“Ser emprendedor social es un egoísmo sano: el servir a otros para ser más feliz”. Jose Mari Luzarraga, cofundador de MTA (Mondragon Team Acadamey) es uno de los protagonistas del libro Efecto Dominó, de Beverly Schwartz, en el que se recogen las diferentes experiencias e iniciativas puestas en marcha por diferentes emprendedores sociales.
Los cinco elementos del emprendimiento social
En este libro, la autora entrevista a emprendedores sociales de todo el mundo e identifica cinco elementos clave para que un elemento social sea transformador y genere un cambio sistémico:
1. Cambiar las dinámicas del mercado, pasando de un modelo que excluye a la gente a otro que crea oportunidades, como la Kenya Agricultural Commodity Exchange. En este país africano, los agricultores no tenían mucha información sobre los precios y normas en la venta de productos de la agricultura. Así, se crearon puntos de información físicos y electrónicos para que los agricultores accedieran a esta información.
2. Usar las fuerzas del mercado para crear valor social. Colaboración gobierno, empresas privadas y ONG para encontrar formas innovadoras. ¿Ejemplo? DMT Mobile Toilets en Nigeria.
3. Hacer avanzar la ciudadanía plena. Specialisterne, originaria de Dinamarca, facilita la contratación de personas con autismo. SAP es uno de sus clientes.
4. Cultivar la empatía para sobrevivir y prosperar el en siglo XXI. Roots of empathy, en Canadá, utiliza a bebés en las clases para fomentar la empatía en las escuelas.
5. Reestructurar las reglas institucionales, cambiar la manera de hacer las cosas. Aquí el ejemplo lo aporta el español José Mari Luzarraga y su proyecto (Mondragon Team academy).
La educación como vehículo transformador
La visión de Luzarraga es que es posible que las personas, a partir de sus pasiones, hagan su vida. Para ello, es un firme defensor de que la educación tiene que estar a su servicio y pone como ejemplo las 1.200 personas que han pasado por MTA y su revolución creadora, cuyo objetivo es alcanzar los 20.000 alumnos en 2020.
Este emprendedor se muestra muy crítico con el sistema educativo actual, que califica de “empresarial”, que obliga a “dejar fuera de la clase y del trabajo los sueños”. “Ahí es donde nosotros revolucionamos las reglas porque creemos que no debemos ser prisioneros de nuestras pasiones, sino que la educación debe hacer florecer esta pasión”.
Por eso, y consciente de que hay que cambiar el sistema desde dentro, MTA se perfiló al principio como un laboratorio para estar presente ahora en 13 países. “Cada uno de estos centros y cada uno de nuestros alumnos son semillas para que inspiren a otros a hacer lo mismo”, defiende Luzarraga.
Por eso, creen que es posible tener una sociedad en el que el 60% de los trabajadores sean emprendedores y “hagan realidad sus sueños, lográndolo en equipo, frente a quienes apuestan por unas sociedades en las que solo haya un 2-3% de emprendedores, siendo el resto de la fuerza laboral trabajadores de estos emprendedores. Según los datos que maneja, el 50% de los alumnos que pasan por sus centros siguen emprendiendo y el 97% acaba con empleo.
“El sistema educativo y empresarial nos ha hecho creer que somos semillas que nunca vamos a florecer. Nosotros nos revelamos contra ello, damos agua y abono para que todos demos frutos”, insiste. ¿Por qué si los datos acompañan el éxito de su modelo educativo éste no está más extendido, sobre todo en España? “Las universidades quieren ser innovadoras, pero haciendo lo mismo de siempre”, asegura. Y pone un ejemplo: “nosotros no tenemos profesores. Esto hace que sea un elemento tan rompedor que no es fácilmente asumible en la universidad tradicional”.
Pese a todo, Luzarraga asegura ser un ferviente defensor de los jóvenes en todo el mundo. “Hay una generación mundial que busca autenticidad, el propósito y que lo que hagan tenga un impacto. Suelen ser muy trabajadores y comprometidos. Eso me da una esperanza total y absoluta por la juventud si les damos la oportunidad de desarrollarse”.
Todo comenzó yendo de fiesta
Luzarraga recuerda que su primer emprendimiento fue un fracaso pero mantiene que “el proceso permite a las personas florecer en aquello en lo que creen y son buenos”, por lo que “en MTA se celebran los grandes errores porque con ellos aprenden”.
Por eso, y antes de lograr que MTA fuera un éxito, este emprendedor asegura que tuvo varias experiencias, muchas de ellas erróneas. Su primera experiencia como emprendedor fue con 15 años saliendo de marcha. Se le ocurrió organizar un autobús que llevara a los jóvenes como él de fiesta, solucionando el tema del transporte y evitando tener que coger el coche. Se fletaron 8-10 autobuses y ganó unos mil euros actuales. “Lo mejor fue que todo el mundo me reconocía y me agradecía el haber tenido esa idea”. Y ésa es, según su concepción, lo que diferencia a un emprendedor social: tener una idea, una solución que resuelve un problema de la gente y que logra poner en marcha.
Sin embargo, lo cierto es que lo que marcó un antes y un después en la vida de este emprendedor fue un viaje a la India.
“Trabajaba en Madrid en una consultora y tenía un buen sueldo. Pero después de 3 años necesitaba coger unas vacaciones de cuerpo y espíritu, así que me fui con la Madre Teresa de Calcuta”. Pese a que pidió expresamente no ir a ese destino, le mandaron a la casa de los enfermos terminales. Una experiencia que le cambió la vida.
“La idea de estar con alguien que está a punto de fallecer no me motivaba pero Teresa de Calcuta me envió ahí. Vi la muerte por primera vez. Experimenté el sentimiento de rabia total, porque te das cuenta de que mueren porque no tienen acceso a las condiciones más básicas. Pero después apareció la máxima felicidad por haber acompañado en sus últimas horas a tantas personas”. ¿Cómo puedes sentir felicidad en esa desgracia? Esta duda y este planteamiento fue lo que le hizo entender que no quería seguir la vida que había llevado hasta ahora. “Me dediqué a mi desarrollo personal, y no al profesional”.
Emprendedor sí, social también
No obstante, Jose Mari Luzarraga advierte que para ser emprendedor social también hay que tener las competencias de aquellos que no son sociales. La diferencia está en el fin último: llevar esa capacidad de emprender al servicio de todos los demás, donde puedas ser de mayor utilidad para dedicarte a trabajar en eso.
En su caso , “me di cuenta de que la resolución del problema estaba en Europa y me volví después de seis meses. Siempre hay que estar atento a cuál es el siguiente paso y moverse hacia lo desconocido. Es un egoísmo sano: el servir a otros para ser más feliz”.
Es cuando vuelve a Europa cuando arranca el proyecto MTA, que ahora está replicando en China, país al que califica de “joven pero con mucha historia. Es como un adolescente: en función de lo que viva en los próximos años será alguien que cambie el mundo y tenga un impacto o no”.
Arantxa Herranz