 14 de febrero de 1876, Gardiner Hubbard, suegro y abogado de Bell, registró la patente de ese nuevo dispositivo a su nombre bajo el nombre de «patente del teléfono».
Desde ese momento, y animado por su suegro y por Watson, Bell comenzó una serie de demostraciones prácticas y conferencias públicas para introducir su invento entre la comunidad científica y el público general. De hecho, aprovechando la Exposición Universal de Filadelfia de 1876, hizo que la noticia de la invención del teléfono copase portadas de periódicos de todo el mundo. Visitantes tan ilustres como el emperador Pedro II de Brasil o la reina Victoria pudieron observar aquel aparato. El entusiasmo que rodeaba a las demostraciones de Bell ayudó a la aceptación del revolucionario dispositivo.
La venta de la patente del teléfono
Hubbard, Bell y Watson, animados por la buena acogida que había tenido su invento, ofrecieron la patente del teléfono a Western Union por 100.000 dólares. Estaba asociada a un producto que ya funcionaba, algo infrecuente para los derechos de propiedad industrial de la época.
Pero Thomas Orton, presidente de la compañía, rechazó la oferta con desdén, refiriéndose al teléfono como un «mero juguete» y a la idea como «extravagante» y «poco práctica» porque, entendía, que el telégrafo ya incorporaba todas las mejores técnicas hasta entonces. Así, procedieron a desestimar la compra por ser «absolutamente inaceptable y sin ninguna utilidad».
Sin embargo, a pesar de la negativa, todos sentían urgencia por convertir la patente del teléfono en una aventura empresarial lucrativa. Por eso, en julio de 1877, Bell y tres socios, entre ellos Watson y Hubbard, fundaron Bell Telephone Company, y comenzaron a comercializar el producto por su cuenta. Como anécdota, Bell se casó con una hija de Hubbard, Mabel Gardiner, y le entregó como regalo de matrimonio 1.487 de sus acciones. Él únicamente se quedó con 10.
La respuesta de Western Union: su propio sistema de teléfono
En vista de la popularidad que había alcanzado el dispositivo, el presidente de Western Union se dio cuenta del error. De hecho, Orton incluso comentó a su entorno más cercano que habría comprado la patente por 25 millones de dólares. Pero era demasiado tarde porque, en ese momento, la compañía de Bell ya estaba ganando mucho dinero con su patente.
Pero Western Union no se iba a quedar de brazos cruzados y pasó a la ofensiva. Poco después de su negativa, intentaron participar de los beneficios del teléfono por un camino alternativo. Se agrupó con Elisha Grey y un jovencísimo Thomas Edison, y desarrollaron su propio sistema de teléfono que competía directamente contra la Bell Telephone Company.
A pesar de estar pasando por apuros financieros, el mercado del teléfono se estaba comenzando a mover, y Bell y sus socios demandaron a Western Union por violación de patente. El futuro de la Bell Telephone Company estaba en riesgo pero, aun así, decidieron luchar contra el gigante de las comunicaciones, en un litigio judicial histórico.
Después de un largo y difícil camino judicial, en 1879, la sentencia fue favorable a los intereses de Graham Bell y sus compañeros, y expulsó definitivamente a Western Union del negocio de los teléfonos. 10 años después, el 30 de diciembre de 1899, los activos de American Bell fueron transferidos a su subsidiaria American Telephone and Telegraph Company (anteriormente AT&T Long Lines).
El resto es ya historia. AT&T es una compañía que todavía opera y uno de los gigantes de las telecomunicaciones americanas.
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