La tecnología es la responsable de nuestros niveles de productividad actuales. Pero ¿qué ocurre cuando la tecnología se vuelve un factor de fricción? La dependencia digital de elementos como los smartphones o las redes sociales está haciendo que algunos profesionales bajen su rendimiento.
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Mirar cada pocos minutos Instagram. Sentirse presionado a publicar contenido constantemente. Distraerse haciendo scroll en la pantalla. Seguro que te suena, y algunas empresas incluso ponen filtros en sus ordenadores y wifi para evitarlo. ¿Podemos ‘desintoxicar’ a las pymes de su dependencia digital?
Digital bueno, digital malo
Decía el historiador estadounidense Melvin Kranzberg que “la tecnología no es ni buena ni mala, pero tampoco es neutra”. En otras palabras, que hemos de saber usarla con responsabilidad. Si estamos levantando una tienda online desde un ecommerce como WordPress, pero nos damos cuenta de que introducimos constantemente datos a mano para actualizar la plataforma, quizá debemos considerar su uso.
Hay tecnología que a las pymes les viene particularmente bien. El email les permite contactar con proveedores de servicios y clientes. Las redes sociales, darse a conocer. El teléfono, recepcionar rápido alguna novedad. Pero ‘tener’ que pasar horas filtrando correos de spam, no poder desengancharse de las RRSS o que el teléfono nos distraiga constantemente genera rozamiento. Mal uso.
La tecnología que distrae a las pymes
Los empleados y empresarios nos distraemos con algunas tecnologías. Los primeros fenómenos analizados datan de 2004, cuando doctores en Psicología como Gloria Mark empezaron a estudiar el miedo a perderse algo (fear of missing out o FOMO) que obliga a los trabajadores a refrescar el email.
Ya hemos hablado previamente de su trabajo con ‘El coste del trabajo interrumpido’ (2008). En 2016 volvió a publicar otro artículo titulado ‘Los neuróticos no pueden concentrarse: Un estudio in situ sobre la multitarea online en el trabajo’ junto con el MIT y especialistas de Microsoft. Las conclusiones no son halagüeñas. Nuestro foco de atención ronda los 40 segundos y el multitasking no nos está ayudando precisamente.
Según otro estudio, titulado ‘Asleep on the Job’ (2014), de la consultora Virgin Pulse, el 95% de los trabajadores se distraía una media de dos horas al día debido a varios factores. Las redes sociales están en el centro, pero también interrupciones de chats, llamadas, consulta compulsiva del email…
El desgaste del tecnoestrés
Si bien buena parte de las distracciones las generamos nosotros solos al entrar en RRSS en horario laboral, también hay que tener en cuenta el tecnoestrés. Un informe de UGT de 2009 lo define como “un tipo de estrés provocado por la exposición continuada al uso de nuevas tecnologías”. Y otro del Observatorio de Riesgos Laborales de la Universidad Jaume I en 2016 actualiza algunos datos.
Cerca del 8% de los trabajadores se siente incómodo, irritable o impaciente al tener que usar las TIC. El 30% afirmaba tener problemas para desconectar de ellas. Un reciente estudio de Microsoft (2018) titulado ‘Digital culture: your competitive advantage’ muestra que solo el 11,4% de los trabajadores europeos se siente productivo. También desvela cómo muchos sufren de technostress debido al “torrente continuo de correos electrónicos, mensajes y notificaciones que los distraen”.
¿Necesitamos un ‘detox’ tecnológico?
En este escenario parece evidente que no todas las empresas están usando bien la tecnología. Aunque no es un término científicamente correcto, se habla de “desintoxicación digital”. Formalmente se habla de cambiar de hábitos en organizaciones enteras, algo particularmente complejo.
También se suele mencionar la desconexión total como campaña contra la dependencia tecnológica. Pero psicólogos divulgadores como Adam Alter, Amber Case y Marc Masip confirman en sus respectivos ensayos la inutilidad que supone hacer esto sin cambiar el entorno de dependencia.
En otras palabras, los ‘detox’ de fin de semana o de vacaciones no son efectivos porque la mala praxis seguirá en la oficina, esperándonos. En lugar de eso se aboga por construir entornos de trabajo tecnológicamente responsables.
Algunas formas de ‘desintoxicar’ una pyme
Usando un ejemplo, una pyme puede promover cierta desconexión para sus empleados. Y no hablamos de la vacacional. Así, un responsable se encarga de atender todas las llamadas del equipo, agendarlas y repartirlas en función de la urgencia, sin que cada trabajador tenga que ser interrumpido en su trabajo cada pocos minutos.
Otro ejemplo, esta vez relacionado con la presión por aprender sobre la digitalización, implica reservar un tiempo a la semana para aprender a manejar nuevas herramientas. Ese tiempo deberá ser considerado una inversión a largo plazo.
En un tercer caso vamos a comunicar cierto contenido a un compañero, cliente o proveedor, y nos preguntamos qué le/nos generará menos fricción. Tras unos minutos consideramos que el tema no es urgente e invertimos unos pocos más en redactar un email que condense la información, evitando distraerle y que ambos perdamos tiempo futuro solucionando las dudas antes de que surjan.
La tecnología digital para las pymes puede ser usada de forma racional o suponer una fuente de estrés. La segunda opción es la que surge cuando no tenemos una estrategia digital. Sin ánimo de agregar una preocupación más a la lista, esta puede ser tan simple como poner límites a la interacción digital, bloquear las redes sociales o mirar nuestro correo solo un par de veces diarias.
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