52 000 caudalímetros de oxígeno. 5000 ventiladores pulmonares. Así dichos, los números suenan hasta fríos. Pero son las cifras de miles de camas de hospital y unidades de cuidados intensivos (UCI) equipadas para salvar la peor crisis sanitaria que ha vivido el mundo en su historia reciente.
En España, buena parte del peso de la pandemia ha recaído sobre los hombros de las pymes. Una de ellas, Hersill, una empresa familiar de Móstoles (Madrid), no ha dejado de trabajar a destajo para cubrir las necesidades de equipamiento médico de los hospitales. Durante el último año ha pasado de fabricar unos pocos cientos de unidades de cada una de sus líneas de productos a producir decenas de miles de componentes para suministrar oxígeno.
“Hay muchos equipos que han sido tan esenciales como los respiradores, aunque menos mediáticos. Por ejemplo, entre marzo y junio de 2020 fabricamos para España unos 52 000 caudalímetros de oxígeno. Entre ellos, los 5000 del hospital de Ifema. Dicho de otro modo: sin este pequeño aparato no podrían haberse ampliado 52 000 camas para atender a pacientes con COVID-19 porque no se les podría haber suministrado oxígeno”, señala Benjamín Herranz, presidente de Hersill.
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Una curva que aplanar
Herranz representa la segunda generación al frente de esta empresa familiar, fundada por Benjamín Herranz Escamilla en 1973, uno de los pioneros de la fabricación de equipos médicos en España. La suya es una historia similar a la de muchas otras pymes: una empresa que se ha labrado su reputación y su cartera de clientes con trabajo y tiempo. Una empresa que, en los peores momentos, fue un salvavidas.
Tras unas semanas en las que la COVID-19 dejó de ser una enfermedad lejana y se convirtió en pandemia, los sistemas sanitarios de medio mundo se vieron contra las cuerdas. La falta de material y equipos ante el aumento de los hospitalizados era evidente. Los mercados no daban abasto y había que buscar soluciones en cualquier lugar. Las de España estaban, entre otros lugares, en la fábrica de Hersill en un polígono industrial de Móstoles.
Desde el mes de febrero habían venido notando un ligero aumento de la demanda de algunos de sus productos, como el ventilador pulmonar Vitae 40, diseñado para servicios de emergencia como las UCI móviles. En la primera semana de marzo de 2020, la demanda se disparó. Recibían llamadas y peticiones de muchos lugares del mundo. Esto hizo saltar las alarmas y los responsables de Hersill avisaron a las autoridades de que disponían de un pequeño stock por si fuese necesario.
La segunda semana del mes lo cambió todo. El decreto de estado de alarma estableció un confinamiento estricto de la población a partir del 14 de marzo mientras las cifras de enfermos, hospitalizados y fallecidos se disparaban. “Aplanar la curva” se convirtió en prioridad de todos. El inventario de 100 respiradores que tenía Hersill se quedó en Madrid y el Gobierno central les pidió que fabricasen miles de unidades en un tiempo récord.
“Nuestros pedidos previos habituales eran de pocas unidades y el Gobierno nos pidió 5000 respiradores”, recuerda Herranz. La falta de equipos y componentes médicos era global y fabricarlos no iba a ser sencillo. “El éxito del proyecto se debió a la cooperación entre el Ministerio de Industria y varias empresas. El ministerio hizo gestiones directas para conseguir componentes, nos puso en contacto con empresas que fueron indispensables para fabricar los equipos y también pudimos contar con otras que eran nuestras proveedoras habituales”.
La colaboración de Hersill con otra pyme, Escribano Mechanical Engineering, fue clave para sacar el proyecto adelante. En dos semanas lograron escalar su producción habitual y pasaron a fabricar 100 unidades de respiradores pulmonares diarias. A lo largo de los siguientes dos meses, fabricarían 5000 ventiladores Vitae 40. “No es un respirador de UCI, pero es lo que pudimos ofrecer en marzo de 2020 y para muchos pacientes fue su salvación”, señala el presidente de la compañía. De los 5000 respiradores, casi 1000 no llegaron a repartirse, sino que han sido almacenados como parte de una reserva estratégica nacional.
Un camino de innovación
“En aquellas semanas recibimos pedidos de muchos países, pero nuestra producción obligatoriamente fue para España”, añade. Después de la primera ola de la pandemia llegaron otras, pero los hospitales españoles ya estaban mejor equipados. Sin embargo, la situación a nivel global era diferente. Hersill continúa produciendo muchos más equipos médicos de los habituales, pero ahora la mayoría se exportan.
“Desde hace ya más de una década exportamos alrededor del 70% de toda nuestra producción. En cuanto al Vitae 40, hemos exportado a varios países de Europa, Sudamérica y Asia. Y la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) también donó una partida a Mauritania”, explica Herranz. “Ha aumentado la demanda de casi todas nuestras líneas de productos, en especial, de caudalímetros y reguladores de vacío para canalización hospitalaria. En 2020 casi hemos triplicado la facturación del 2019, aunque nuestros gastos han sido también muy altos”.
“El producto clásico de Hersill no son los respiradores. Lo que diseñamos y fabricamos desde hace casi 50 años son equipos tecnológicamente menos complejos y para los que hemos construido una sólida reputación nacional e internacional”, señala. “Nuestro primer ventilador mecánico para anestesia lo fabricamos en 1998. En 2005 empezamos a desarrollar un proyecto muy complejo, la estación de anestesia Genesis. Y gracias a los conocimientos adquiridos entonces, en 2012 comenzamos a diseñar un respirador de emergencias y transporte llamado Vitae 40 cuyo prototipo tuvimos en 2013, por el 40º aniversario de Hersill, de ahí su nombre. En 2019 solicitamos y obtuvimos el marcado CE para la segunda generación del Vitae 40”.
En marzo de 2020 y con la segunda generación de este ventilador pulmonar de emergencia en las manos, esta historia de innovación y desarrollo se dio de bruces con la realidad pandémica. “Nosotros creemos en nuestro modelo de negocio familiar. Por el momento, gracias a nuestro empeño, capacidad de adaptación y constante inversión en I+D+i, hemos sido capaces de sobrevivir a múltiples crisis”, añade el presidente de Hersill.
Sin todo este camino recorrido, la lucha contra la pandemia habría sido probablemente muy distinta en los hospitales españoles. “Es evidente que se debería reforzar el tejido productivo y empresarial. Nos ayudaría a fortalecer además la industria nacional y nos capacitaría para responder más ágilmente y con menos dependencia del exterior ante situaciones adversas de cualquier índole. Pero no debe ser fácil”, concluye Herranz.
Imágenes | Hersill, Ayuntamiento de Móstoles